jueves, 28 de febrero de 2013

ESTEBAN NOSELOCREAN de Maruca Zamora





Esteban apareció un día en mi pueblo.  Simpático pero un poco conflictivo, siempre estaba enredado en algo.  Pronto, los vecinos se dieron cuenta de que Esteban era muy mentiroso, tanto que no se le podía creer nada de lo que dijera, aunque él, se creyera sus propias mentiras.
Empezó diciendo que era vendedor de coches.  Mostraba catálogos y si alguien quería alguno, le tramitaría todo, según él, pero todo formaba parte de sus enredos.  De repente, era visitador médico y con maletín en mano, recorría puestos de salud, pequeños dispensarios de otros pueblos y en ese trajín, llegó a sentirse médico.  Por los pueblos más perdidos, iba visitando a personas y les recetaba aspirinas y poco más.  Así pasó un tiempo hasta que en una de sus aventuras lo denunciaron y con esa denuncia llegaron otras por diferentes engaños y por ellas pagó doce años de cárcel.
Él se creía sus propias mentiras hasta convertirse en un mentiroso compulsivo.  En el pueblo lo recuerdan como Esteban Noselocrean.


PEPA SINSUERTE de Esther Morales





Era una niña guapísima; rubia con ojos azules, luminosa.  Nos alegraba la vida cantando y bailando en la gran pantalla.  Todas la envidiábamos porque creíamos que era una niña feliz.  Tenía todo lo que a la mayoría de los esa época nos faltaba: cosas bonitas, comida, viajes, ropa y zapatos caros y bonitos.  A todas se nos iban los ojos detrás de tantas preciosidades.
Pasados los años, nos enteramos que esa felicidad no existió realmente; era todo falso.  La separaron de sus padres y familiares y sólo la hacían trabajar muchas horas al día.  Tenía todos los lujos imaginables, pero le faltaba cariño y el amor desinteresado.
No es de extrañar que esa niña, llamada Pepa Flores, Marisol, años más tarde, se retirara a la vida privada y no  quisiera saber nada del glamur y la vida pública.



miércoles, 20 de febrero de 2013

¡AQUELLOS CARNAVALES! de Juani Hernández




-Quisiera que alguien me dijera por qué –dije, observando con desconsuelo- ¡Qué pena, ya no es lo mismo!.
Siempre me ha gustado el carnaval, desde que era muy pequeña.  Mi hermana y yo, al llegar estas fechas, corríamos a disfrazarnos, con pocos recursos, pero con mucho ingenio, sin importarnos que habían sido prohibidos por el gobierno…, nosotras ¡no sabíamos ni lo que era el gobierno!.
Nos poníamos un traje viejo de mi abuela, de color negro (bueno, a decir verdad ella no tenía vestidos de otro color), un pañuelo en la cabeza y nos pintábamos la cara con un corcho tiznado.  De esa forma, pensábamos que nadie nos reconocería.  Salíamos a la calle y, de puerta en puerta, íbamos tocándole a los vecinos, gastándoles inocentes bromas.  A cambio, ellos nos daban un puñado de almendras y algunos higos pasados.  ¡Esos sí que eran carnavales!.
Hoy, todo es diferente…  Se sale tarde, cuanto más tarde mejor; casi al otro día… Mientras el tiempo pasa, se entretienen tomando algunos ¿refrescos?.  Ya no se bromea y si se hace, no sentaría bien o se les ocurriría alguna grosería de mal gusto. ¡Qué desconsuelo, ya no es lo mismo!.



POR SER TAN PEQUEÑOS de Clotilde Torres




Yo quiero participar en el concurso de murgas, ya soy mayor, tengo ocho años, puedo entrar en la murga infantil, mis piernas no son ningún impedimento, le decía Ángela a su padre. 
No te preocupes, voy a hablar con el Director, seguro que te coge este año, además eres muy inteligente y ya cantas algunas letras tuyas, le respondía el padre.
¡Uy, uy, papá! sí, vete ya que hoy empiezan los ensayos.
Y llegó el día tan deseado por Ángela, por fin participaría en la murga de su barrio.  Cogió sus muletas y se dirigió al centro.  Sus amigos se pusieron muy contentos, cuando la vieron todos la besaron y le dieron la bienvenida.

Por ser tan pequeños
nos toman el pelo,
nos dejan a un lado,
sin colegios.
Para la enseñanza
dinero han dado,
digan donde está,
porque ha volado.
.

No fue agradable oír aquello en voz de niños inocentes, pero el problema está ahí y ellos lo viven.  Está en el ambiente.



