domingo, 4 de diciembre de 2011

SOY UN POBRE GRIS de Angélica Camerino

SOY UN POBRE GRIS     



Soy un pobre gris que a veces piensa.  Y en esas raras ocasiones, discurro sobre el porqué de mi color.  Creo que el resto de la gama está sobrevalorada.  Que si el rosa y amarillos para la primavera, los colores cítricos para el verano, los rojos para la pasión, el gris para lo triste e incluso invisible.  ¿Invisible yo?  ¡Si soy gris!.  Me parece una simplificación absoluta de mi riqueza, mi alcance y plenitud, y de la del resto de mis congéneres.  También se puede considerar lo contrario, es decir, una completa negación de la cotidianidad, lo meramente mundano.  No se puede resumir la vida y su complejidad a unos cuantos tonos porque, en definitiva, a veces la realidad se niega a los colores.

SOY EL LLANTO DE UN PERDEDOR de Begoña Fleitas




Decidí desbordarme para no ahogarlo por dentro.  Al principio caí tímido, silencioso pero luego, a borbotones, fui ocupando el espacio donde se habían clavado sus ojos.
Me filtré por un surco y empapé el subsuelo, deseando tropezarme con alguna raíz a la que asirme pero, aquello era peor que un desierto.
Entonces, como viviendo una alucinación, sentí que la escorrentía de las profundidades me conducía hasta confluir con el líquido turbio de una cloaca que desembocaba ilegalmente en el océano.  Allí llegué, muy diluido, y me convertí en mar.
Mientras tanto, el perdedor –abatido–, levantaba bruscamente una alcantarilla, intentando recuperarme con la mirada. 


OCHENTA GRAMOS de Lilia Martín Abreu

OCHENTA GRAMOS  

Cuando sus ojos vieron aquello, el miedo se apoderó de su cuerpo y  cada uno de sus nervios se estremeció.  Se sentó muy despacio con la mirada perdida mientras el color de sus mejillas la abandonaba.  Se quedó sola en medio de aquella incertidumbre.
Las manos le temblaban cuando marcó el número de teléfono para pedirle a su marido que viniera lo antes posible.  ¿Qué te pasa? le preguntó, preocupado por la angustia que ella le transmitía tras la línea telefónica.  Por favor, no me preguntes y ven, le susurró con un hilo de voz, antes de colgar el auricular.
Cuando Fernando llegó a su casa, Rosa aún no había recuperado el color en su rostro y preparaba una tila para los dos en la cocina.
Siéntate, porque no es fácil lo que te voy a decir, le comentó mientras le entregaba la taza de tila humeante, sentándose junto a él.  Con voz entrecortada le soltó sin previo aviso: Fernando, nuestro hijo es un camello.  Él la miró perplejo y exclamó con desdén: Rosa, que tú me digas burro, te podría creer, ¡cómo no aprueba ni una!, pero camello… ¿de dónde sacas semejante disparate?. ¡De esto!, exclamó ella mientras lanzaba sobre la mesa una bolsita con polvos blancos. Y mira, mira estas papeletas individuales.  ¡Esto es cocaína, Fernando!, dijo y comenzó a llorar.  Fernando soltó una carcajada mientras replicaba: Tú si eres paranoica, esto que ves aquí es mío y sólo son ochenta gramos de azúcar glas y las papelinas, papelinas, Rosa,  son de ácido bórico, las mezclas…, siguió increpándole con retintín, y obtienes un veneno contra las cucarachas, que está el garaje lleno de ellas, por si no lo sabes.

SUCRE GLACE de Clotilde Torres

SUCRE GLACE

Si hay alguien que no necesita presentación es la persona de la que les voy a hablar hoy.  Ella llenaba los escenarios sólo con su presencia plena de color, simpatía y con aquellos tacones inigualables que, en una ocasión comentó, haber sido inventados para ella.  A pesar de ellos podía permanecer sobre ellos durante sus conciertos, horas y horas sin parar de bailar, cantar o hablar con el público.  Recuerdo sus conciertos en  Las Teresitas o en la Plaza de España, récord mundial en el libro Guinness.  Ella era la gran señora de la salsa, Celia Cruz que siempre terminaba sus actuaciones con su grito de guerra:  ¡Azúcar, azúcar!

