jueves, 29 de enero de 2015

PUNTOS DE VISTA Alicia Carmen



Paseaba yo por el parque García Sanabria, envuelta en los múltiples aromas de su espléndida variedad de flores, cuando casi me atropella un caballero de extrema delgadez y vestimenta estrafalaria.  Tenía una figura bastante triste, realmente.  De repente, desaceleró el paso y se paró con aire de pocos amigos frente a un banco ocupado por un señor mayor de anteojos redondos y nariz prominente, que sólo vestía un taparrabo blanco, a modo de túnica.  El caballeo se le encaró.
-Por las trenzas de mi dulce amada, ¿no sabe usted que no es valiente la temeridad? Sois un inconsciente, os vais a resfriar o algo peor. ¡Tapaos pardiez!
-No me importa –contestó el de los anteojos –yo vivo como si fuese a morir mañana pues cuando todos me abandonan, Dios se queda conmigo.
Yo estaba tan asombrada que me senté en el banco de enfrente.  No podía perderme esa conversación.
-Lo lamento –le replicó el caballero –pero yo estoy acostumbrado a arreglar entuertos y debe saber que yo leo mucho y dudo mucho y por eso he visto mucho y le repito que os cubráis. ¿Cuántas damas pasan por aquí? Las ofenderéis con vuestra desnudez.
Con pasmosa tranquilidad, el de la túnica le contestó.
-Espero que no se entrometa pues lo que se obtiene con violencia solo se puede mantener con violencia y yo soy persona NO violenta y por eso considero de mi familia a toda la humanidad.
-Ya lo decía yo –contestó el caballero –El hacer bien a villanos es como echar agua al mar.
-Pues yo opino que ante las injusticias de la vida, calma… -le repuso el señor mayor.
-Vaya, bien predica el que bien vive
-No es mi caso, pero prefiero su amistad a su ira pues si aplicamos la ley del ojo por ojos, los dos acabaremos ciegos.
-Tiene razón –contestó el triste caballero, los dos queremos lo mejor para el género humano, sea cual sea nuestra manera de actuar y esta hermosa amistad nadie la podrá turbar
Y así, agarrados por los hombros, caminaron juntos por la vereda hasta tomar sus respectivas guaguas.
En ese momento, llegó mi hijo a tomarse un café y, extrañado, me preguntó:
-¿Quiénes son esos personajes tan raros?
-Pues se trata de Don Quijote y Mahatma Gandhi





EL LINDO PAJARITO Sandra Mai




         En el rincón, al final de aquella fría sala de espera, se encontraba un lindo pajarito en su jaula blanca y azul.  Saltaba de un sitio a otro constantemente, como si estuviera esperando a alguien en concreto y, cada vez que se acercaba alguna persona, se quedaba inmóvil, observando.  Al ver que no era quien él esperaba, volvía a su incesante postura de títere, como si de un saltimbanqui se tratara.  Hasta que, de pronto, se le acercó un niño de unos ocho o nueve años, silbándole de una manera muy peculiar.  El lindo pajarito se alborotó de tal manera que comenzó a dar tumbos contra la jaula, hasta quedar traspuesto de tanta emoción.  Sin duda se trataba de alguien muy especial para él.  El niño abrió la jaula,  cogió el pajarillo y se lo colocó en el hombro.  Los dos salieron juntos al jardín, a pasear.


VIDAS PARALELAS Ana R. Benítez



         Ensimismado en sus pensamientos, no había reparado en su compañero de asiento hasta que el tren aumentó la velocidad.  Le observó detenidamente:  rostro aguileño, frente lisa, nariz corva, barba de plata, grandes bigotes y…manco.  No se pudo resistir y, con voz temblorosa se dirigió al “desconocido”   conocido.
-Don Miguel, ¿es usted?
-Sí, me llamo Miguel, ¿le conozco?
-Mi nombre es Eleuterio.  Usted es mi ídolo.  Mi modelo de vida, ¿sabe usted que hemos tenido vidas paralelas?
Don Miguel no daba crédito a lo que estaba oyendo y no pudo evitar que se le viniera a la cabeza su personaje más loco y famoso en la historia de la literatura.
-¡Otro loco!, pensó para sus adentros.
Eleuterio siguió hablando y hablando
-…Mire, los dos hemos estado en la cárcel; aunque yo sí logré escapar y varias veces.  Somos escritores y empezamos las obras que nos han dado fama en la prisión.  Nos han dedicado películas, canciones, obras de teatro…
Don Miguel  lo mira sorprendido y exclama:

-¡Ahora caigo! ¡Te he reconocido!  ¡Tú fuiste quien me robó las gallinas!