CARNAVAL de Alicia Carmen



Siempre pensé que aquello era fácil, hasta esa tarde.  Ahora lo estaba viendo con claridad meridiana; se había sobrevalorado, no iba a poder hacerlo.  Era imposible llevar a mis tres hijos a sus respectivas fiestas de carnaval, en diferentes puntos de la ciudad, a la misma hora y disfrazados. ¡Vaya congestión de coches!, todas la madres estarán en la misma situación.
Mi hijo Miguel quedó de maravilla con su disfraz de mosquetero.  A mi hijo Joaquín, el disfraz de supermán lo puso más travieso que de costumbre.  Esa S se veía hasta en la Patagonia.  Mi hija Pili esperaba impaciente, con su precioso vestido confeccionado por su abuela.  Al verla tan hermosa, saqué rápidamente el estuche de maquillaje e inspirándome en la enciclopedia familiar, transformé el rostro de mi pequeña en la enigmática Cleopatra. 
Abordamos el coche y yo también me disfracé: me puse la careta de señora calmada y segura.  Bien diferente a lo que sentía por dentro.  ¿Llegaría a tiempo a los tres destinos?.
El primero fue Supermán.  Salió disparado del coche con su capa flotando al viento y me mandó un beso desde la otra acera.  El segundo fue el mosquetero con su aire de circunstancias, elegante y distinguido.  Y la nena me preguntó : ¿llegaremos a tiempo?.  Recordé que al ser un colegio femenino, todas se estarían acicalando y no había tanta prisa.  Así es que ella bajó con todo la serenidad de una reina egipcia, sus ojos mirando de soslayo, la melena moviéndose suavemente; era todo un espectáculo.  Y yo por fin me despojé de mi máscara y me permití llorar.  Lo había logrado.
No sé si estos trajes de carnaval han influido en sus vidas, quizás, pero en la mía sí.  Nunca podré olvidar que ese día, por unos instantes, me sentí una super-mamá.

martes, 19 de febrero de 2013

PERSONAJES EN EL PARQUE de Maruca Morales




Una  tarde muy fría, estaba en casa sin ganas de hacer nada.  Me estaba quedando dormida, así que me asomé a la ventana para entretenerme.  Pesé al frío, el día estaba claro y brillante.  Eso hizo que decidiera coger a mi perrita Niña  para salir a pasear con ella por el parque.  Cuando llegamos, ella salió corriendo, a jugar con un grupito de niños que estaban por allí.  Junto a ellos había una joven que parecía estar al cuidado de todos aquellos pequeños.  Le pregunté si no tenía miedo de que se le perdiera alguno y me dijo, qué va, son mis amiguitos y van conmigo donde yo voy y ahora mismo vamos a ir a  la zapatería de enfrente, a comprar zapatos para todos.  Fue entonces cuando caí en cuenta de quienes eran:  Blancanieves y los siete enanitos.



PERSONAJES EN EL DIARIO DE SANDRA de Lilia Martín Abreu


PERIODISTA:          
Es un honor para el diario, hoy día de los enamorados, contar con sus máximos representantes: Romeo y Julieta.  ¡Bienvenidos!.  Los veo muy bien para tener entre manos un drama que ya dura cinco siglos.  ¿Cuál es el secreto para mantenerse tan lozanos, a pesar de las adversidades y el paso del tiempo?
JULIETA:                                                      
Es obvio que es el amor, él ilumina nuestros días.
PERIODISTA:
¡Qué romántico!.  Y díganme, ¿siguen viviendo en Verona?
ROMEO:
No, esos fueron nuestros antepasados, los de la época del renacimiento.  Nosotros vivimos en Benijo, un caserío en Anaga, con difícil acceso para que la familia no nos visite.  Como sabrán, son un poco conflictivas.
PERIODISTA:
¡Muy inteligente!  Y vuestros padres, ¿aún siguen siendo enemigos?
JULIETA:
Yo diría que aún más, porque ahora son hostiles y rivales; sus empresas son competencia directa.  Mi padre es el accionista principal de Appllee y mis suegros de SAAMSUUUNGG.
PERIODISTA:
El drama continúa entre ellos, por lo visto.  Y ustedes, ¿cómo llevan su vida en la época moderna que vivimos?  Cuéntennos un poco.
ROMEO:
¿Cómo la vamos a llevar con esta crisis?.  Mire usted, nosotros nos compramos una casita monísima con balcón y todo en Benijo, un lugar paradisíaco, donde viven los amantes, pero de la naturaleza…  El problema es que nos quedamos en el paro los dos y el banco nos quiere quitar la casa.  Fray Lorenzo, para ayudarnos, nos dio un brebaje para hacernos pasar por muertos.  Él dijo que si nosotros moríamos, el seguro pagaba la casa, pero el banco se enteró y el seguro también y fueron contra el fraile y la iglesia y se formó tal lío que hasta el papa tuvo que dimitir.
PERIODISTA:
¡Corten, corten!  ¡Esto es demasiado fuerte! ¡Corten!