80 GRAMOS DE AZÚCAR GLAS de Maruca Zamora


80 GRAMOS DE AZÚCAR GLAS

Recibí un paquete por correo.  Era una caja pequeña que abrí de inmediato, completamente intrigado.  Fue después de hacerlo cuando me di cuenta de que no era para mí; definitivamente el remitente se había equivocado y supuse que el verdadero destinatario sería el vecino del piso de arriba, con quien comparto nombre.  Avergonzado por haberla abierto sin haberme asegurado antes, pensé devolverla y comentarle lo sucedido.   Pero, la curiosidad mató al gato, ya se sabe y, dado que estaba abierta, decidí saber lo que contenía.  A mi me pareció ver unas cuantas bolsitas de azúcar glas, aunque no estaba seguro.  En esa indecisión estaba cuando sonó el timbre de mi puerta.  Cuando la abrí escuché como una voz decía:  Buenas tardes, Policía Nacional.


JUEGOS DE AMOR de Alicia Carmen

JUEGOS DE AMOR

Yo era muy joven entonces y por lo tanto sabía muy poco de la vida y sus picardías, así es que, cuando me propusieron aquel juego, accedí.  Tomando en cuenta que el chico que me lo sugirió era muy guapo, es fácil suponer qué fue lo que hizo que me decidiera a participar.  Al principio fueron juegos inocentes pero en cuanto me tapó los ojos, supe que el juego se reiniciaba, aunque de otra forma; esta vez, la transparencia del encaje que cubría mis ojos, me permitía ver a través de la tela.

martes, 29 de noviembre de 2011

SOY UN ROSA PIJO de Briara Iriarte



Soy el color de las estereotipadas niñas rubias de cliché, de la cuna de Daniela, de los zapatos de Paula, de los cachetes de María, de la lengua de Juan, de los paraguas de la Quinta Avenida, de las uñas de Eva, del cinturón de Tony, del bolsillo de Lacoste, de las Kalvin Klein de la gaveta, de los sueños de las princesas, de los cabellos de Pink, del osito de tu cama, del coche aparcado en la entrada de mi casa, o sea... ¿no?:  soy un rosa pijo.



jueves, 24 de noviembre de 2011

DESTINO de David Brito

DESTINO

John era un tipo duro, descuidado, diría que de aspecto mugriento.  Pasaba sus ratos libres en aquel burdel de Londres.  El de las luces azules, llamado Destino.  John era un hombre decididamente liberal.  Consumía sus horas viendo  bailar a las mujeres semidesnudas. Bailar y beber, reír y besar.
Una noche sin fecha, John dejó su copa de Johnny Walker de lado y susurró algo al oído de una de ellas.  De repente, se apagó la música y el silencio reinó por unos segundos hasta que escuché a John esputar:
-¡Mentirosa! Ya he estado en la habitación de arriba con otras mujeres, así que no me digas que aquí no se puede!
John entró en cólera y se marchó.  No creo que vuelva a ese lugar.



RESACAS de Lilia Martín Abreu



RESACAS 

I
Cuando despertó, todavía el dinosaurio estaba allí, rugiendo entre su estómago y la resaca por el purgante tomado el día anterior.  Pero más fuerte rugía su hombría, violada sin paliativos, tras la colonoscopia.

II

Cuando despertó, todavía el dinosaurio estaba allí, después de una noche de juerga y desenfreno.  Era su amigo Manuel, que se había ganado a pulso el mote del dinosaurio, por el rugir y la fuerza de sus flatulencias.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