AYER, HOY Y MAÑANA Lali Marcelino.





En una sociedad donde el machismo campaba de forma natural, recuerdos que me trasladan a un pasado inconsciente, represivo, triste e infeliz. Fui consciente, cuando la razón se hizo presente. Llegó la adolescencia y la época autoritaria seguía ahí. Se coartaba mi libertad y la sinrazón nos invadía. No había lugar para los creadores de sueños.
Llega la mayoría de edad  y parece que sea la salvación, pero no, aparece mi naranjito con una sonrisa constante y una simpatía desbordante, tanto que borró la mía.
Y llega el bendito día en que alguien me pregunta. ¿Cuál es tu color preferido, y tu flor, y tu comida?. Entonces me pregunté, ¿y tú identidad?.
Hoy y mañana seré consciente de mi felicidad, mis desdichas, mis fracasos, sin que nadie me manipule. Ya no. Mañana es ahora y seguiré respetándome, queriéndome y salvaguardando mi libertad respetuosa, pero sobre todo, hoy sé cuáles son mis preferencias, puedo elegir.





POSTIZOS Esther Morales





David era un buen tipo: jovial, amable y risueño. Tenía buena planta; alto delgado y guapo, gracias heredadas de sus padres, ya fallecidos. Vivía sólo en una casa muy grande, a pesar de lo cual,  siempre se mostraba alegre y  feliz.
Él se había pasado buena parte de su vida ahorrando peseta a peseta primero, después, duro a duro.  Lo hacía para un día poder  ponerse la dentadura postiza que perdió en el lamentable accidente donde sus padres fallecieron, motivo por el que había quedado solo en el mundo.

Después de conseguir su objetivo no es de extrañar que estuviera tan feliz.  A partir de ese momento, se lo pasaba en la calle con un  espejito en la mano, en el que se miraba y se miraba  haciendo muecas con la boca. De ese modo mostraba sus dientes nuevos a todo el que quisiera contemplarlos.


JUZGANDO A UN DESCONOCIDO Maruca Zamora.





            Me encuentro sentada en la sala de un aeropuerto cuando mi vista me llevó hasta un hombre que tenía enfrente.
            Era bajito, gordo, barrigón, nada agraciado físicamente; la verdad es que no tenía nada que agradecerle a Dios en ese sentido.  ¡El pobre!, me dije.  Observé cómo hablaba con la señora que venía con él.  Ella era un poco más joven  y parecía agradable. Concluí que era la esposa y al rato, comprendí que sí. No pude evitar preguntarme qué le había atraído de él porque, al observarlo, no tenía nada positivo a la vista. ¿Sería rico?, tampoco lo parecía.
 En el vuelo se sentaron junto a mí, así que yo los pude seguir observando.  Hablaban y hablaban, ¡y se reían!, y mientras lo hacían,  vi que al hombre le faltaban la mitad de los dientes. Era torpe para desenvolverse y expresarse,  ¿de qué monte habrá salido?, me pregunté.  Lo que sí  que me pareció, a medida que los escuchaba,  es que era buena persona;  bonachón.  Así que reflexioné que quizás era eso lo que ella vio en él:  su bondad. Pensando sobre ello, nuestro avión llegó a su destino.