QUIJOTE Y SANCHO PANZA EN UN SUPERMERCADO de Carmen Garcés Pujades




Un día, don Quijote y Sancho Panza entraron en un Mercadona.  Una vez dentro, don Quijote, asustado, le pregunta a Sancho
-Amigo, ¿por qué me habéis traído a este horrible lugar?
-Mi señor, con esto de la crisis, cada vez nos invitan menos a comer, así que no nos queda más que conseguir nuestros propios alimentos, además, a Rocinante se le ha terminado el pienso y vuestra armadura, con el paso de los siglos, ha perdido lozanía y brillo, así que aprovecharemos para comprar un bote de pulimento –le respondió Sancho
El recorrido se le hizo difícil al pobre Sancho ya que, por cada pasillo que pasaban, a don Quijote se le antojaba imaginar que monstruos horribles los acechaban: las verduras eran horrorosos habitantes del mundo subterráneo y las neveras de los congelados eran enormes dragones de hielo a punto de atacarlo.
Estaba el pobre Sancho Panza cansado ya de los desvaríos y gritos de su señor y de sus constantes llamadas de ayuda que, terminando por perder la paciencia, y con un tono mezcla de enojo y resignación, en respuesta al último grito de auxilio que don Quijote le acababa de proferir, sólo atinó a responderle:
-Mi señor, ¿qué preferís, cocacola o fanta?



SAIDA de Eva Mª Sacramento Delgado





-Quisiera que alguien me dijera por qué –dijo Ángela, observando con desconsuelo como el disfraz de Saida se quemaba. mientras. Ángela tenía demasiados porqués: por qué el del barco tuvo que disparar sus torpedos contra aquella pobre chica, por qué continuaron con la gala de la elección de la reina del Carnaval.
Supo después que  Saida sufrió quemaduras en un sesenta por ciento de su cuerpo y que tuvieron que trasladarla a Sevilla. Los chicharreros tuvieron el corazón en un puño, deseando saber si Saida saldría de aquello, mientras se mantuvo cuarente y ocho horas entre la vida y la muerte.
Gracias a Dios, lo superó y el coso las murgas y las comparsas le hicieron un bonito homenaje.


¡Saida, recupérate pronto!





CARNAVAL de Ana R. Benítez




-Quisiera que alguien me dijera por qué –dijo Ángela, observando con desconsuelo ante la mirada de Teo, Julián y Álvaro.
-Lo siento, es culpa mía y solo mía –dijo Álvaro, angustiado ante tal situación. 
No se le ocurrió otra cosa que decir.
-Pero, ¿por qué lo hiciste? –insistió Ángela, con las lágrimas empañando sus ojos.
-No te sabría decir, fue un acto espontáneo –puntualizó Álvaro –Son de esos días que tiras cosas para llenarlas con otras.
-Pero ¿por qué no me consultaste? –seguía protestando Ángela.
-Yo pensé que te habías olvidado de ellos.  Hacía tanto tiempo que estaban en el desván… y yo necesitaba ese espacio.
Ángela seguía con mirada desconsolada, sin entender cómo se había quedado sin disfraz para correr los carnavales.



BLANCANIEVES EN UNA ZAPATERÍA de Carmen Fumero





Blancanieves llega a la zapatería del pueblo y ¡qué sorpresa se llevó al ver que la dependienta de la tienda era la Cenicienta!.  Ella iba buscando unos zapatos dorados y después de mostrarle muchos modelos, al fin de decide a probarse unos, pero le quedaban grandes, luego se probó otros, y le quedaron pequeños.  Cenicienta le aseguró que los zapatos le alargarían después de llevarlos puestos un buen rato, así que Blancanieves salió muy contenta llevando puestos sus zapatos nuevos.  A los pocos minutos, empezó una lluvia tan intensa que Blancanieves tuvo que salir corriendo hasta su casita.  Estaba deseando llegar porque parecía que los zapatos habían encogido; tanto que solo pudieron usarlos los enanitos.