RESTAURANTE BOMBAY de Fernando Martín Clemente

RESTAURANTE BOMBAY 

El restaurante Bombay era un lugar muy agradable, donde se reunía lo más selecto de la ciudad. Por eso, al regreso de uno de sus viajes por el mundo, Darío –quien presumía siempre de lo majestuoso del lugar- decidió llevar a cenar allí a un amigo.  Después de varias copas, mientras esperaban la comida,  Darío no pudo creer lo que veía y por un momento dudó si efectivamente el camarero  llevaba una pinza naranja en la nariz o si aquella visión sólo era el efecto de aquel extraño pero exquisito vino verde traído de Kazajastán, que les habían recomendado al sentarse a la mesa.
Fue su acompañante el que se percató de que el camarero llevaba la pinza en la nariz, no por el vino, sino por el olor que desprendía la bandeja que traía en su mano.  De cualquier forma, el camarero se sintió mareado nada más destapar la fuente y cayó en picado, derramando todo el alimento sobre los clientes.  Éstos se levantaron y, con gran dureza, insultaron al camarero.
El propietario del restaurante, al oír el revuelo, se acercó e intentó tranquilizar a los clientes que ya se habían percatado del incidente de la pinza en la nariz del camarero, llamando inmediatamente a Sanidad.
Los análisis demostraron que la comida estaba en mal estado y ese fue el triste y a un mismo tiempo divertido final del Restaurante Bombay.

sábado, 19 de noviembre de 2011

ESTAMPIDA de Lilia Martín Abreu


ESTAMPIDA


Este muchacho, alto como un junco y veloz como una gacela, hoy igual que ayer, corre por la avenida, llevándose a su paso todo cuanto obstaculiza su camino; como si su vida dependiera de ello.  Algunas personas lo miran con indiferencia, mientras otras le gritan e insultan a su paso.  Él está vacunado contra todo eso.  Ya no se inmuta.  Su corta vida ha sido siempre una carrera de obstáculos; como si su único objetivo fuera correr y correr, como un gran atleta que persigue la meta.  Y su meta en este momento es alejarse lo más posible.  Mira hacia atrás con desespero mientras dobla la esquina y sigue corriendo.  Al fin, su cuerpo no aguanta más y se detiene.  Su corazón acelerado late con fuerza, tanto que a él le parecen tambores de guerra o una estampida de elefantes en medio de una sabana.  Tras unos minutos de espera, vuelve a su lucha particular por sobrevivir, por subsistir.  Extiende una vez más su humilde manta en el suelo y sobre ella deposita todo su patrimonio: unas cuantas gafas de sol, algunos cinturones y media docena de gorras y... todo comienza de nuevo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

DE DINOSAURIOS de Nina Padrón

(Jugando con Monterroso)




DE DINOSAURIOS  de  Nina Padrón

Cuando desperté, todavía el dinosaurio estaba allí.  Lo miré con ojos de asombro y mi mente retrocedió en el tiempo,  adentrándome en el bosque con la idea de encontrar a su familia allí. Sólo conseguí una vieja cabaña con una gran chimenea y  el sonido de la leña al arder.  En el fondo, un viejo camastro que te invitaba a gozar del fuego y a hacer el amor.  Cuando desperté, el viejo dinosaurio se había ido.





martes, 15 de noviembre de 2011

LA HUÍDA de Naty Cabrera



La Huída   


Se le vino todo encima.  No sabía por donde empezar, caminaba con el corazón encogido y, a pesar de la coraza que creía tener, todo era tiniebla y sufrimiento.  Las lágrimas brotaban de sus ojos.  ¿Por qué a ella?, se preguntaba.  ¿Qué había hecho para merecer tanto dolor?.
Pensó en su vida como en una película, no de amor, de miedo, de miedo y terror.  Su amor sólo le había causado daño. 
¿Cuándo empezó todo?.  No quería recordar, solamente olvidar, no entregarse a aquel triste destino y huir, huir.  Es lo que estaba haciendo.


SIESTA EN EL MUSEO de Alicia Carmen

(Jugando con Monterroso)

SIESTA EN EL MUSEO  

Cuando despertó, todavía el dinosaurio estaba allí y en ese momento recordó que estaba en un museo.  Afortunadamente había encontrado un banco donde, agotada como estaba, se había quedado dormida.  El sueño la había vencido después de haberse pasado toda la mañana paseando con sus nietos, viendo aquellos restos fósiles.  Se levantó y le dijo: Te invito a comer hamburguesas y helados.  Él asintió y dijo: Vámonos.  Y abuela, nietos y dinosaurio salieron de la mano.


