jueves, 31 de enero de 2013

LAS ONCE LÍNEAS de Ana R. Benítez




En una fría y triste habitación de paredes blancas de hospital, recibí el primer día del año.  Eran seis los sentimientos que me acompañaban, cada uno en una línea de estas once:

Soledad
Dolor
Miedo
Incertidumbre
Desesperación…

cuando me disponía a escribir la sexta

Depresión…

se iluminó la ventana con un sol restaurador y mi mente la cambió enseguida por …

¡ESPERANZA!





LAS ONCE LÍNEAS de Maruca Zamora






Muchos años pasaron para que yo dominara aquellas once líneas.  Empecé a los catorce años mi camino en su aprendizaje, de ello dependía mi trabajo y la elegancia de muchas mujeres.  Debía intentar la perfección en el trazo de aquellas once líneas.  Empezaban así:  alto de talle, alto de falda, largo total, alto de manga, ancho de manga y puño, ancho de busto, cintura, cadera, ancho de espalda y hombros.  Aunque algunas de ellas son círculos, yo siempre las trazo en líneas rectas.  Estas once líneas que dibujé durante años, marcaron el rumbo de mi vida.


LAS ONCE LÍNEAS de Lilia Martín Abreu





Caminaba absorta por unas callejuelas y de repente, una gitana tomó mi mano, la abrió y empezó a leer sus líneas como si de un libro se tratara y con una soltura y un desparpajo sorprendente, me dijo:
-¡Mi arma, tus manos son muy charlatanas!  Ellas me revelan que tienes once líneas claramente definidas la suerte te acompaña, ¡ josu, qué sortuda eres, mi arma!, lo dice el destino.
Y siguió con su lectura.  Cuando terminó, me entregó una rama de romero.
-Ahora, corazón, paga tu suerte y se cumplirá.
Yo le di unas monedas y ella se sublevó.
-¡Josu, mi arma! Tu suerte no se paga con calderilla, tiene que pagar con con billetes, con papel, si no, no se cumple…
Yo reaccioné enseguida.
-Tú no leíste bien mi línea del dinero porque no tengo billetes.  En esa línea te falló la señal.

miércoles, 30 de enero de 2013

DIECISÉIS LÍNEAS de Juani Hernández





Yo navego en solitario
por las líneas de mi vida.
Yo navego sobre lienzo,
alma y corazón en vilo,
con mis pinceles al viento
y las velas de las líneas
desplegando sentimientos.
Tienen mis ojos preguntas
que respondo sin saberlo,
tiene el corazón la herida
de un misterio
que no entiendo.
El hombre con su nostalgia,
la luz, las líneas, el viento,
¿son acaso las carencias
de un sentir que se hace eterno?





ONCE LÍNEAS de Tatiana Silkwood





Once líneas eran las que surcaban su cara, once que le cruzaban ¡arriba, abajo, derecha, izquierda!, como un mapa envejecido, apergaminado por el tiempo, cuyo trazado hablaba de su pasado, de aquel vivir sin vivir, intenso.  Cada línea era una expresión de sus pensamientos, de aquellas emociones que se graban a fuego, de lo que se quiere ocultar y lo revela el tiempo.  Una línea nueva cruzaba el entrecejo, delatando, a su paso, un carácter intenso.  Quizá mañana, pensó, pueda empezar de nuevo. ¡Demasiado tarde, amigo, para empezar hay que borrar primero!.

ONCE LÍNEAS de Elena Castañada






Recordando mi infancia, tan bonita y feliz, pensé que en estas once líneas podía contarles el día en el que, unos amigos que eran como familia, nos llevaron a mi hermana y a mí –teniendo unos ocho o nueve años – a ver nidos de pájaros pequeños.  Impresionados, nos pusimos a observar, a cierta distancia, como sus padres les daban de comer.  Esta es una de las tantas bonitas vivencias de mi infancia, aquella edad que nunca olvidaré.



CAMBIOS de Mercedes Álvarez






Después de estar cuarenta y tres años trabajando en un mismo centro donde, afortunadamente, siempre me sentí una privilegiada –tanto por el trato que he tenido por parte de mis compañeros y jefes, como por el puesto de trabajo -, actualmente me veo obligada a cambiar de centro y de compañeros, por motivos de salud.  Me está costando mucho aceptar mi nueva situación pero, sé que lo voy a lograr y sé que voy a estar bien, con mucha fuerza, contando, por supuesto, con la ayuda de Dios.