miércoles, 13 de febrero de 2013

LA MUJER QUE COGÍA LA GUAGUA SÓLO LOS LUNES de Ana R. Benítez



                                                                              
Como todos los lunes, y sólo los lunes, a las ocho y media de la mañana, desde hacía más de tres meses, la veía entrar en la guagua con su pequeña maleta de color negro; el mismo color de su vestimenta y su cabello, y sus ojos, despeñados, se dirigían al vacío.
Como siempre, tomaba asiento en el primer lugar que encontraba libre, rehuyendo de la mirada de la gente.  Su presencia me resultaba tan enigmática, que quería saber más de ella.  Había decidido seguirla cuando se bajara en su parada, aunque eso me costara llegar tarde al trabajo.
La seguí durante media hora y ya estaba a punto de desistir, cuando se paró delante de aquel edificio frío, de planta cuadrada, con una torre y rodeado de jardines en los que destacaba sus centenarios cipreses.  Estuvo frente a él, impasible e inmóvil, durante unos minutos, hasta que se dirigió a la monumental puerta en forma de arco.  Antes de traspasarla, se giró y sus ojos se encontraron con los míos.  Esa mirada no era la mirada perdida  que estaba acostumbrada a ver en ella, aquella era una mirada que hablaba y me decía: “Ya sabes algo más de mí”.

El edificio tenia nombre: unas grandes letras que decían: CÁRCEL DE MUJERES.


DESENGAÑO de Mercedes Álvarez




Este ha sido  un mes difícil para mí.  Por razones de salud, he sufrí un traslado de servicio y centro de trabajo, pero no quise que fuera traumático sino natural.  Quise pensar que era para bien y empecé con ilusión y con ganas de aprender cosas nuevas .  Al principio, comprobé que así era y me alegró ver como me pusieron una compañera que iba a enseñarme.  Estaba muy contenta y ella y su ayuda me resultaron estupendas. Es verdad que la nueva colega tenía una forma de ser especial, pero no me importó pues confiaba en que eso no afectaría para nada nuestra relación laboral.
Los dos primeros días, marchó todo bien, e incluso me tomé a broma esa forma de ser tan particular y hasta llegué a decir, ¡caramba, que buena compañera!.
A partir del tercer día, todo cambió.  Su actitud se volvió brusca, grosera, hasta niveles desagradables.  Yo me preguntaba qué le pasaba a aquella mujer, si se habría vuelto loca o era así de mala persona y pésima compañera. 
Decidí llamar a la supervisora para hablar del tema junto con mi compañera porque no aguantaba ni un minuto más aquellas malas formas.  Le pedí a la supervisora que prefería que me dejaran sola que ya procuraría yo, como pudiera, sacar el trabajo adelante.
Así se hizo, de hecho, y ahora, después de aquel desengaño, me encuentro contenta y satisfecha en mi trabajo.


DESENGAÑO de Juani Hernández



Es honra del  maestro que el alumno lo aventaje .
 
Ella venía de una familia humilde y sencilla, pero no por eso carecía de grandes valores, humanos y sociales.  Creció en un ambiente de amabilidad y comprensión, siempre con la máxima de tratar a los demás como a sí misma, confiando en la bondad y en la gratitud de la gente, ayudando sin esperar a que se lo pidieran, agradeciendo lo recibido.
Pero ¡mira por dónde!, pasaron los años y fue conociendo a personas de diferentes culturas y estatus social y ella, convertida en una profesional muy solicitada y de cierto prestigio, tenía una larga lista de solicitudes de interesados en entrar en su taller. Por su trabajo, ella salía cobrar una cantidad de dinero más que razonable, ¡eso sí!, daba lo máximo de sus conocimientos, sin reservarse nada.
A algunas personas les resultaba difícil hacer ese gasto extra para su economía familiar y ella solía decirles que no importaba.  Las acogía de cualquier forma y de buen grado, aplicando los fundamentos de su familia, es decir, si no puedes pagar, pues no te cobro.  Los demás jamás se enteraron de eso.
He aquí que un día conoció a una persona aparentemente encantadora, dulce, amable y trabajadora que siempre le repetía lo mucho que le agradecía toda su ayuda.  Ella se decía, ¡qué alumna tan aventajada, que correcta, da gusto enseñarle.
¡Sí, si!, a espaldas de ella, sigilosamente, sin que se percibierade ello, esta persona fue hablando con cada una de las compañeras del grupo, ofreciéndoles su propio taller, uno que había montado con grandes ventajas sobre éste, donde cobraba menos, que ella misma las trasladaría, sin costo añadido…  ¿Imaginan lo que pasó?  Claro, se llevó a la mitad de las alumnas, por supuesto, a las que sí pagaban.  ¡Qué gran desengaño! Sí…  Es honra del maestro que el alumno lo aventaje, pero… ¡qué no lo apuñale!


