miércoles, 28 de septiembre de 2016

UN CABRONCETE SIN ESCRÚPULOS Lali Marcelino


¡¡Mira qué cosa más bonita!!. Esta expresión era la preferida de Vicente, cuando veía a una “tía”, refiriéndose a una mujer de cualquier edad.
Una cosa material, por ejemplo, un cinturón de Lotuosse,  un reloj Cartier, un polo Lacoste o unos zapatos de Manolo  Blahnik , eso sí son cosas, sin embargo para él eran lo más preciado y “una maravilla, una obra de arte”. “Las mujeres son “cosas”, que  las cojo, las uso y procuro lucirme con ellas”, porque además, por su buena presencia, todas caían como moscas sobre la miel. Se permitía la licencia de escoger las más llamativas. Rubias, morenas, pelirrojas o castañas, le daba igual, para lo que le servían, más o menos como un kleenex. Procuraba, por supuesto, que  su presencia impactara, para  producir esa envidia que le tenía todo aquel que lo miraba. Le gustaba sentirse observado y se regocijaba apostando por el tiempo que le duraba su conquista.
No les tenía el menor aprecio. Sólo les sacaba el jugo, tanto el corporal como el material. Generalmente las buscaba bien situadas, que  costearan sus gastos y los de él.
Se fue creando una fama, entre el género femenino, cada vez más hastiado de su trato, de verdadero “cabroncete”, hasta tal punto que, sin que él se enterara, se unieron y decidieron darle un escarmiento. Crearon una asociación denominada “cosas bonitas”.
Lo invitaron a una fiesta, más bien “orgía”, a la que acudió sin poner resistencia. Consistía en vendarle los ojos para hacerle verdaderas maravillas, según le dijeron. Una vez sentado en el centro de un círculo, ellas alrededor, comenzó el juego. Como ya lo conocían, sabían perfectamente que iba a hacer todo lo que le dijeran, siempre que fuera  para pasar un buen rato y sin coste alguno.
Al finalizar el juego, él estaba exhausto y pleno de satisfacción. Antes de despojarle de la venda, le ofrecieron unos papeles dónde tenía que estampar su firma para volver a repetirlo cuando él quisiera.
-¿Por qué tantos?, preguntó.
Una de ellas contestó: Porque es uno por cada una de nosotras. Así te aseguras de que volvemos todas.

Aquellos papeles no eran otra cosa que la venta de todas sus propiedades, por la orgía y por las siguientes. Ellas iban a cumplir lo que prometieron,  él se quedó sin nada. Sólo las podía tener a ellas cuando quisiera.


LA LLAVE Juan Pedro Cabrera




            El anciano encontró la llave en el macetón de la entrada a la casa, después de haber rebuscado, con gruñidos y maldiciones entre los matojos, manchándose las manos de tierra. 
             –Ya le había dicho al pillastre de mi nieto que no la guardara aquí, es un lugar demasiado obvio y nos pueden robar –masculló mientras empujaba la puerta.
            Luna, la gata, le dio la bienvenida entre maullidos.
             –Bueno, tu compañía es mejor que nada, vamos a comer algo y luego a descansar…
            Seguidamente, se repanchigó frente al televisor, no sin antes reparar en que aún no tenía la llave en la mano.
            –¡¡Maldito Alzheimer!! –dijo entre dientes, y entonces la escondió en una gaveta llena de cachivaches.




VOCES Juan Roberto Núñez




El narrador le dijo al poeta, ¿por qué no dejas de soñar y pones los pies sobre la tierra?. 