LAS ONCE LÍNEAS de Alicia Carmen






Debido a que ya hace unos cuantos años que me entregaron esa pieza de mármol al nacer, trataré de resumir en once líneas lo que pude lograr y lo que no.  Los ojos de esta escultura han visto cosas preciosas, pero también muy tristes.  La boca ha susurrado palabras muy dulces, aunque, lamentablemente, desagradables también.  Las manos han acariciado con dulzura, sin embargo, muchas veces se han retorcido de dolor.  Y los pies me han llevado por terrenos escabrosos, pero yo solo quiero recordar las hermosas veredas por las que han transitado.

¿CORTAR QUÉ? de Ana R. Benítez





Cuando él me dijo que quería cortar el bacalao, yo creí que hablaba de que estaba dispuesto a preparar la cena. ¡Por fin! ¡Ya era hora!.  Pero, en realidad, lo que trataba de explicarme es que iba a controlar la economía familiar y que si no lo hacía yo, él me iba a cortar todas mis tarjetas de crédito.



LITERAL Y FIGURADAMENTE de Esther Morales





Cuando él me dijo que no tirara la casa por la ventana, yo creí que

hablaba de consultarlo con la almohada, cuando en realidad, lo que 

trataba de explicarme es que estábamos a dos velas.




jueves, 24 de enero de 2013

ENEMIGOS CONCILIABLES de Ana R. Benítez




El día que me habló de que se llevaría el gato al agua, yo pensé que iba a bañar al gato, pues siempre se quejaba de que, en vez de blanco, parecía negro por lo sucio que estaba, cuando en realidad, lo que quería decirme era que iba a conseguir el apoyo de todos los vecinos para ser presidenta de la comunidad canina.


miércoles, 23 de enero de 2013

MI AMIGO de Maruca Zamora



                                                                              

Mi gran amigo siempre me acompaña a todas partes: a trabajar, de compras, de paseo; tanto en invierno con lluvia, como en verano con sol, en primavera con la belleza de las flores y en otoño con la caída de las hojas.  Para mí es imprescindible.  A la gente le parece extraño, lo sé porque lo observan cuando me ven con él por la calle.  A mis compañeros de trabajo les he explicado por qué va siempre conmigo, cual es la causa.  Algunos me gastan bromas y yo trato de seguirlas.
-¡Con el sol del verano y tú anunciando agua! – me dicen.
-Como dice la letra de la canción de Juan Luis Guerra, yo espero que llueva café en el campo –les respondo.
Mi contestación les hace gracia y todo queda ahí, en una broma, así no tengo que dar más explicaciones de por qué mi amigo el paraguas, va siempre conmigo.





DESPERTAR de Esther Morales Fernández




Ese día, despertó y se dio cuenta de que estaba sola, realmente sola.  No tenía a nadie que le dijera te quiero o, simplemente, buenos días.  Empezó a llorar con tristeza, al comprender que la soledad era una constante en su vida y que, debía aceptarlo así, tal y como era.  Miró alrededor de su cuarto y observó una por una, todas las cosas bonitas acumuladas por ella a lo largo de su vida: perfumes, bisutería, joyas, trajes, zapatos, cuadros…
Fue hacia la ventana y miró a través de ella.  La grandiosidad del día con el sol despuntando por el horizonte,  el mar a lo lejos y las montañas reverdecidas por las lluvias caídas en las últimas semanas, le hicieron entender una cosa.  No tenía motivos para estar triste ni sola, ante tanta belleza.  Le dio gracias a Dios por ese nuevo día, secó las lágrimas de su cara y salió a disfrutar de la mañana.

ENCUENTRO de Zuleima Reyes




Habíamos quedado en la playa al atardecer.  Luis llevaría puesto un brillante collar rojo.  Me encantaba que se le ciñera al cuello porque… si se portaba mal, podía castigarlo tan solo tirando de él…, sabéis a lo que me refiero, ¿no?.  Luego, más tarde, él sabía que estaría completamente libre de ataduras, corriendo con su melena al viento, mientras yo esperaba con ansia sus besos, recorriéndome desde los pies hasta la comisura de los labios…, aquellos besos con sabor a … él.  Yo acariciaba tiernamente su cabello y librándome de sus húmedas caricias, esperaba a que me devolviera la pelota que le acababa de lanzar, como un buen perro.