martes, 12 de febrero de 2013

ILUSION DESILUSIÓN de Carmen Gohe




En el patio del colegio, sentada en un banco, Lucrecia pensaba dando vueltas a sus pensamientos.  Sus padres siempre le estaban diciendo que cuando terminara sus estudios, la carrera que debía estudiar era Derecho, para trabajar con él en su despacho.  Y Lucrecia, que siempre estuvo internada en un gran y prestigioso colegio para señoritas, callaba y no le contradecía aunque pensaba que se estaba equivocando.
Ella era muy buena estudiante y muy inteligente así que, llegado el momento, se decidió por la carrera de Químicas y sus padres ni se enteraron.
Pasó el tiempo y, al llegar a casa con el título en la mano, el padre se llevó una gran desilusión; no era lo que esperaba.  Lucrecia, que tenía carácter, trato de convencerlo  de que eso era lo que ella había elegido porque su ilusión era trabajar en los viñedos que la familia tenía abandonados.
Con gran tesón se puso a trabajar, buscó obreros que entendieran sobre viñas y sus cultivos y transcurrido el tiempo necesario, las cepas cobraron vida y empezaron a salir los primeros racimos de color verde que, poco a poco, fueron madurando ayudados por los rayos del sol.
Fue así como el padre de Lucrecia pensó que no se debían anular las ilusiones de los hijos, solo aconsejarles y dejar que ellos sean los que elijan como vivir su vida.


LA CASA de Águeda Hernández




Está situada en el campo.  Es mucho más callado que la ciudad, en medio de la naturaleza virgen, donde el canto de las aves que cruzan volando, es una delicia por la mañana al despertar, mucho mejor que escuchar el timbre del despertador, desde luego.
Las vistas, a través de las ventanas, pueden resultar carentes de interés para algunos.  No hay olas que embistan playas rocosas, ni montañas cubiertas de nieve, pero el entorno es arbolado y el inconfundible olor de las gardenias llega a mi nariz casi al mismo tiempo que su color, a mis ojos.
Si por las noches sales afuera, cuando la luna tiene ese brillo tan intenso, puedes ver como se ilumina la casa hasta el último rincón del jardín.
No, no se puede echar de menos, si no se conoce un amanecer veraniego en el campo, ni si no se ha disfrutado de esos maravillosos momentos de quietud.  Ni tampoco aquel que nunca ha esperado que se abra la puerta de la casa para que entre alguien que se sabe que vendrá con seguridad, porque esa es su casa, su refugio y porque sabe que alguien espera su regreso.
Alguna vez esa casa soñada tuvo llaves aunque nunca se han necesitado porque puedo entrar en ella cuantas veces quiera, solo tengo que buscar en mis recuerdos.




EL DESENGAÑO de Alicia Carmen




Ese día amaneció precioso; todo estaba bien en mi mundo.  Salí hacia el colegio y, como siempre, pasé por la sastrería de mi padrino.  Lo encontré con su guayabera de un blanco inmaculado, tomando café y fumando un habano, costumbres que  evidenciaban sus muchos años vividos en Cuba.  Al inclinarme a darle un beso, tropezaron mis ojos con una foto publicada en la primera plana del periódico.  Mi corazón empezó a latir con fuerza.  Era mi héroe, mi caballero seductor, el espadachín que siempre salvaba a las doncellas en problemas, era mi Robin Hood.  Para mi mal, se anunciaba en letras grandes:  AYER SE CASÓ EN LOS ÁNGELES EL ACTOR ERROL FLYNN, CON PATRICIA…no sé qué, y ya no pude leer más; mis lágrimas no me lo permitían.  Vaya, pensé, así es que no me esperó, ¡si ya tengo casi doce años!. ¡Qué triste me sentí, que vulnerable en mi fantasía!  Vi como si unas olas gigantescas destruyeran mi castillo de arena, mis ilusiones…, de golpe.
Creo que mi padrino se enteró del drama porque me dio una palmadita en la espalda y dijo algo así como: la vida no es fácil y las niñas como tú deben aprender mucho antes de considerarse adultas.
Afortunadamente, yo recuerdo que mi desengaño sólo me duró hasta el verano.

CUESTIÓN DE NÚMEROS de Zuleima Reyes




Once encuentros  fueron los que hicieron falta para un beso.
Once, los meses que tardaste en pedirme matrimonio.
Once, los días que pasamos de luna de miel.
Once de tus palabras, derretirían cualquier iceberg.
Once, las contracciones para recibir a nuestro primer hijo.
Once, las noches que llegaste tarde.
Once, las disculpas mal dadas.
Once, los golpes que recibí de tu mano, mano que me había amado
Once, los días que soporté después de tu último error.
Once, las veces que mi cuchillo atravesó tu cuerpo desterrándolo de mi para    siempre.
Fue un día 11, por cierto.