Seguro que lo haré, pero seguiré soñando, le contestó, no sé por qué te molesta; a mí tus líneas no me perturban, solo que algunas veces parecen muertas…, en cambio las mías están llenas de vida, amor y esperanza…

Sí, pero tus poemas tienen gran contenido abstracto e irreal, confunden lo palpable con lo visible y para mí son como burbujas de cristal…

¿Ves?, a momentos rozas la delgada línea que existe entre nosotros, usando algunos térmicos poéticos.  Creo que sin mí no serías nada; el amor encendió la poesía y de ahí el cuento…  Cuando salgas, narra lo que dicen las voces, que yo por otro lado, expresaré su intensidad y deseo y el porqué de sus lágrimas…

Así que sal tú primero, que yo cerraré esta cueva de creación…, las entrañas de nuestra madre  y a ustedes, todos los que nos leen o escuchan, han de saber que aunque iguales, ante el ojo del narrador serán muy distintos que frente a la pluma de un poeta…

Sí, ve hermano y cuenta, cuenta…   Yo lo haré pero, desde esta bendita burbuja de cristal…




VERANO DEL 18 Lali Marcelino


Con su California voladora soñó ella muchas veces y quizá ese verano hubiera sido feliz con semejante compañera de viaje, pero el destino, que es muy sabio, intuyó, auguró, que tal vez sería mejor buscar otra opción.
Si esa era su ilusión y la opción que siempre quiso para sus últimos días en su paso por la vida, ¿qué la hizo retroceder?
A punto de terminar con su vida laboral y con la esperanza que durante algunos años mantuvo encendida, vio ante sus ojos cómo se desmoronaba toda su vida futura, subida en su alada California.
Los sueños, sueños son. Cuando toda tu ilusión se basa en un sueño sin condiciones, sin tropiezos, sin fronteras…mientras sueñas, todo perfecto. Llega la realidad y nada de lo que habías previsto en tus sueños, ni cuaja ni cuadra.
Otros han soñado por ti, han programado un final para tu historia que, aunque no sea de tu agrado, de alguna forma es el que te labraste durante tu vida pasada y no se produce el cambio deseado y esperado, porque debes despertar de ese maravilloso sueño.
Está aquí, mírala, obsérvala, es ella, tu California te espera, date prisa, corre, vuela, no la dejes escapar. Sólo pasa una vez.
Quizá tenga que esperar hasta el verano del 19. No importa, probablemente está escrito en alguna parte del camino de su historia, que si no es en el verano del 18, será en el del 19 o su tan deseado verano no llegará, porque siempre le ha parecido mejor quedarse en el invierno.
¿Pero….te vas a rendir? ¡Qué cobarde eres!, arriésgate, huye de este ruido, búscate otros ruidos que te huelan a libertad.




RELATIVIDAD Juan Pedro Cabrera




            Soy un reloj de arena caprichoso.  Suelo comenzar a destilar el tiempo a mi manera, soltando mi arena, poco a poco para los impacientes y más rápido y con más caudal para los que no esperan nada, o para los que disfrutan de lo que hacen.  Esta paradoja, ¿es resultado de mi capricho o de lo relativo del tiempo, según cómo a fulano o a mengano le vaya, en lo que tenga entre manos?  Uf, que complicado…, esperaré a que me den la vuelta otra vez.


LA LLAMADA Ana Benítez




        
¡¡RIINNNG…RINNNG…!!  Hablo con…?
         Cortaba la llamada sin haber contestado una palabra. Una poderosa fuerza interior me decía que no lo hiciera. Todas las noches me desvelaba el maldito sonido estruendoso, inquietante, impertinente del teléfono. Unos minutos de tortura…y luego silencio.
Todo volvía a la normalidad. ¿Todo?.
         No recuerdo que hago en esta cama con un teléfono en la mano. Me observo levitando sobre mí. ¡Esto es absurdo!. Intento hacer memoria. Me duele la cabeza. Esas malditas luces vienen hacia mí hasta que las esquivo. Y vuelvo a entrar en un sueño profundo hasta que el maldito teléfono me vuelva a despertar.
         Es inútil, lo he intentado durante semanas y claudico -dijo con melancolía- la muerte.