CORRESPONDENCIA Juani Hernández




         Escribía Van Gogh en su cuarto del manicomio de Saint-Remy, mientras pintaba su autorretrato. Preservaré así mi cordura; le había comentado a su hermano Theo a través de la frecuente correspondencia que mantenían. Es más, te diré hermano que hay otro inquilino en esta casa, uno que me preocupa sobremanera. Es él, artista como yo, amante de la luz el color y las formas, pues lo he constatado, y posee una técnica depurada y académica, al más puro estilo de los más grandes pintores de la historia. Como yo, tiene graves problemas de audición.  Aunque él no se cortó la oreja…, como yo, perdió el oído derecho debido a una enfermedad según me comentó durante uno de los paseos por el patio del manicomio. Es español, tiene la fantasía de ser pintor de una gran Duquesa española , una tal Maja que, según él dice, se enamoró de ella o algo así,  lo cual, querido Theo, dudo mucho pues tiene una presencia terrible casi como esas horribles pinturas negras sin luz ni color verdaderamente deformes y sin gracia que pinta últimamente. Se dice llamar Goya, pintor de Corte…de España.
         No sé que pensar Theo, hermano, pues no estamos aquí en esta casa de reposo precisamente por equilibrada cordura.
Tú mejor que nadie, conoces mi pasión por los colores y lo que expresan;  mi fascinación por el amarillo, sus reflejos, su luz indiscutible… no podría vivir sin ese color ¡No valdría la pena! ¡El amarillo es la llama que mantiene mi cordura!
         Retomando a Goya, me tiene inquieto, no soporto a ese hombre pues lo último que ha pintado es un personaje terrible que me causa tal inquietud y desasosiego que no me permite descansar;  le llama El Gran Cabrón… creo que se refiere al Diablo… No puedo resistir tanta tortura, no veo ninguna salida a esta agobiante situación.  Hoy saldré a pasear por la campiña y llevaré la pistola que me traje cuando ingresé en Saint-Remy. ¿…?  Recuerda lo que siempre te he dicho:
         “Se puede tener, en lo más profundo del alma, un corazón cálido y sin embargo, puede que nadie acuda jamás a acogerse a él”.




LO QUE PUDO HABER SIDO Y NO FUE Roberto ES.






-        
“….Amado mío….  Love me forever….”
-         ¡Cooorten! ¡Por fin! ¡Toma buena! Señores, hemos acabado por hoy”.
    Estaba imponente: su estilizada figura de negro satén, adornada por una cabellera cobriza, se precipitaba como una cascada sobre los hombros provocadoramente desnudos, realzando un escote abrumador. Sus largas piernas atrapadas tras un claustro de seda, se insinuaban a través de una abertura sutil.
Se dirigía a su camerino tras un agotador rodaje, cuando una aflautada melodía llegó a sus oídos desde otro set de grabación cercano. Se asomó, y allí estaba: regio, seductor. Sus miradas se encontraron y fue él quien consiguió romper aquel incómodo silencio:
-         “Pronto venís a buscarme, venerada Diosa del Olimpo. Heme aquí. Soy Marco Antonio y estoy dispuesto para partir de este mundo terrenal hacia el eterno paraíso. Pero, ¿quién sois vos?. Nunca antes os había visto…”
-         “No soy una Diosa, aunque algunos así me llamen. Ni provengo del Olimpo sino de un lugar llamado Hollywood. Y me llamo Rita Hayworth. Y tú, ¿cuál es realmente tu nombre? ¿para qué productora trabajas?”
-         “¿Productora? Que lenguaje más extraño usáis. Es verdad, soy Marco Antonio, Gobernador de las provincias orientales del Imperio Romano.”
-         “¿Cómo osáis profanar los aposentos de la Reina de Egipto sin postraros ante ella?”, exclamó Cleopatra irrumpiendo altiva tras los visillos de la alcoba.
-         “No creáis que existen tantas diferencias entre nosotras; si tú eres la Reina de Egipto, yo soy la Reina de Hollywood; al final, somos, simplemente, dos mujeres enamoradas en manos de un destino incierto. La Historia se encargará de poner a cada una en el lugar que le corresponde.”





EL ARCO PODEROSO Y LA LIRA DESTRUCTIVA Lali Marcelino.