MI ALMOHADA de Lilia Martín Abreu




Me desperté sobresaltado en mitad de la noche y entonces escuché un sollozo ahogado, como un lamento.  Confundido, trate de indagar de donde procedía.  Mi asombro fue gigantesco al percatarme de que el sonido emanaba de mi almohada.  La contemplé patidifuso por el estupor y, en ese preciso momento, aquel llanto cesó.  Mi mano, temblorosa por el misterio que presagiaba, la rozó con suavidad, tratando de encontrar una respuesta.  Mi intriga, en vez de mermar, aumentó al tocarla y sentirla mojada.  ¿Será mi imaginación?, pensé.  ¿Qué te pasa?, le pregunté con voz trémula.  Como era de esperar, según lo razonable, no recibí respuesta por su parte que era, en realidad, lo que yo esperaba.  Entonces, la tomé en mis brazos y la estreché contra mi pecho. Ay!, mi querida confidente, le dije, si tú me hablaras, ¡cuántos consejos y reproches me darías!, porque tú conoces tanto como yo, mis sueños y deseos, mis frustraciones e inseguridades.  Fue en ese momento, cuando razoné qué era lo que estaba pasando y, confundido, me pregunté: ¡Pero Carmelo, si la almohada no habla, ni puede llorar tampoco!
Dejé a un lado mis razonamientos y acepté lo que pasaba.  Sin más, coloqué la almohada en su sitio y me volví a dormir profundamente, y créanme, hasta soñé.



SUPOSICIONES de Alicia Carmen





Me desperté sobresaltada en mitad de la noche y entonces escuché el inconfundible sonido de unos tacones apresurados.  Espabilé un poquito y recordé que la otra cama estaba desocupada.  Mi prima de la ciudad, que nos estaba visitando, llegaba justo a esas horas, ¡qué fresca!, pensé, es una irrespetuosa, llegar tan tarde, claro, tratando de no hacer ruido y a ver, digo yo, ¿con quién pasó la noche?, ¡qué rápida es para hacer conquistas!, ¿no será con el chico que me gusta?.  Entre esas cavilaciones, busqué mis pastillas ansiolíticas e hice todo el ruido posible para que mi prima no pudiera dormir. ¡Qué se aguante! –dije – total, ya me había amargado la noche y quién sabe qué más…


EN EL TEATRO de Clotilde Torres





Cuando se abrió el telón y salieron los actores a escena, yo la miré a los ojos y ella me dijo:
-“Perdón, señor, veo que usted me mira con una insistencia que no es normal”.
-Señora, disculpe usted, pero es que yo he visto esta obra muchas veces y me parece que usted es la actriz principal. ¿Qué hace en este palco?.
Ella me sonrió y, muy comprensiva, enseguida me dio la explicación.
-Es usted muy observador.  Espero que la que me sustituye hoy en escena, no le defraude.



DESENGAÑO de Esther Morales Fernández




Me desperté sobresaltado en mitad de la noche y entonces escuché, en medio del silencio, el sonido familiar de unos pasos acercándose a la cama.  Emocionado, encendí la luz de la mesita de noche y miré expectante alrededor del dormitorio.  No había nadie.  Había sido un sueño, una vana ilusión, un desengaño…



OSCURA MALDAD de Maruca Zamora



Me desperté sobresaltado en mitad de la noche y entonces escuché el quejido de un animal.  Atenta, dejé de oírla al poco rato, así que me volví a dormir.
Al abrir la puerta de mi casa por la mañana, me encontré una mochila tirada en el jardín de la entrada.  La abrí con miedo y dentro de ella encontré a un pobre gato, agonizando.  Se había golpeado la cabeza con el impacto de la caída.  ¡Qué poca sensibilidad tiene el ser humano!


MIRADAS de Maruca Morales




Cuando se abrió el telón y salieron los actores a escena, yo la miré a los ojos y ella me dijo: “Perdón, señor”.
-¿Perdón por qué? – le contesté enseguida –Perdón tendría que pedirte yo a ti por el atrevimiento de mirar unos ojos tan bonitos como los tuyos y haberme quedado perdido en tu mirada.  



¡QUÉ OLVIDO! de Águeda Hernández




Había quedado en la playa al atardecer.  Luis llevaría puesto un diminuto bañador color escarlata porque, según él, ese color destacaba más su piel morena.  Ana iría con un traje de baño de una pieza, como correspondía a una mujer recatada como ella; el que le había recomendado la vendedora, casi no lo ve, ¡hecho con unas tiritas tan finas!.
-Si necesitara hilo dental, habría ido a la farmacia –le dijo a la dependienta, al tiempo que se lo devolvía.
La tarde refrescaba y ella estaba nerviosa, pendiente de por donde vendría él, mientras se anudaba el pareo.  Se preguntaba cómo sería, porque solo se conocían por fotos.
-¡Oh! ¿Qué veo? – exclamó colocando sus manos en la boca para que no le saliera el grito de ¡admiración!. –Sé que es Luis.
Él, de lejos, también la observaba seguro de que era ella. 
Corrieron uno hacia el otro y, fundiéndose en un abrazo y casi sin mediar palabra, sólo atinaron a decirse a dúo ¡te quiero, te quiero!.
Luego, sin más, salieron de la playa, alquilaron un coche deportivo y subidos en el, se fueron a la ciudad.
Al llegar al hotel, se percataron de que se habían olvidado el equipaje en la oficina de alquiler de coches.  Luis quiso disculparse y le comentó al empleado que estaban de luna de miel.
-Ah!, ahora entiendo porque olvidaron su equipaje. ¡No necesitan ropa!