EL MIEDO de Nina Padrón Barbuzano



EL MIEDO  

Un día me levanto temprano.  No sé qué hacer.  La cabeza me da vueltas.  Quiero salir huyendo.  Ya no me importa nada.  El mundo me persigue y no tengo donde esconderme.  Corro y corro pero no sirve de nada porque sé que al final me alcanzarán.  Me escondo en una esquina.  La gente pasa deprisa.  Pienso que me están buscando y sólo quiero gritar pero tengo seca la garganta y no me sale la voz.  Sigo escondida.  Miro a los niños y parecen hombres, miro a los hombres y parecen gigantes.
Tengo dos opciones: partir de este mundo y acabar con todo o coger la guagua e irme para El Rastro.  Y mira, creo que eso último es lo mejor que puedo hacer porque te mezclas con la gente, pasas inadvertida, te compras un par de cosas y ves la vida de otra manera.





PERDIDO de Maruca Zamora




PERDIDO  

Tocaron el timbre.  Salí a abrir la puerta.  Era la vecina del segundo D que había encontrado en la calle, algo que yo había pasado días buscando por todas partes, sin éxito.  Mi vecina me contó que al salir a botar la basura, lo había visto allí, en un saliente de la pared del ala oeste del edificio.  Colgado y silencioso, esperando  ser rescatado: el bastón de mi madre que lo pierde a cada rato







EL LADRÓN DE SUEÑOS de Sabita Morales

EL LADRÓN DE SUEÑOS 


Soñaba con alcanzar un cambio en su vida y con ver hecho realidad todo lo que deseaba pero, ¿cómo conseguirlo?  No tenía dinero, ni siquiera trabajo.  Lo único que poseía eran sus sueños.  Y en ellos no se veía pobre, por eso cavilaba la forma en la que podría darse los caprichos que anhelaba, como viajar por el mundo y presumir de ser un hombre poderoso.
Un día, paseando por la calle, leyó un cartel pegado a una ventana que decía:  “Compro oro”.  Sus ojos crecieron hasta hacerse enormes y entonces se acordó del joyero que tenía su abuela, donde calculaba encontrar bastantes joyas para ser vendidas.  Ya creía haber logrado lo que ansiaba y le pareció ver ya sus sueños cumplidos. ¡Me lo pasaré pipa!, pensó.
Perdió horas buscando el joyero, mientras su abuela dormía una profunda siesta y cuando finalmente lo encontró, descubrió que alguien se le había adelantado.  Habían robado todo el oro.  Pobre y fracasado, como siempre, añadió a sus pesares, una duda: no saber quien había sido aquel ladrón de sueños.



viernes, 11 de noviembre de 2011

DINOSAURIO FANTASMA de Angélica Camerino

(Jugando con Monterroso)

DINOSAURIO  FANTASMA


“Cuando despertó, todavía el dinosaurio estaba allí”. Escribió esa frase en su ordenador y se fue a dormir. Ese día había sido muy pesado y literariamente improductivo. Todo el día sentado en su escritorio y sólo esa  oración había salido triunfante. Las otras pocas que lograron brotar, no corrieron con buena suerte y fueron desechadas al instante de haber emanado. Tenía fecha límite con la editorial y no podía postergar más su entrega. Sólo un relato, un mísero relato era el necesario para finalizar su libro… “Tantos años dedicados a escribir, tantos lugares recorridos y sólo me viene a la mente la historia de un dinosaurio. Cuando Suso me llame mañana y le cuente, primero se va a reír, y después, va a querer matarme con el cable del teléfono. Enseguida me dirá: "pero si acordamos que hoy me entregarías el libro finalizado, ahora me sales con fantasmas y dinosaurios". ¡Ese  Suso!, hasta su forma de regañar es aburrida y anticuada; no tiene ingenio ni para la ironía… y es mi editor…”, pensaba mientras se acomodaba bajo las sábanas y se disponía a dormir. Al día siguiente, cuando despertó, el dinosaurio seguía allí, en la pantalla de su ordenador, pero esta vez ya no le preocupaba ni horrorizaba… el relato estaba terminado.



miércoles, 9 de noviembre de 2011

EL REGALO de Clotilde Torres González

(Jugando con Monterroso)

EL REGALO   


No le gustaba.  Ya se lo había dicho a su madre.
-El regalo de la yaya me parece feísimo.  Yo le tengo miedo.  Nunca había visto un juguete como este.
Él prefería jugar con Epi y Blas y encima aprendía.  Ya sabía los números, el abecedario y además, tenían unos colores preciosos, muy alegres.  Esa noche se durmió pensando en eso.
Cuando se despertó, todavía el dinosaurio estaba allí y ya no se contuvo:
-¡No lo quiero! ¡No lo quiero! No quiero ese dinosaurio.