            Por aquel entonces y no hace mucho, don Nerón envió un aviso urgente a una persona importante, por los buenos informes que le habían llegado de ella, para desempeñar la labor que debía encomendarle. Se trataba de que se hiciera cargo de la dirección de la única fábrica que existía en Europa relacionada con hornos de leña y gas, dónde además tenía otro socio de origen alemán, pero ésta es otra historia.
            Según él, sólo ella podría dirigirla, era una experta en esta materia. En el pasado sobrevivió a un incendio fortuito, producido por unas partículas muy dañinas y casi siempre destructivas llamadas inquisidoras, aunque se salvó de milagro; los bomberos llegaron a tiempo y ella debía tener un poder sobrenatural.
            Este accidente le dejó algunas secuelas y hoy en día toda la parte afectada de su cuerpo, que no es poca, está muerta, ni  siente ni padece dolor alguno.
            Don Nerón opina, que después de todo lo que ha pasado Doña Juana de Arco, es la persona idónea para cubrir el puesto, porque sigue siendo una mujer luchadora, valiente, emprendedora y sobre todo fogosa y ardiente, por lo que además se podrían favorecer mutuamente. Llegado el caso, ninguno le teme al fuego.




ENCUENTRO Carmen Garcés



            Caminando por el jardín de la imaginación un día cualquiera, los vi.
         Me acerqué para comprobar que realmente se trataba de ellos. Allí estaban, sentados en un banco del parque: Mahatma Gandhi, -con su tan conocida túnica  blanca-, conversaba con aquel personaje vestido con riguroso uniforme militar que reconocí inmediatamente, era Idi Amin. Sin ser vista, me acerqué un poco más para poder escuchar lo que hablaban.
         Debatían en tono pausado, cosa que no me sorprendió en Gandhi, -todos conocemos  su carácter afable y bondadoso-,  mas sí en Idi Amin, ya que nunca se ha distinguido precisamente por su jovialidad y cortesía.
         Gandhi le planteaba  la grandeza de  la fraternidad entre los seres humanos. En un momento de la charla,  sostenía que el amor al prójimo siempre debe ser lo primordial para cualquier ser humano. El respeto se gana con amor, no con violencia, le repetía mirándolo fijamente y, en un tono de ¡ya me estás cansando!, el dictador sólo atinó a responderle que  a él le había dado mejor resultado actuar con mano dura con su pueblo, que eso de la bondad, el amor y todas esas chorradas era para blandengues.
         En esa discusión pasaron un buen rato, Gandhi argumentando, sin darse por vencido, las ventajas de tratar con bondad y empatía a nuestros semejantes, y Amin refutándole, cada vez con mayor exasperación, y una vez tras otra, todo razonamiento expuesto por él.
         Cansado de tanta hostilidad y, viendo que no conseguiría hacer cambiar la opinión de su interlocutor, Gandhi, con la misma afabilidad que había utilizado en el transcurso de toda la conversación concluye:
-         Todos cosechamos lo que sembramos, y tú ya sabes lo que te espera en tu recolecta y repartición, sólo en ti está cambiarlo.
         Entonces se levantó,  con la serenidad que siempre le caracterizó, y con paso lento, lo vi alejarse.
         Yo también me fui; otro día regresaría a visitar ese fantástico jardín; aquel lugar donde todo puede hacerse realidad, incluso, maravillarse  con la presencia de seres que, para bien o para mal, han dejado huella en la humanidad.




LUCHADORA Maruca Morales





         No por ir a luchar en la guerra se es más grande.  Conocí a una mujer que, sin haber salido a ningún sitio, luchó toda la vida defendiendo lo suyo. Batalló por sus hijos hasta la muerte.  Con sus manos de mujer campesina  y su pañuelo a la cabeza, pasando frío o calor, trabajó todos los días de su vida.  Incluso se vio obligada a viajar a otro país, en auxilio de dos de sus hijos, para ayudarles en la búsqueda de un mejor porvenir.  Allí siguió su labor, al pie del cañón, y con el tiempo, lo hizo también al lado de sus nietos.

         Esta mujer tenía una predilección especial por un personaje de la historia, Simón Bolívar y, siempre que podía, iba a la plaza que llevaba el nombre de su héroe.  Allí se sentaba a contemplar una escultura hecha en honor al Prócer de las Américas, erguido y valiente a lomos de su caballo.   Disfrutaba con su contemplación y la de las ardillas que alguna vez salían de entre los árboles de la plaza y que, como ella, parecían visitar al Libertador.

         Ella siempre repetía que lo admiraba por luchador y defensor de los suyos y yo, ahora, así mismo  comparo a mi madre con él. Ella fue una gran mujer, valiente y luchadora, defensora de los suyos, como Simón Bolívar.