NO SE LO DIGAS A NADIE Esther Morales





 – ¡Cuánto me alegro de que vayas a ser abuela!  Yo perdí la esperanza, ya es imposible.
 –¿Y por qué?  Todavía tus hijos son jóvenes

–Sí, son jóvenes pero…, entérate, en mi vida nada es lo que aparenta.  Ni el varón es varón, ni la chica es chica, ni yo soy todo lo correcta que aparento ser, pero no se lo digas a nadie, es mejor que sigan creyendo… 



lunes, 26 de septiembre de 2016

VERANO DEL 70 Alicia Carmen



         El anciano encontró la llave en la acera e inmediatamente pensó: es de un coche. Vaya, será de éste o de este otro, pero ninguno de los dos arrancaron.  Con sus pies cansados pero ilusionado, soñando con la recompensa, pasó la calle, probó las llaves en un descapotable precioso y sí…, esas eran las apropiadas y se quedó rumiando, ¿por qué desaprovechar aquella oportunidad?.  Jamás tendré un descapotable último modelo y ahora está al alcance de mi mano, nunca mejor dicho.  Y así, sin pensarlo más se metió dentro del coche y arrancó, no sin cierto esfuerzo pues sus piernas no eran las de antes.
         Al llegar a la esquina, se encontró con Inés, su amor secreto; una chica treinta años menor que él, que le ha hecho creer que sus solapados piropos.  Sube, le gritó el anciano y ella, sabrá Dios por qué, obedeció.  A toda velocidad, enfilaron hacia las afueras de la ciudad. Te invito a una cerveza, exclamó él y frenó violentamente al ver un bar de carretera y zas!!, chocó de frente con un camión, todo por mirar embobado a la, según él, bellísima Inés.
         El camionero bajó y de malos modos, le reclamó al anciano el desperfecto en su vehículo.  Como el pobre hombre no tenía documentación, ni dinero para pagar, el camionero sacó una cabilla y pan!! le rompió los cristales del coche y le explicó con gran cortesía que considerara la deuda cancelada y que podía irse tranquilo.  Inés, aterrorizada, le ordenó al anciano que dieran media vuelta y así lo hicieron.
         Al llegar, ella salió corriendo del coche y lo miró furiosa, llamándolo viejo loco.  El pobre, todo tembloroso, agarró las llaves del coche y con rabia las escondió en el bolso de Inés que, con las prisas, lo había dejado olvidado.  Y salió trastabillando a esconderse en su casa.

         Su mujer seguro que lo recibirá con amor, no como la pérfida de Inés que pronto recibirá su merecido y que lo sepa, ¡yo no estoy viejo!



domingo, 18 de septiembre de 2016

SE FUE. Juani Hernández



Se fue;
Me sentí perdida
como si siete años tuviera
perdida en un sueño
de horrible despertar
¡y pregunto…!
 Nadie puede contestar
¿A qué lugar?.
Yo quiero que vuelva
 y que no se vaya más.
Tengo miedo si ella no está…
¡No…no quiero comer!
 Hasta que no regrese no…
no quiero dormir…
quiero de este sueño despertar…
Veintitrés años tenía
y como siete sentía….
 No quiero nada….

Sesenta y nueve hoy tengo
y aún como siete me siento, mamá.
¿Por qué se fue?



GEN 68 MÁS 80. Juan Roberto Núñez.