PRESA de Esther Morales Fernández

PRESA




La mariposa deseó alzar vuelo, quería extender sus alas y no podía.  Una y otra vez, una y otra vez; mil veces intentó hacer lo que sabía, pero no fue posible. Un chicle tenía presas sus dos bellas alas



domingo, 6 de noviembre de 2011

SOL DE MEDIANOCHE de Águeda Hernández

SOL DE MEDIANOCHE

Entró a la habitación cerrando la puerta tras su espalda.  Estaba en penumbra.  Sonrió a través de sus lágrimas, encendió la lámpara de la mesilla de noche y se recostó. 
Entonces, después de abrir el libro, cerró los ojos.  Por primera vez, contempló su vida con claridad, sin juzgarse pero sin excusarse.  En ese instante, aceptó toda la responsabilidad por su vida.  Ya no tenía miedo.
De pronto, en la habitación hubo un aterrador silencio. Ni los pasos de Rebeca, ni su voz, pensó.  Jamás en su vida se había sentido tan solo.
Se puso en pie y fue entonces cuando vió, tras el visillo de la ventana, una luz tenue.  Será el sol de medianoche, meditó, o quizá la luna llena que, sin estar resplandeciente, estuviera rodeada de estrellas.
Él, como el protagonista de aquel libro,  cerró sus tapas para, a través de la ventana, contemplar la luna redonda; su única compañera aquella noche.

viernes, 4 de noviembre de 2011

SALVAR A TOMÁS de Nina Padrón Barbuzano

SALVAR A TOMÁS  

Están llamando con insistencia a la puerta. Golpean con fuerza y hacen mucho ruido.  Es la policía que nos advierte que tenemos que abandonar la casa porque el volcán está a punto de explotar.  La lava que crece en el mar casi llega a  tierra y tenemos que apresurarnos.  Sólo puedo coger lo imprescindible, lo más importante, no me dan tiempo de pensar.  Estoy sola y no tengo gente a mi cargo, sólo  a mi gato, mi gato Tomás que está doblemente asustado.  Lo cojo en los brazos y salgo corriendo a la calle, tratando de tranquilizarlo.  Con mis caricias se va relajando y yo también;  feliz de que ambos estemos a salvo.

jueves, 3 de noviembre de 2011

DECIDIR DÓNDE de David Brito Lorenzo


DECIDIR DÓNDE 

Marcos estaba en aquella sala oscura, en la que no había nadie. Permanecía de pie, observándola, con la mirada perdida en una enorme hilera de sillas desocupadas.
Marcos comenzó a sentirse inquieto, se movía de izquierda a derecha hasta que se le agotaron los pies y,  exhausto, decidió sentarse.  Pero, ¿qué silla elegir?.  Sus pensamientos se agitaban, su mente se cargaba. Me decanto por la primera silla, la que tengo más cerca o… tal vez no, será mejor elegir la que está al lado de la ventana. Marcos no se decidió por ninguna, así que seguía de pie, dando vueltas por aquella sala, donde no había nadie, donde todo era oscuro.
Escuchando sus pensamientos, Marcos, ansioso y cargado, tenía unas cien sillas delante de él, pero era incapaz de decidir donde sentarse. ¿Qué hago?, ¿dónde me siento?, se preguntaba para sí con enorme desasosiego.
Intranquilo, Marcos comienza a correr por la sala mientras vociferaba, ¡no sé qué hacer! ¡no sé qué elegir!.  Se encontraba fuera de sí y corría y corría porque, haciéndolo, quería escapar de su propia mente.
En la sala oscura, donde no había nadie, súbitamente aparece un ángel.  Un ángel completamente blanco que llevaba un aguijón en su mano derecha.  El ángel detiene a Marcos y le clava ese puñal en su buzo.
Ya no había nadie, ya no había sala, ya no había silla, ya no había ángel, ya no había nada.  Sólo estaba Marcos, que dormía tranquilo en su habitación.