ESCRITO POR ÁGUEDA PARA ALICIA

 AMIGA INVISIBLE 






Amiga mía:
Ojalá puedas seguir mi delirio, cuando por primera vez leo una carta dirigida a ti. 
Me gustaría que esta misiva tuviera palabras, dibujos, expresiones que te dijeran son para ti y que así lo sintieras.
Aunque cierre los ojos y piense en ti, te veo con tus transparentes ojos claros, tu sonrisa pícara y dulce, al mismo tiempo que tu rostro inteligente y hermoso.
Hace poco decíamos que el mundo se estaba equivocando, pero hoy tuve dudas; verás:
Paseando por una angosta acera, un adolescente que venía de frente, antes de llegar a mí, bajó de ella para cederme el paso y, ¡cómo te conozco!, sé que tú habrías dicho que el mundo había dejado de ser desquiciado.  Aún existe gente que interrumpe su paso para ser amable.  Sabiendo cómo eres, sé que a ti también te habría alegrado el día.
Sigue siendo como eres.
Querida amiga, ¿cómo te describo?, así:
Eres una dama, toda sensibilidad y ternura.
A veces siento que no puedo transmitir para dar lo que quiero dar. Cuando terminé de escribir esta carta, la leí tratando de no olvidar que era mía para ti.


Águeda


jueves, 22 de enero de 2015

EL VIAJE Maruca Zamora





Después de ocho días navegando, llegué al país donde me esperaban mis padres.  Tenía trece años y era la primera vez que salía de mi pequeño pueblo.  El cambio fue abismal.
Estaba en el jardín de la casa por la noche y miré hacia lo que a mí me parecía era el cielo.  Sin embargo, aquellas luces que observaba en lo alto no eran estrellas y por más que miraba no lograba explicarme qué eran.  Cuando pregunté, me indicaron que era un hotel, así sin más, sin añadir más detalles. ¿Cómo iba a ser un hotel colgado del cielo?, me quedé así con mis pensamientos y llena de dudas, me fui a dormir.

Al día siguiente, volví la vista hacia el mismo lugar.  A la luz del día, pude observar la enorme montaña que rodeaba la ciudad de Caracas; era el cerro del Ávila.  Al comprender de qué se trataba, me reí de mi misma, por haber sido tan inocente. Comenzaba mi viaje a otra realidad.


CANTO PORQUE CANTO Esther Morales



            Mi carro me lo robaron unos malandros grifientos que ni son de aquí ni son de allá.  Ay pena penita pena, y para colmo me acabo de enterar de que se nos rompió el amor, ese que ni se compra ni se vende.  En carne viva me han dejado con tanta llorona; sin carro, sin amor y claro, ya no tengo el corazón contento. 
            Quince años tenía mi amor cuando en la fiesta de Blás me regaló un ramito de Violetas, mientras me decía aquello de dama, dama, pareces un rayo de sol y ahora, se fue dejándome el corazón partido.  No puedo olvidar cuando bailábamos pegados como gatos bajo la lluvia.

            ¡Devuélveme a mi chica! La chica de ayer, la que un día tuvo carro, amor, un beso y una flor.  Ya no soy esa.


PERSIGUIENDO MIS HUELLAS Carmen Garcés





Amanecía el día de mi séptimo cumpleaños.  Desperté, no sabía dónde me hallaba; todo a mi alrededor era desconocido…, extraño.  El rostro que apareció ante mis ojos, también lo era.  Al cabo de un instante, mi mente logró recordar: estaba en mi nuevo hogar, en ese país que, a partir de aquel día, sería mío y el rostro que me sonreía era el de mi madre.

Desde aquel momento, emprendí el reto de asimilar ese enorme cambio, mas para la mente de una niña de tan corta edad, esto fue tarea harto difícil; en tan solo unos días, me habían arrebatado todo aquello que me era querido: el amor de mis abuelos, los juegos y la compañía de mis amigos, el olor de mi ciudad querida y eso tardaría mucho en curarse, ¿o quizás no se curaría nunca?.  Únicamente el tiempo me daría la respuesta.


miércoles, 21 de enero de 2015

JUGANDO CON LA CH





Carmen Garcés
¡Chacho, te veo chafado! ¿Será que los chopos que te chupaste estaban chungos?  Chamo, date un chance para que te pongas chachi y te vayas con Chony en coche.