DESENGAÑO de Maruca Morales





Yo pienso que a lo largo de nuestras vidas, todos nos hemos llevado muchos desengaños de amigos, familiares, compañeros de trabajo, compañeros de viaje.  Uno de los más difíciles de digerir es aquel que te llevas con la que crees tu mejor amiga, a quien le cuentas, por eso, todos tus secretos, y pones toda tu confianza en ella.  Luego, cuando te enteras de que anda contando a cualquiera todo lo que le confiaste, el desengaño que sufres es el más grande, el más gigante que cualquiera pueda llevarse y yo… yo me lo llevé.





PUROS DESENGAÑOS de Lilia Martín Abreu







Últimamente, estoy viviendo una existencia de confusiones y desengaños  por culpa de varios factores; uno de ellos, es una prima que ha llegado sin ser invitada. Mis amigos me acosan diciendo “la prima acojona, es impredecible y variable y le gusta entrar en terreno negativo”.  Yo, pobre de mí, sólo me encojo de hombros, porque sé que tienen razón.
Mientras tanto, ella se codea y regodea en las altas esferas, haciendo estragos con sus vaivenes, acompañada de un pretendiente alemán al que llama, cariñosamente, Bonny.
A esta prima le gusta el riesgo y a mi me mantiene estresado, confundido y sin expectativas de poder aliviarme, porque no solo es ella, sino los recortes que tenemos en Sanidad, donde he sufrido el segundo desengaño procedente de una máxima autoridad que, haciendo honor a su apellido, nos recomienda santeros, sanadores y tacitas de agua hervida; ¡vudú y magia negra!, es lo que ella necesita para salir airosa de esa dolencia que tiene enquistada.  Tiene varios nombres eso que sufre, entre otros ¡bárçenas! y ese barÇenas ya ha empezado a supurar y a salpicar, debido a un montón de sobres que estaban por allí regados.
A mí todo esto me supera, es tanto el estrés que tengo, que mis amigos me están diciendo que ya no soy popular.



GREGUERÍAS IMPOSIBLES I




NIÑOPELOTA  de  Zuleima Reyes
Cuando la pelota tuvo dos años, le regalaron un precioso niño



VIEJANIEVES  de  Alicia Carmen
Blancanieves se mira en el espejo y se pregunta quién es esa vieja tan horrorosa


                                                
TELEFAMILY  de  Isabel Expósito
Obligado por la crisis, el televisor empeñó a la familia.  Ahora, en la más absoluta soledad, rumia solo las malas noticias.


jueves, 7 de febrero de 2013

MONÓLOGO de Zuleima Reyes




-         Han pasado los años y, a pesar de ello, aún te ríes.  Eres tan cobarde que te conformas con una mirada, un gesto o simplemente con que esté cerca de ti.  Ahora bien, sabes que se irá y tardará mucho en volver, tal y como antaño.  Volverás a mantener la boca cerrada, la mente reprimida por inútiles estereotipos sociales y la conciencia revuelta por obstaculizar a la verdad.  ¿Sabes sentir?

Él sacudió la cabeza en un gesto que asentía a su pequeña emisora, frágil y fuerte a un mismo tiempo, mientras ésta seguía sin detenerse.

-         Pues no lo parece.  Si sintieras algo, un ápice del dolor que yo siento, del amor que genero, de la felicidad que busco, sabrías que las cosas no son tan fáciles, que todo requiere un esfuerzo.
Tú ni siquiera te molestas en aparentar.  Las cosas no pueden seguir así porque el amor no dura lo que crees, un beso no lo arregla todo, ni tampoco destruye problemas.  Somos nosotros los que lo hacemos difícil.  Amar sin ser amado es duro pero amar para ser aparentemente correspondido, es terriblemente peor, ¿no crees?


El padre de aquella pequeña Emily de entonces entró en su habitación con lágrimas en los ojos recitando la frase “soy un cobarde”,  después de lo cual se largó para desaparecer hasta esta tarde.  Han pasado años, sí, pero aún lo recuerdo.