EN LAS NUBES de Zuleima Reyes




María, a través de sus cartas, presumía de estar siempre en las nubes.  Álvaro creía que ella hablaba de estar siempre despistada, pues últimamente la notaba distante.  Sin embargo, cuando fue a visitarla, constató que, de lo que ella hablaba era de que sus sueños eran menos profundos, lo que impedía buscar en ellos cosas que contar por carta a su otro yo. Álvaro seguiría esperando por materia narrativa.

LLEVARSE EL GATO AL AGUA de Alicia Carmen





El día que me habló de que se llevaría el gato al agua, yo pensé que iba a castigar a nuestra querida Minina por haber vomitado sobre nuestro sofá, cuando en realidad, lo que él quería decir era que, posiblemente, se llevaría a su secretaria a un viaje al Caribe; y todo por hacerme rabiar.

ESTAR EN LAS NUBES de Elena Castañeda




María, a través de sus cartas, presumía siempre de estar en las nubes.  Álvaro creyó que ella hablaba de que no se enteraba nunca de las cosas que tenía que hacer.  Sin embargo, cuando fue a visitarla, constato que de lo que ella hablaba era de que estaba leyendo un libro tan maravilloso que se encontraba en las nubes.


QUEDARSE DE HIELO de Esther Morales




Dijo haberse quedado de hielo y su marido, al teléfono, no pensó otra cosa que lo que ocurría era que su esposa estaba con la libido baja.  Fue por eso que, al llegar a casa, no diera crédito, al ver que su mujer, efectivamente, había sido un bloque de hielo, pero enfrentándose sola a un ladrón que había entrado a robarles.


EN LAS NUBES de Juani Hernández




María, a través de sus cartas, presumía siempre de estar en las nubes.  Álvaro creyó que ella hablaba de que sufría de falta de atención, sin embargo, cuando fue a visitarla, constató que, de lo que ella hablaba era de que vivía en el piso 80 de un rascacielos.




domingo, 20 de enero de 2013

LA CONVERSACIÓN de Clotilde Torres




Han pasado años y, a pesar de ello, aún recuerda su cara de asombro.  Hacía unos meses, se había  fijado en un chico que siempre cogía el autobús una parada más abajo que la de ella.  Como buena observadora, sabía que le gustaba y que estaba esperando el momento propicio para acercarse a ella.  Ese día, se bajaron los dos en la misma parada.  La chica salió rápidamente y él detrás con otros compañeros.  Al llegar al semáforo, ¡qué casualidad!, estaba en rojo.  Se acercó a ella.
-¿No le parece que ya es hora de que empecemos una amistad? Nos vemos cada día y ni siquiera nos saludamos –le dijo él, mientras ella no salía de su asombro.
¡Con lo tímido que parecía!                         
-Pues la verdad, no me había fijado, pero le digo que mi amistad no se la niego a nadie.  Bueno, ¡hasta mañana… si coincidimos!
-Eso espero –contestó él –pero, mira, si no tienes mucha prisa, te invito a lo que quieras y charlamos un rato.
Ella pensó, ¿y de qué hablo yo con éste, que no conozco de nada?, sin embargo, aceptó.
Él empezó diciendo que había tenido mala suerte con sus parejas y que ella le parecía una persona muy agradable, que seguramente le entendería y podían llegar a algo más que una amistad.
-Ah no!, yo tengo novio –le dijo ella –pero si necesitas un psicólogo, tengo un amigo que te ayudará.
-No, mujer, no me hagas esto, un amor se deja por otro.
-¡¿Qué dices?!, ¡De verdad necesitas un profesional.
Y se largó para siempre, dejándolo solo en medio de aquella conversación.



jueves, 17 de enero de 2013

DESCONOCIDO de Zuleima Reyes




La brisa de la noche besaba mis mejillas, rociándolas con finas capas de lluvia que recorrieron cada fibra de mi ser, haciéndome sentir útil, libre e increíblemente bien.  Pero esa ensoñación poco dura si, ante un cambio inesperado, toda mi atmósfera se altera y, bajo el embrujo de un paraguas, ese desconocido al que estaba a punto de besar, se marcha, como la lluvia en verano o, como lo que es; un sueño inesperado.