Roberto.es
Dormía la siesta en un chinchorro después de un achaque, cuando Chicha me arrojó la chaqueta para no coger frío.  Luego, se puso a tocar el chelo a mi lado, mientras mi hijo comía chochos en el chaflán y decía que eran chinches del chucho.

Esther Morales
Chachi aquella chica guapa y chalada, chata y con un cacho de cuerpo, bastante chulita, dijo que no quería chanchullos.

Elena Castañeda
Me gustaría hacer un viaje a China con los chicos.  Llevaríamos chorizo y para el postre chupetes.

Ana Benítez
En Asturias probé un pan con chorizo que se llama choripán y estaba de rechupete, aunque un poco chamuscado.  De postre me apeteció un chupete de chicle sabor a fresa.  De tanto chupar chicle y choripán, la lengua se me volvió una charanda con chacolí, vamos…¡¡ un chícharo chicharrón!!

Maruca Morales
La chillona chiflada llamó al chófer chino que apareció con chaleco tomando un chocolate calentito y en la otra mano un chorizo chachi.  Esto ni es un chiste ni es un chisme, ni me lo saqué de la chistera y no te me subas a la chepa que con la chistorra que trae la chillona ya chiflo suficiente.





8 DE DICIEMBRE Esther Morales




            Éramos dos niñas de trece y quince años.  Nuestros padres y hermanos se habían ido a Venezuela.  Solas en Santa Cruz habíamos cambiado de escuela y, en breve, tenían el proyecto de dejarnos internas en el Hogar Escuela, un colegio de monjas.  Yo me sentía sola y triste y, un día, le dije a mi hermana algo que nos cambió la vida para siempre.
            –Si quieres, te metes interna tú; yo me voy para Venezuela con nuestra familia.

            Bien o mal, eso hizo que nos embarcáramos el 8 de diciembre de 1964, rumbo a nuestro destino.


NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE Lali Marcelino.




            Su aspecto desaliñado y taciturno, pelos largos y descuidados con una diadema de tela que le cubría la frente, ropa ajada y calzado sucio, me llevó a pensar que era alguien sin disciplina, sin educación, alguien con el que nadie querría compartir asiento.  Su mirada perdida sin fijarse en nada, también me hizo cavilar sobre, ¿qué estaría pensando?. Parece tranquilo.
            A excepción del resto de pasajeros que casi todos van pendientes del móvil, la Tablet, un libro, un compañero de asiento parlanchín o simplemente, mirando con curiosidad a través del cristal. Con su mochila colgando de un hombro, parecía que ni siquiera tuviera previsto punto de llegada.
            Todas mis premisas se fueron al traste cuando, en una parada, se levantó una anciana con un bastón y se acercó a ella para ayudarla a bajar y con una voz muy pausada y educada, le sugirió al conductor que esperara, porque creo pensó que a la señora no le daba tiempo de bajar de la guagua. Le cogió las bolsas y la agarró con mucha suavidad y textualmente le dijo: “no se preocupe, abuela, yo la ayudo”.
            Volvió a su sitio y a su postura, una vez que dejó a “la abuela” y no sé por qué presentí que a más de uno le pasó lo que a mí, que se sorprendió de su actitud.
            Por lo que una vez más comprendí que “no es oro todo lo que reluce”.




EL SOLITARIO Carmen Garcés


Ayer lo vi.  No era un hombre especialmente apuesto; sin embargo, algo en él llamó mi atención.  Lo observé con detenimiento, intentando pasar desapercibida.  Era un hombre alto, de fuerte contextura, cabello negro, piel blanco –si bien curtida por el sol– y unos ojos marrones tremendamente expresivos.  Fueron esos ojos los que, al cruzar una mirada por un breve instante con los míos, me desvelaron su secreto.
Pasó junto a mí.  Su forma pausada y lánguida de empujar el carro de la compra hacía más patente su apatía.  Observé su contenido y éste me confirmó la inmensa soledad de ese taciturno ser.  Pude adivinar que nadie le esperaría en casa; no habrían risas infantiles para recibirlo, ni un apasionado beso de bienvenida después de un arduo día de trabajo –lo que, por su indumentaria, intuí duros y afanosos –.  Seguramente, sus pensamientos inmersos en esa aflicción, le otorgaban aquella expresión derrotista a su rostro, pensé.
Al cabo de un instante, lo vi alejarse con el mismo abatimiento que mostró todo el tiempo que lo había estado observando y con la única compañía de unas bolsas repletas de soledad en las manos. 