LA CONVERSACIÓN de Ana R. Benítez




Han pasado años y, a pesar de ello, aún se siguen amontonando en mi cabeza las conversaciones que yo mantenía con ella.
-¡Levántate, dúchate y sal a la calle!
-No, no quiero
-¡Tienes que enfrentarte a la vida, no estás muerta, despierta ya!
-Déjame en paz, la vida que quería vivir me ha abandonado.  No quiero otra.
-¡No seas cobarde, no permitas que la pena acabe contigo.  Tienes que continuar!
-¡Quiero que te vayas, déjame tranquila!.
-¡No! No me iré hasta que reacciones
-¡Vete o te mataré!
-No te atreverás.
Cogí lo primero que tenía a mano, una figura de un caballo de Lledró y se la lancé.  Al fin se había callado, aunque yo sabía que al día siguiente volvería.
Recogí los trozos del espejo roto.  Estaba harta de mi otro yo.


EN LA GUAGUA de Carmiña Gohe



Yo estaba en la guagua, cuando entró una mujer que, supongo, venía del mercado, por la compra que llevaba en la cesta; verduras, frutas, huevos…  Luego, siguieron subiendo distintas personas, algunas de otros países.  A mi lado, se sentó un italiano que me preguntó cómo podía ir a Puerto de la Cruz, que pensaba hospedarse allí para, en varios días, recorrer la isla de Tenerife.  Desde otros asientos, oía a jóvenes con el móvil a tope, sin que les importara molestar hablando tan alto, o que al resto de pasajeros no les interesara escuchar sus conversaciones.  Escuchando esas voces y en varios idiomas parecía que estábamos en una competición en la cual, los que íbamos calladitos, éramos los perdedores.Seguían bajando y subiendo otras personas en las diferentes paradas del recorrido.  Delante de mí se sentaron dos muchachas y, como llevaban carpetas y libros, supuse que eran estudiantes.  Así era.  Les oí comentar que el profe de matemáticas estaba guay y que iban a echarle los tejos, por ver si caía en la trampa. 
Lo más gracioso fue que, en la siguiente parada se sube otra joven que se sienta delante de ellas y, al cabo de un rato, un joven que acababa de subirse a la guagua, se acerca a ella.
-Hola, cariño –le dice - ¿Cómo has pasado la mañana?                     
-Bien, pero cuando lleguemos a casa, todo irá mejor –le contestó con picardía y complicidad.
Como ven, en un trayecto tan corto como Santa Cruz – La Laguna, hay distracción suficiente para pasar un buen rato.  También hay sustos…, con los frenazos del chófer, digo, que vi a  la pobre señora que venía del mercado, muy apurada porque los huevos se le iban a caer, ¡ rodando por el piso de la guagua!



ELLA de Clotilde Torres






Muchas mujeres le tenían un gran respeto y decían que les daba terror usarla.  Aún así, la compraban, guardándola en cualquier repisa.  Decían que algún día la utilizarían y respiraban de tranquilidad.
Sin embargo, para las más osadas, se puede decir, sin temor a equivocación, que con ella llegó a nuestras casas la máxima tecnología, como gran ayuda en la cocina.  Las carnes en menos de treinta minutos ya estaban listas, ahorrando tiempo y dinero.




CASO ANAIS de Alicia Carmen





Ana estaba desesperada.  Ya no podía más, así es que le informó a Rodrigo que estaba mareada y sentía que se iba a caer.
Él le reprochó que de repente se sintiera tan enferma, cuando no comía ni descansaba; Rodrigo creía que deliberadamente, para presionarle.
Ana le reclamó que él no se diera cuenta que ella, sin él, no podría seguir con aquello e insistía en no entender como Rodrigo iba a dejarla sola, precisamente en aquellos momentos.
Él insistió en que ella entendiera que si no marchaba pronto, ellos vendrían a buscarle.  Había demasiados cargos en su contra; la estafa había sido impresionante y quedarse allí más  tiempo no era una buena idea.
Ana quiso convencerlo, diciéndole que ella le serviría de escudo y que al verla, ellos serían incapaces de detenerle.
Luis no pudo dejar de lado la ironía, al preguntarle si ella de verdad creía que por ver su barriguita de nueve meses, de apiadarían de él.
Sólo al recordarle a su bebé, Ana pareció entenderlo.  A ninguno de los dos le gustaba la idea de que el bebé naciera antes de tiempo.