UN JUEVES POR LA TARDE de Maruca Morales Hernández

UN JUEVES POR LA TARDE  

Un jueves por la tarde , Juan estaba en casa con su perro.  De pronto vió que el reloj marca las cuatro, así que decide ir caminado, acompañado de su fiel amigo, a una consulta médica que tenía ese día.
En el camino, en pleno bosque cubierto de nieve, se encontró con su amigo Pedro.  Entretenidos en la conversación y disfrutando, como estaban, de la belleza de los árboles en medio de la nieve, Juan se  olvidó de la cita médica.  Cuando se dio cuenta, salió corriendo.  Después de un rato de carrera, estaba tan cansado que no sabía bien por donde iba, hasta que de repente se encontró con una gran cantidad de sillas, protegidas por una especie de mampara.  Suspiró aliviado y se dijo:
- Gracias a Dios, ya llegué, ahora a esperar a que me llamen.
Las horas fueron pasando: las siete, las ocho y nadie lo llamaba.  Juan se levantó para preguntar qué ocurría, a una señorita que tenía enfrente.
-¿Qué pasa que no me llaman?  Tenía consulta a las siete y mire que hora es ya.
A aquella señorita le dio risa lo que él le decía:
-Usted está equivocado, señor.  Esto no es ningún consultorio.  Esto sólo es un pequeño rincón techado y con unas cuantas sillas para que puedan descansar las personas que, como usted, vienen cansadas de caminar con perros por bosques con árboles y nieve.


El SUEÑO DE ELSA de Naty Cabrera Cruz

EL SUEÑO DE ELSA   


Estaba sentada a la orilla del mar, sobre una enorme roca.  Sus pies colgaban, tocando las olas.  Su vista no podía separarse de aquel profundo y bello mar, mientras las ondas de agua iban y venían, acariciándole.  Elsa miraba todo con vehemencia. En aquel momento soñaba, despierta, con que era una sirena  adentrándose en las aguas de aquel enorme mar, nadando entre delfines y peces, como uno más… y tan plácida y feliz se encontraba en aquel sueño que,  ¡a ver quién se atrevía a decirle que aquello no era cierto!.

lunes, 31 de octubre de 2011

ENCUENTROS de Génesis Dávila Padrón

Hace algo más de un año, mientras leía una revista en la estación del metro de la ciudad, vi a una pareja de perros que,  moviéndose al unísono, paseaban tranquilamente por allí.  Justo cuando pretendía tomarles una foto, se acercó un joven que mirándome con una suave sonrisa, se sentó a mi lado. Sentí nerviosismo y curiosidad, a un mismo tiempo, por eso no me fui del asiento y dije adiós a la foto.
No me había olvidado de esa cara y mucho menos de aquella sonrisa,hasta que, curiosamente, esta mañana lo vi de nuevo y en el mismo sitio. Aquello parecía algo irreal, resultaba que ese joven de sonrisa embriagadora se apareció allí a la misma hora y se sentó en la misma silla donde, hacía más de un año, me había cautivado con su mirada. No fue por causalidad,  lo entendí nada más verlo acercarse con aquellos dos perros, de caminar unísono, atados a una cuerda guiada por sus manos.  Hoy sí pude sacar la foto
.




sábado, 29 de octubre de 2011

POEMARIO DEL MAGMA de Álvaro Salandy Valdez


            Eloy estaba en casa de su amigo Juan José cuando llegó la guardia civil y les dijo, en apuros evidentes, que debían evacuar la zona porque el volcán estaba escupiendo lava y humo. Tenían que llevar sólo lo más importante, “aquello que les quepa en las manos”. No podían esperar por el lento andar de dos ancianos y se fueron a tocar la puerta en la siguiente casa.
            Con sus pasos cortos, Eloy vio a Juan José bajar la colina detrás de una manada de ciudadanos responsables ante la emergencia, mientras él subía la pequeña cuesta hasta su casa y, al levantar los ojos. miró  hacia la nube de polvo ardiendo en los cielos como el magnesio en combustión; un manto rojo bajaba por la montaña Borondón. Apuró el paso y llegó a su casa.
            Con la urgencia debida, abrió cada cajón  hasta encontrar, en el armario de su habitación,  el viejo cuaderno de su difunta Cristina, la poeta nocturna. Cayó en  cuenta de que nunca había abierto esa bonita libreta de tapas verdeazuladas. Cris no le había dejaba leerlo nunca y él había respetado su decisión   durante los quince años que llevaba muerta. No lo pensó más. Lo abrió y pudo ver que  por sus páginas navegaban letras estilizadas y azules, como el Mar de las Calmas, tan cercano a su casa, con títulos como Él y su jardín, Manos de mi amor  y Curandero. Todo el cuaderno estaba dedicado a él y su extraños pasatiempos: su manera de besar, de hablar, tocar y mirar.  Cuando llegó a la última página leyó el verso:

 hasta el día de mi muerte besaré cada arruga de su rostro.