EL REFLEJO de Maruca Zamora




Al pasar por el salón de mi cada, me quedo contemplando el espejo que allí está.  Admiro su bello diseño, de estilo antiguo, muy tallado, de color jade oscuro.  Siempre me ha llamado la atención y no paso cerca de él sin mirarme y me digo, ¡estoy guapísima a pesar de mis años!.
Todos los días me lo repito.  Yo veo las arrugas, pero por mi interior el tiempo no ha pasado y cuando tus hijos te dicen ¡mamá, qué guapa estás!, ese día más joven te sientes.
Un día, al levantarme y mirarme en él, pensé, el espejo tiene arrugas pero no son las mías, son el reflejo de la cortina que está detrás de mi. ¡Dios, cuántas tiene y yo no me había fijado!
De todas maneras y pese a ello, yo me sigo sintiendo guapísima porque, indudablemente, las arrugas del espejo son el reflejo de la cortina, sólo eso, nada más.


MENOS ES MÁS de Lilia Martín Abreu




Cuando llegué en la madrugada, ella estaba allí, esperándome.   La contemplé desconcertado, al mismo tiempo que, el niño que fui, me tomó por sorpresa, invadiendo de alegría e inocencia todos mis sentidos.  Cuando yo era niño, mientras esperaba emocionado la noche de reyes, los ojos me brillaban y el corazón bailaba eufórico en mi pecho.
La tomé entre mis manos y la examiné con agrado, a la vez que me preguntaba cómo algo tan humilde y sencillo, podía transmitir tantas emociones, a mis años.  Sólo eran unas simples y pequeñas bolsitas de caramelos que, con mucha sutileza, esperaban colgadas de todos los pomos de las puertas del edificio, el día de Navidad.  Las había dejado, hábilmente, papá Noel para todos los vecinos.
En estos tiempos, donde la tecnología ha desplazado la algarabía de pitos y tambores que antes alegraban y contagiaban de magia la mañana de reyes, a mí me alegró esa bolsita de caramelos y creo que a mis vecinos también.
Gracias, papá Noel, por haberme dado unas horas de infancia.

EL PARAGUAS de Ana Rosa Benítez





Esta es la historia de mi vida, la de un paraguas aparatoso, torpe y grande que nadie quería utilizar.  Yo, un objeto inanimado pero con sentimientos, guardado en la oscuridad del armario, pasando los años y envejeciendo sin ver cumplida la misión real de mi existencia.
Oía exclamar a mis dueños, con el dolor de mi corazón.
-¡Es que es demasiado aparatoso! ¡Si no fuera tan grande!
Y a mí me hubiese gustado contestarles.
-Pero, ¿no se dan cuenta que yo les puedo proteger más y mejor?
Hasta que un día…
-¡Mamá, mamá! ¿Quién ha utilizado el paraguas grande?
-Nadie, hija, nadie.
Y me ha sacado de armario.
-¡Es qué está mojado!
-¡Eso es imposible, hija!
Por fin, el paraguas,-yo-,  se había sentido útil, aunque fuera con sus propias lágrimas.



DE ESPÍRITUS de Clotilde Torres





No lo sé, pero cada vez que ella miraba para el cielo, descubría algo nuevo.  Esa vez en concreto, decía que alguien la miraba.  Claro, le contestaba su hermana mayor, te miran y protegen todas las personas que te quieren. ¿Y por qué no vienen para que yo las vea y así poder hablar con ellos?.  Te explico, es de lo que alguna vez has oído hablar…, los espíritus.  Sí, ya, cuando abuela me dice que estoy tan flaca como el espíritu de las golosinas.  A la hermana no le queda otra, pues no sabe como responder a la niña y coge ese camino para desviar la conversación.  Ves, cuando alguien dice acalorado, calla ya, eres el espíritu de la contradicción o qué pobre de espíritu eres, levanta el ánimo hombre.  Mira hablando de eso, te digo una muy bonita, ¿el espíritu de las flores es el perfume?. ¡Esa sí me gusta!.  Bueno te voy a decir dos más que me gustan mucho, pero que tú todavía no lo vas a entender, ya te lo explicaré con el tiempo, ahí va: en las leyes se ha de entender más el espíritu que a la letra.  Sí…  y… el espíritu es inteligente pero la carne es flaca, dijo Jesús.  La pequeña se queda mirando a su hermana. Ya sabes, dile al espíritu de tu inteligencia que no se olvide de explicármelo. 