LA PAREJA Lali Marcelino.






            Los dos entraron en la tienda para solicitar un servicio a domicilio. Habían perdido las llaves de su casa y necesitaban una apertura forzada con un cambio de cerradura.  Mientras tomaba los datos para realizar el servicio, observé que ella en todo momento permanecía detrás de él con la cabeza agachada, con el cabello tapándole parte de su rostro y cuando intentaba intervenir, él la mandaba a callar.
            Tuve que contenerme por no armar un escándalo, lo que no pude ocultar fue mi malhumor y mis respuestas y preguntas eran incisivas.
            La tercera vez que ella intervino preguntándome algo, que entendí perfectamente, pero que fingí no entender, invitándola a que se acercara al mostrador, miró a su pareja como esperando su aprobación, mientras yo me desplazaba un poco para ponerme a su altura y demostrarle atención. Sólo quería explicar las características de la cerradura y que él en ningún momento tuvo en cuenta. La increpó culpándola y textualmente le dijo “eres una subnormal y una loca”. Ante esta actitud, un cliente que se encontraba presente y yo reaccionamos de manera conjunta contra “el maltratador”. Ella se puso muy nerviosa y él reaccionó atendiéndola y pidiendo disculpas a todos, aduciendo que se encontraba muy alterado porque tenía que ir a trabajar y no podía entrar en su casa.
            Todo terminó con una amenaza de denuncia por parte del cliente y secundada por mí. Ella muy asustada y él poco más o menos que como la víctima. Se creó una situación muy violenta y lo que más   me preocupa y no se me va de la cabeza, es cómo habrá reaccionado él cuando se quedaron solos.




31 DE DICIEMBRE 11:00 HORAS: “CLO, CLO, CLO…” Águeda Hernández




            Me encontraba en la calle. Al regresar a casa, vi expuesto en la puerta de un local una caja con hermosas naranjas que invitaban: ¡comedme!. Al entrar, recordé las tienditas de antaño, con comestibles y fruta de todo un poco, con una amable señora tras el mostrador.
            Estaba pesando mis naranjas, cuando entró una mujer y por su saludo intuí era de amistad. Sigo con mi compra, pedí ½ docena de huevos; al verlos exclamé:
            -¡Qué pequeñitos!
 La vendedora sonrió, la señora que había entrado, dirigiéndose a mí, dijo:
            - ¿No sabe que los huevos pequeños tienen más clara?
            -Yo creo- le contesté, que  según el tamaño tendrá más cavidad. Piense en un huevo de “perdiz”.
 Risas. Luego con entusiasmo, comentó la vendedora.
            -Por cierto, hablando de huevos, esta noche “fin de año” será, papas y huevos fritos.
            ¡Incrédula de mí!:
            - ¿Vive sola? -Pregunté con suavidad.
            –No,  no; con mi marido y será nuestra cena.
            Les cuento que salí de allí “embriagada”. ¡Sí! De huevos con más  o menos claras, cena de huevos fritos, noche tan señalada no la veo romántica, en fin terminé confundida.
            Llegué a casa, dos de la tarde, entro a mi cocina, comienzo, alborotada, a pelar y freír papas con aceite de oliva virgen, luego el huevo cuando lo veo en la sartén… una gotita de yema, corrí por otro y paré porque tres es mucho para mí, les confieso, me encanta mojar el pan en la yema del huevo.




¡FELIZ CUMPLEAÑOS, NERY!