Sentía el tremor bajo sus pies y pensó en la casa llenándose de magma y vaciándose de la poesía de su mujer. Por eso, saltó de la orilla de la cama y salió por la puerta trasera de la casa donde el calor parecía menor. Un helicóptero de las fuerzas armadas lo recogió y así  es como, ahora, tienen ustedes este Poemario del Magma en sus manos.  

viernes, 28 de octubre de 2011

ESCUCHAR de Mercedes González Molina

Escribir con la mente abierta, cuando cada letra o palabra desnuda el alma.  Leer, cuando cada frase delata nuestras emociones.  Escuchar, haciéndonos eco de todos esos sentimientos.  Escribir, leer, escuchar:  son para mí, grandes virtudes, dones que la naturaleza regala a pocos seres humanos y que no están al alcance de todas las personas, aunque su educación haya sido inmejorable y esmerada.  Se necesita, así lo veo yo, de una gran sensibilidad, serenidad y generosidad.
     A mí, la que más me llena y llega, es escuchar.
     Escuchar a mis compañeras de curso leer sus relatos de viejas historias, de entrañables recuerdos, de anécdotas divertidas, de moralejas y enseñanzas, que ni tan siquiera aparecen en los libros, pero que son dignas a tener en cuenta para educar correctamente a nuestra juventud, es algo que disfruto muchísimo, cada jueves.
     Algunas lecturas me dejan con una sonrisa de añoranza, otras con lágrimas de tristeza o pena, pero, todas, con una gran satisfacción de poder compartir sus narraciones, únicas, aún más sabiendo que quizá son los primeros acercamientos a este complejo pero maravilloso mundo de la literatura.
     Ya quisieran muchos escritores de renombrada fama, tener la creatividad de ellas, para saber plasmar sus vivencias de forma sencilla y espontánea, en cualquier trozo de papel, mientras ponen pucheros al fuego, lavan, planchan o atienden otras labores de la casa.
     Salvo, excepciones, ninguna de nosotras tiene grandes estudios.  Nuestra escuela ha sido los años, la experiencia, la propia vida y nuestras ganas de seguir con ilusión, aprendiendo y compartiendo.
     Me gusta escuchar.

domingo, 23 de octubre de 2011

LA ESPERA de Lilia Martín Abreu


LA ESPERA

De pronto, se enciende la luz y la puerta empieza a subir, lenta pero segura.  En el mismo lugar, unos metros más adentro, dos personas se esconden, con sigilo, detrás de un coche.  Llevan horas esperando, en penumbras,  que llegue este momento, sólo amparados por la tenue luz de un teléfono móvil, para no alertar de su presencia.
La puerta sigue su trayectoria, con el quejido de unos hierros que se enrollan entre sí.  Tras ella, aparecen dos sendos faros que inundan de luz todo el recinto.  En su escondite, ellos permanecen inertes, evitando casi hasta el respirar, para no ser descubiertos.
Un coche cubre, con su presencia, toda la entrada.  Se desplaza lentamente y aparca con precisión.
La puerta vuelve a chirriar, como un lamento, ahora en proceso de descenso.  Se silencia el motor y las luces dejan de alumbrar.  Todo vuelve a quedar sumergido en aquella tiniebla misteriosa.
Del coche se baja su pasajero. Con un movimiento lento y pesado, se dirige a la escalera, sólo que antes, procede a dejar sobre el asfalto del garaje de la comunidad de vecinos, y tras un ronroneo de placer, los restos de una orina ácida y convulsa.
Los escondidos, al amparo de la oscuridad, al fin logran su objetivo y atacan como animales salvajes contra su presa.