Tengo
que darme prisa en comer, seguro que están muertas de sed, pensaba mientras
regresaba del colegio.
-¡Mamá, mamá! ¿Qué hay hoy para comer?
-¡Lentejas! El que las quiere las come y el que no las
deja –siempre dice lo mismo, no importa lo que haya para comer.
-¡Ya terminé! ¿Puedo salir a la azotea ya?
-¡Sí! Pero cuidado con el sol que a esta hora está muy
fuerte y eso no es bueno para la salud.
Corro escaleras arriba, saltando los escalones de dos
en dos. Ya estoy en la azotea. ¡Cómo me gusta plantar semillas!.. y cuando las
plantitas brotan…¡me da una alegría!.
Seguro que los tomates están hoy un poco más grandes y maduros. Tengo que cuidar que no se los coman los
lagartos. ¡Ah! ¡Mira los pimientos! Ya
han abierto las flores. ¡Uf, qué calor!
¡Cómo están las pobres de sequitas! ¡Me
da una pena que pasen sed!, como si fuera yo quien estuviera sedienta. ¡Qué bonito el rosal! Ya abrió un botón y
¡qué color tan delicado y tiene perfume!
Como me gusta hacer esto todos los días. Las plantitas siempre me sorprenden con hojas
nuevas, o flores o algunos frutos, eso sí, son pequeños porque en los cajones
de madera no se desarrollan bien. ¡Ah,
me estaría todo el día aquí!
-¡Juanita Rosa, baja ya, que te vas a poner mala con
tanto sol! Esta niña…
-¡Ya voy, mamá!
Hasta mañana, plantitas…
Me ha encantado este paseo por ese instante de tu niñez. He estado contigo en la azotea, disfrutando de tu embeleso por esas plantitas que aún viven, crecen y hablan desde tu memoria.
ResponderEliminar¡precioso!
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