miércoles, 4 de diciembre de 2013

ESCUCHAR CON EL CORAZÓN de Águeda Hernández



Un día, cuando tenía cinco años, Dani estaba jugando cerca de la casa con su hermano Gus, de seis.
-¿Qué es esa cosa chistosa que tienes en la oreja? –le gritó un niño que pasaba por allí.
Dani no respondió, ni siquiera se había dado cuenta de que el niño se burlaba de él, pero Gus si lo había advertido.
-¡Te estoy hablando! –continuó el provocador.
Gus apretó los puños y sintió que el corazón se le desbocaba.
-¡Déjalo en paz! –y entonces Gus y el bravucón se liaron a golpes rodando por el suelo.
Con el tiempo, nadie más se burlaba ya de su problema.  Dani se había convertido en líder de la comunidad universitaria.  En una entrevista transmitida por televisión en su lenguaje por señas, alentaba para que no se descorazonaran por ser sordos.
-Si necesitan ayuda, ¡ayúdense ustedes mismos!- dijo.
Un día, casi al final de la temporada, Charlie –aquel que le había dado un manual y había pasado largas horas enseñándole lo que los entrenadores querían que hiciera- con lágrimas en los ojos, anunció en pleno entrenamiento que Dani había sido nombrado para formar parte de la selección de fútbol universitario, además de que había sido merecedor del premio Jugador Defensivo del Año, otorgado por primera vez a un sordo.

Dani, desconcertado, paseo la mirada por todo el campo.  Vio a todos en pie; le dedicaban una silenciosa ovación , en su propio lenguaje.  Alzadas las manos abiertas, movían los bracos de un lado a otro.  Luego, dando una vuelta para que todos lo vieran, expresó por señas:
-Les quiero.



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