EL PARAGUAS de Águeda Hernández




Soy un paraguas, ¡como una cosa más!.  Como es lógico, paso mucho tiempo guardado en el segundo cajón del mueble que se encuentra en el vestíbulo.  Ese que solo se abre de año en año, cuando llegan las primeras lluvias.  Somos varios, en realidad.  Todos los años pasa lo mismo; mi señora, cuando sale a la calle en estos tiempos, se olvida de llevarme.  ¿La solución?, ¡comprar uno baratillo!.  Así que aquí los hay de todos los colores y razas: como un bazar en casa.
Al llegar el invierno, empiezan las manos, que no son otras que las de los hijos de mi señora, a despertarnos de un largo sueño.  Son ellos quienes primero nos necesitan.  Si llegan visitas y al salir, llueve, echan mano del cajón de los paraguas y así todos los días, hasta que terminan con todos.  ¡Ah!, pero a mí no hay quien me toque, presumo de ser el preferido de mi señora; llevamos mucho tiempo juntos.
He de decir que, últimamente tengo la sensación de que los tiempos románticos de nosotros los paraguas, están pasando.  Pronto seremos ¡una cosa más!.  Yo estoy vivo porque mi señora se sirve de mi con todo cariño, de lo contrario sería tirado a un contenedor con las varillas –que son mis costillas –retorcidas de dolor.  Por eso, como viejo paraguas que soy, veo a las parejas de hoy, cada uno con su propio paraguas.  Así es imposible llevar juntos sus cuerpos o caras.  Muchos años atrás, si alguna pareja tenía la suerte de tener uno, cruzaban sus brazos por la cintura, unían sus cuerpos y mejillas y se guarecían bajo el paragua.  Con ello tenían ocasión –como hacen los pajaritos enamorados –juntar sus cabecitas y darse piquitos.  Ahora, si de casualidad una pareja va bajo el mismo paraguas, escuchas que uno le dice al otro, ¡eh, tú! ¿para ti solo y yo fuera?, me veo toda mojada, egoísta.  Como les digo, ¡se está muriendo el romanticismo!
¿Quién no recuerda aquella escena del guapo y galante actor bajo su paraguas, llevándolo cariñosamente en sus manos, como si de una pareja se tratara?.  ¡Cantando bajo la lluvia, en la noche, alrededor de una farola encendida! Actor y paraguas, ambos bailando al son de la música.  Después de aquello y hasta la fecha, jamás he vuelto a ver una escena parecida, ni un paraguas con tanto protagonismo.




LA CONVERSACIÓN de Maruca Zamora




Juan caminaba por la calle, rumbo a su trabajo, cuando se encontró con su amigo.
-¡Hola Felipe! ¿Qué es de tu vida?
Se abrazaron con emoción.
-¿Cuánto hace que no nos vemos? ¿Y la familia cómo está? ¿Y la prima Rosita?- preguntó sin tregua Juan.
-Juan, sabes que yo estaba loco por ella pero no me hacía mucho caso y me cansé de esperarla –le contesta Felipe –se casó y tiene un niño.
-¿Tú trabajo cómo te va?
-Regular –dice Felipe –pendiente de despido, la empresa está haciendo limpia y me temo que me va a tocar quedarme afuera.
-¡Qué desgracia! –comenta el amigo – yo no estoy mejor.  Hace un año que busco trabajo y no he tenido suerte.  ¿Tomamos un café y recordamos viejos tiempos?
Con el café, siguieron la conversación.
-¿Estás casado, Juan?
-Sí, pero mejor no lo hubiera hecho.  Después de un tiempo en que todo iba bien, un día mi mujer desapareció, dejándome solo con la educación del hijo, el futuro de la familia y las deudas. Estoy hundido.  Vivo en una incertidumbre día a día.  Ojalá las cosas cambien –mientras habla, Juan saca una foto de su cartera.  Una foto de su hijo donde también está ella.
Cuando Felipe la ve, calla.  Quiere marcharse, ya la conversación no le interesa.  Acaba de enterarse de que la desaparecida esposa de Juan, hace dos años que duerme en su cama.


AQUEL OLOR de Clotilde Torres





Es increíble que un olor despierte tantas sensaciones.  A los amigos se les diferencia por su perfume.  Te tapas los ojos y sabes quien viene.  Las madres, ellas huelen muy bien siempre y, no digamos cuando llegamos a la calle, el olor a lejía de los baños, de ese conejo en salmorejo o de pescado encebollado.  También cuando sales al patio, llega a ti el olor a ropa recién lavada y entonces me acuerdo de la casa de mi abuela.  Por la noche, el aroma de la famosa tortilla y al salir al jardín, el de mi queridísimo jazmín, llena mi pensamiento y me transporta muy lejos, a mí en particular, a los cuentos de la Alhambra.