ENCRUCIJADA de Esther Morales




Luis estaba de pie, cerca de la ventana y de espaldas a Luisa.  Tenía lágrimas en los ojos porque no quería ser cruel con ella, aunque no le quedaba más remedio. 
Luisa se quejaba de sentirse mareada, como si se fuera a caer.  Él sabía que ella estaba débil a causa de su larga enfermedad y le recordó que debía comer bien y descansar.
Luis había ido a despedirse, en un acto de coraje, ya que la policía lo estaba persiguiendo por su último atraco a un banco.  Un amigo le había traicionado y ya casi estaban tras la puerta.
Luisa le suplicaba que no la dejara sola todavía, diciéndole que no podría salir de aquello sola.  Luis insistía en que debía irse, porque si no lo hacía, vendrían a buscarle y se lo llevarían a la cárcel.
Ella no quería entenderlo y persistía en la idea de que sería su escudo, que no permitiría que se lo llevaran, que lo protegería, que no le importaba morir por él.
Luis no quiere hacerle daño, no desea que sufra más de lo que ha sufrido, pero sabe que si hace lo que le pide, morirán los dos.
Luisa no quiere entender cuál será el final de esta historia.


ENCUENTROS de Ana R. Benítez




Patricia y Rodrigo estaban solos en la habitación; se habían asegurado de que nadie les viera juntos.  Ella le dice a Rodrigo que se siente mareada, con la sensación de que se va a caer.  Patricia pensaba que debía ser el efectos de las pastillas.
Rodrigo, amorosamente, le recuerda que ha estado muy enferma y que necesita comer bien y descansar para reponer fuerzas.  Ella, angustiada, le confiesa que no puede hacerlo sola y le ruega que no la deje sola todavía, que ella necesita su apoyo, su presencia.  Pero Rodrigo sabe que allí corre peligro, que irán a buscarlo si no se va.
Patricia se dirige a toda prisa hacia la puerta para no dejarlo marchar y le grita que no dejará que entren, que ella será su escudo y le pide, repetidamente, que la deje serlo.
Rodrigo siente la necesidad de estrecharla entre sus brazos, de besarla, de quererla, de cuidarla, pero sabe que debe marcharse.  Le mira a los ojos intensamente, y con un tono cargado de melancolía, le advierte que  ella sabe muy bien cual sería el final de la historia, si él hace lo que ella le pide. 
Y, claro que ella lo sabía.  Rodrigo tenía razón.
No le dio tiempo de salir de la habitación.  Los hombres de blanco entraron, esta vez con unas amarras.  Ya era la décima vez que escapaba de su celda –como él solía llamarla- del hospital psiquiátrico para colarse en la habitación de Patricia.


miércoles, 6 de febrero de 2013

CURIOSA de Mercedes Álvarez



Estoy aquí, sentada en el sillón de mi sala, dándole y dándole vueltas a la conversación tan tremenda que oí, sin querer, entre Lidia y Rodrigo, mis vecinos de piso.  No me extrañé, porque sé que ella ha estado muy enferma últimamente,  cuando escuché como ella le pedía que la ayudara, que se sentía muy mareada.  Lo que sí me preocupa y peor me ha dejado fue oír lo que Rodrigo estaba tratando de decirle a Lidia, aunque ella pareciera no querer escucharlo.  Él le repetía, una y otra ves, que por favor lo dejara ir, que no se lo pusiera más difícil, que ella sabía que si él se quedaba más tiempo en la casa, podían venir a llevárselo, que estar allí con ella era muy peligroso.
Y aquí estoy, preguntándome qué es lo que ha habrá hecho este hombre para tener que estar escondido y verse obligado a huir de su propia casa?


DILEMA de Juani Hernández




Ana sintió que todo le daba vueltas, como si en cualquier momento fuera a perder el conocimiento para caer al suelo, irremediablemente.   Rodrigo se dirigió hacia ella con gran solicitud y cara de desconsuelo, al mismo tiempo, recordándole que ella había estado muy enferma, que su salud se había resentido mucho y que necesitaba cuidados especiales, comer bien, descansar…, paz…
Ana le respondió que lo sabía, que sus palabras y cuidados eran excepcionales, que se lo agradecía de todo corazón, sin embargo, insistió en que no podía hacer aquello sola, que por favor la comprendiera, rogándole que no se fuera, que no la dejará todavía…
Rodrigo intentó hacerle comprender que no era posible, le recordó que pronto vendrían a buscarle y tendría que sufrir terribles humillaciones y, con tristeza, añadió que él bien sabía que ella no resistiría presenciarlo.
Ana suplicó, insistiendo en que no dejaría que ocurriera, que haría lo imposible para protegerle, para que no entraran, que ella sería un muro infranqueable, que por favor la dejara serlo.
Rodrigo le agradeció profundamente su sacrificio pero sentenció que  permitir tal cosa, tendría consecuencias irreparables para los dos, que incluso podría significar el final de su historia.  Sí, ser de izquierdas en medio de una terrible dictadura, haberse convertido en un ser incomprendido y perseguido, era una catástrofe terrible que, ahora, lo colocaba frente a aquel dilema.