                               ADMIRACIÓN  Alicia Carmen



           Cuando la conocí me pareció una persona inteligente, alegre y simpática. Nunca había visto ojos tan expresivos!!. Y sentí la sensación del déjà vu. ¿Quizás ya nos habíamos visto?, pensé, pero no, no había sido así.
            Recuerdo que la afinidad fue inmediata, me encantaba la idea de convertirme en su amiga pues me gustaba su afán de abarcarlo todo, conocerlo todo, su gran inquietud por estar al día y me fascinó la oportunidad de estar cerca de ella y poder comprobar sus deseos de superación…todos los días.
            Resultó que no vivíamos lejos y mi amiga empezó a visitarme en su coche. Disfrutaba al verla llegar toda perfumada, con zapatos de tacón alto, vistosos zarcillos y trajes de alegres colores, como es ella. Y almorzábamos juntas y luego cantábamos: tangos que le encantan a ella y boleros que me gustan  a mí.
            Una tarde arrancó a llover muy duro y mi invitada se quedó a dormir en la casa y así tuvimos mayor ocasión para gozar de sus cuentos de tiempos pasados que recuerda con total nitidez. Cuántas aventuras, cuántos amores, viajes, todo explicado con una chispa arrolladora.
            Hablé ayer con mi amiga; para variar estaba viajando por Navidad, pero me dijo que se siente algo cansada. Se encontraba al lado de toda esa hermosa familia que la rodea.
            Yo pienso que ella es todo un ejemplo a seguir, pues fue la primera mujer que se graduó de periodista en Venezuela, siempre ha trabajado y levantó una preciosa familia y ahora está atareada escribiendo su biografía, ya va por las 900 páginas.
            Su vida es absolutamente interesante y seguramente la contará con toda la gracia que ella derrama. Ojalá se acuerde de regalarme un ejemplar.
            Y desde aquí le mando “Muchas felicidades” adelantadas porque muy prontito mi querida Nery cumplirá 100 gloriosos años.

  

¡ALTO, MUY ALTO! Juani Hernández



            Aquella mañana me levanté muy temprano.  Desayuné como de costumbre y me dispuse a salir a la calle.  Cogí un taxi y, después de darle la dirección, llegué al punto de destino a la hora acordada.  Me esperaba con todo preparado para tan importante acontecimiento.
            Después de un breve saludo, que no recuerdo para nada…, comenzó la operación.  Lo que sí recuerdo con claridad es que le dije que lo quería muy alto, pero que muy alto.
            Era una renombrada profesional que cobraba un pastón.  Me había recibido mirándome por encima del hombro, no sólo porque era mucho más alta que yo, sino porque consideraba que la vida era injusta.  Yo tenía  lo que ella deseaba hacía tanto tiempo; no le había surgido ninguna oportunidad.
            De este relato, apenas si recuerdo algunas cosas; de ellas no fui consciente hasta pasado mucho tiempo.  Para abreviar, les diré que la profesional en cuestión hizo todo lo contrario de lo que le había pedido.  Me dejó casi como llegué, sin cambiar nada de lo que le había dicho. ¡Aún no sé por qué!. 
            Retorné a mi casa, se hacía tarde ya.  Nada más llegar me dispuse a ponerme mi vestido de novia, del que no he olvidado ni un detalle.  Era de tela de moaré blanco, bordada de perlas y azahar, con una gran cola forrada de rosa (última moda según el Vogue), unos mitones hasta el codo, un bonito ramo en cascada de tuberosas muy perfumadas y lo más especial: un precioso gorrito bordado también de perlas, azahar y tul ilusión, como correspondía a una señorita de aquellos tiempos, colocado en lo más alto de mi cabeza. ¡Lástima que la dichosa peluquera no me hiciera el moño que le había pedido: alto muy alto!

            Pensándolo bien, ahora creo que estaba molesta: yo me casaba antes que ella; yo tenía dieciocho años y a ella se le estaba pasando el arroz, ¡pobre!.


jueves, 15 de enero de 2015

EL AULLIDO DEL VIENTO Sandra Mai



                Era el aullido del viento el que esperaba que se colara por aquellas herrumbrosas y mohosas ventanas. Mi abuela… bendita, ¡cómo dormía!  Pareciera que nadie lo oyera más que yo.  Mi corazón aterrorizado galopaba incesante, siendo durante largo rato, el primero de la carrera; el primero en llegar a la meta de mis sueños, donde único lograba entregarse al descanso. 

                Sigue el viento colándose de la misma manera, pero mi corazón ya no galopa, ahora recuerda y contempla.