LA DESPEDIDA de Maruca Morales





Había pasado tres años desde que Jorge se fue a trabajar a otra isla, dejando a su mujer y a sus hijos, con la esperanza de arreglar los problemas económicos que tenían.  Tuvo suerte porque consiguió trabajo enseguida.  Echaba mucho de menos a su familia, aunque estaba contento de trabajar en aquella finca, a pesar de que le costó mucho adaptarse a estar con gente desconocida.  Todas las semanas cobraba su salario y enseguida se lo mandaba a su mujer.  También le enviaba una carta diaria.
Así fue hasta que, poco a poco, fue fallando, igual el dinero que las cartas.  Los hijos decidieron ir a ver al padre y lo encontraron muy desmejorado.  Le propusieron entonces que regresara a casa, que ellos se harían cargo del  trabajo y mandarían sus salarios a su madre y a él.  El padre les contestó que aquello era imposible, llevaba mucho tiempo enfermo y no se iba a presentar así a su mujer. 
-No puedo más, tu madre que cargue con los problemas de la casa y con todo lo demás, hasta aquí he llegado, adiós –les dijo a sus hijos, y se largó, dejándoles toda la angustia de que él se desprendió, haciéndoles vivir en la incertidumbre el resto de sus días.



¡QUÉ CASUALIDAD! de Zuleima Reyes





Tan feliz estaba yo que casi no me di cuenta de que mis pies habían despegado del suelo. Como si de un chiste se tratara,  de mi boca comenzaron a salir unas estruendosas carcajadas que me dejaban sin aliento, por momentos.  Al cabo de un rato de extraña felicidad, quise ajustar mi vestido, pero fue ahí cuando me di cuenta de que esa sensación de estar volando, no era un sueño; mi paraguas cargaba con mi peso y, mis alentadoras ganas de llegar al que fuera mi destino, aumentaban en relación al tiempo que pasaba allí arriba.  Y es que… ¿quién me iba a decir a mí que yo sería esa tal Mery Poppins?



EL PARAGUAS de Alicia Carmen




Siempre que pienso en un paraguas, lo asocio con el mal tiempo y a la vez con alguna novela de misterio y suspense…, pero no, los años vividos me han enseñado que no se pueden hacer suposiciones.
Cuando recibí la llamada de mi hija anunciando su visita a nuestra casa, con su nena de cuatro años, pensé: esto es un regalo de Navidad en el mes de mayo.  Empezamos a hacer preparativos y a la pequeña, le compré una linda muñeca, pero al lado, en la juguetería parecía que me hacía guiños, un paraguas infantil de color azul con dibujos de mariposas de todos los tonos.  Sin dudarlo, lo compré también.
Cuando llegaron nuestras esperadas visitantes, me hizo mucha gracia que mi nieta Isabel, se sintiera atraída inmediatamente por el paraguas de mariposas.  Se volvieron inseparables, lo llevaba a todos lados.
Un día, mi hija debía ir de compras y nos encomendó el cuidado de la nena. Claro, dijimos, la llevaremos de paseo a la avenida de enfrente; está preciosa con sus laureles de indias, hibiscus de todos los colores, banco y un kiosko.
Antes de salir, mi hija la dejó vestida con un trajecito de alegre estampado con lazos en los hombros y con unas cholitas rosadas.
Estábamos todos orgullosos de pasearla con lo guapa que estaba. ¡Sin paraguas no voy!, dijo decidida.  Así será, le contestamos.
Cuando la niña vio la rambla llena de flores, árboles inmensos y el agradable sol sobre su piel, abrió el paraguas y empezó a correr y a cantar.  Yo solo veía unas cholitas rosadas que volaban, y la voz de la nena a pleno pulmón que decía: Dicen que las tortugas son lentas, lentas, lentas y yo soy rapidita… y yo soy rapidita, y ¡qué le voy a hacer!.
Una vecina pasó en ese momento, muerta de la risa, viéndonos a mi hijo y a mí todos colorados corriendo detrás de la cholitas rosadas.  Cuando recuperamos a Isabel, le compramos un helado y decidimos regresar.  Afortunadamente se quedó muy modosita en la acera, esperando el cambio de semáforo y con su paragüitas desplegado, volvió a cantar con entusiasmo, dejando admirados a los paseantes y a nosotros fascinados, la siguiente estrofa:
Dicen que los monitos son feos, feos, feos, pero
yo soy bonita… ¡y qué le voy a hacer!



jueves, 10 de enero de 2013

PÉTALOS DE ROSA de Águeda Hernández



Bruno condujo, sin rumbo, durante horas, repasando mentalmente las mismas escenas: el primer beso de Sofía, su esposa, el día de su boda, la construcción de la casa de sus sueños…  Se le encogía el corazón recordando imágenes de sus seis años de matrimonio.
Unos cinco meses antes, Sofía le había descubierto un amante.  Aunque ya había puesto punto final a su relación, su infidelidad había lastimado profundamente a su esposa y por eso, temía perder a Sofía para siempre.
Aquella noche, había intentado una vez más recuperarla.  Cuando ella regresó del trabajo, la recibió con la bañera llena de agua caliente y pétalos de rosa, pero Sofía rechazó sus insinuaciones, lo que provocó una discusión.
-Parecía que nos amábamos mucho –se lamentaba ella –¿por qué me siento tan sola por las noches aunque él esté junto a mí? ¡El matrimonio tiene que ser algo más que esto!
Bruno salió furioso de la casa y se fue en la camioneta.  A muchos kilómetros de allí, rompió a llorar. ¡Cuánto la amaba!. Dio media vuelta y regresó.
El amanecer le sorprendió sentado en el vehículo, frente a su casa.  Poco después, se abrió la puerta principal y una Sofía sonriente empezó a caminar hacia él.


¡COMETAS DE ILUSIÓN! de Juani Hernández







No sabía cómo terminaría ese día, pero pensaba disfrutarlo como una niña, con añoranza de mi infancia y de mi familia.
Un día, hace ya muchos años, propuse al Club al que pertenecía en aquel tiempo, organizar un concurso de cometas, como actividad de verano.  Eso sí, tendrían que participar los padres junto con los niños, ayudándoles a confeccionar las cometas. 
Sería, sin dudarlo, como hacíamos mi hermana Nancy, mis primos y yo misma, cuando éramos pequeños.  Una escoba vieja de mi abuela Juana, papel de seda de colores, comprado en el estanquito del barrio, hilo de paquetes, trapos viejos y, sin olvidarnos de usar como adhesivo, una papa guisada.
Mi propuesta fue aceptada por la directiva del Club, con gran sorpresa para mí.  Así que, ¡manos a la obra, a trabajar, niños y padres!.  Mis hijos y yo nos dispusimos a preparar, con gran ilusión, nuestra cometa, con cañas, trapos, hilos… ¡cuántos colores, qué alegría!.  Cada día, mis hijos traían nuevos amiguitos para que yo les ayudara, pues sus padres, supuestamente… no recordaban cómo se hacían las cometas.
Llegó por fin el día señalado y, con suerte, el Puertito de Güimar nos brindaría una de sus habituales mañanas de viento que, normalmente, detestábamos pero fue bienvenido aquella ocasión.
Fue grande la sorpresa que recibí, cuando en el lugar acordado, había más de cien cometas compitiendo para ver cuál de ellas volaría más alto.  ¡Qué emoción!, ¡qué precioso día de verano!.
Aún hoy, esos niños que ya son padres de otros niños, me ven y me recuerdan aquel maravilloso día y lo divertido que fue.  Al oírlos y también hoy, al recordarlo, me siento libre como una cometa que vuela por el cielo.


MIS PRIMERAS ZAPATILLAS de Mercedes Álvarez


                                                                              

¡Qué bonitas zapatillas!, pensé al verlas en el escaparate y, a continuación, seguí diciéndome a mí misma, ¡oye, pero si tú nunca has tenido unas zapatillas!.  Es verdad, me contesté de nuevo, haciéndome una pregunta inmediatamente después, ¿y por qué no te las compras, qué te lo impide?.  Volví a fijarme en las zapatillas que tenía delante de mí, otra vez.  Frente al escaparate de la tienda donde me encontraba, me dije, ¡tienen el taconazo que me gustaría ponerme, un color marfil precioso…! ¿qué esperas para comprártelas?.
Entré en la tienda y, nerviosa, pregunté señalándolas, ¿tiene usted el número 39 de estas zapatillas, por favor?.  La señorita que me atendió me pidió que la disculpara un segundo y entró  al almacén.  Yo quedé muy inquieta, esperando y rogando que me dijera que sí, que las tenía en mi número.  ¡Dios, qué alegría me dio cuando la vi llegar con un par de zapatillas en las manos y me pregunta, ¿son éstas?, sí, sí, le contesté rápidamente. Entonces, ¿se las lleva?, volvió a interrogarme, ¡claro que sí, las compro, las compro!  Por fin iba a tener mis primeras zapatillas.