         En el 68 vino un gen a la vida de forma inesperada, del cual se hizo cargo la abuela paterna, que pasó a ser su madre en toda regla. Hasta el 2012 no supo la verdad de su hogareña creación… Pero eso, es otra historia.
         Este gen, criado de forma exigente, pagando muchas veces las descargas ajenas, le preguntaba a la noche, cosas que la luna, reflejando sus lágrimas, no le daba respuestas, así fue creciendo, con temor, inseguridad, llantos, risas… ¡Claro, todo eso tiene la vida!...
         Van pasando los años y llega el momento en que uno cambia la perspectiva, la forma de ver las cosas; están ahí de igual manera, pero el ángulo es diferente.
         Cuando el gen 68 se sumó al 80 daba mis 14 años…, la edad en la que quise sacarme la camisa de fuerza que nos ponen los padres, reclamando mi abstracta independencia… libertad latente.
         Comenzó el momento de soñar, crear amores no correspondidos, escribirle a ojos ciegos y a susurrarle a oídos sordos, sostener corazones rotos, desear lo inalcanzable…, curar mi joven corazón solitario, bebiendo la música de esa década, abrazando la madrugada de inviernos, dentro de un gabán… caminando errante, parando algunas veces en el oasis de mis lágrimas.
         Y aquí estamos, en un presente de puertas y ventanas abiertas, porque a pesar de todo, lo que desinteresadamente di…  muchas veces las encontré cerradas, y si bien no leí muchas cosas, acuné lo de un gran escritor… Rubén Darío:

Llueve,
negras nubes cubren el cielo azul
Y ocultan el sol,
la luz que, iluminando y calentando los cuerpos,
 calienta e ilumina las almas.
Vivo soñando, amando, sin rencor.




EL LAGARTO DORMIDO EN EL DEDAL. Ana Benítez



         Cansado de la vida arrastrada, caminaba sin rumbo por las calles hasta que un olor insinuante a jazmín me llevó hasta el maravilloso jardín donde una diminuta anciana cortaba flores. Vestía  un delantal a cuadros en tonos verdes que hacía juego con mi piel, así que pasé desapercibido cuando me colé en su bolsillo. No me moví para no asustarla. Fue entonces cuando unas suaves y tranquilizadoras manos me cogieron con firmeza, me sostuvo y apoyó mi cabeza en su pecho. Me recordó a mi madre. Luego, me depositó en un dedal,  con mucho cuidado y me arropó con un retal de color verde también. Pensé que me quería camuflar. Aunque no sabía de quién hasta que le vi. Sus ojos saltones me miraban, sacaba la lengua relamiéndose. Se me puso la piel de gallina y me acurruqué lo más que pude en la cama improvisada que me habían asignado esperando en cualquier momento el zarpazo. Pero no oí nada. Silencio hasta que me quedé dormido. No sé cuánto tiempo había pasado hasta que desperté. Me dolía el cuello y tenía los ojos enrojecidos. Recordé que tenía al enemigo esperando fuera. Repté hasta el borde del dedal y me asomé:  allí estaba. Ay madre, que cerca estoy del cielo!. Mis ojos se encontraron con los suyos y respiré cuando vi su mirada apasionada y romántica. Creo que se había enamorado de mí.


PRESENTIMIENTO. Carmen Garcés.





         No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo; esta noche he tenido sueños horrendos, me he despertado empapada en un sudor frío  y temblando más que un flan, y eso no es normal en mí. ¡Yo, que duermo como una piedra!.
         No puedo explicar la razón de mi inquietud. ¿Será por lo que averigüé ayer del médico y la mujer del alcalde?; esta relación adúltera puede traer muchas desgracias a todos en el pueblo; vaya par están hechos éstos; ¡egoístas, que no piensan más que en su propio placer!.
         ¿O…, tal vez será por lo que me contó Patricio, el monaguillo?. Pobre chiquillo. Ahora comprendo por qué siempre anda tan callado y melancólico, ¡es que por fuerza tiene que estar traumatizado!. Si no fuera porque le di mi palabra de que no contaría nada, lo gritaba a los cuatro vientos para que el sinvergüenza del Don Justino, el cura, diera cuenta  a la justicia. El muy cabrón, siempre predicando amor al prójimo; ¡pues vaya que sí que da… amor!. ¡Sinvergüenza, que es un sinvergüenza!, no sé si voy a poder contenerme al verlo. Sí, debe ser esto lo que me tiene tan nerviosa; algo así puede destruir cualquier comunidad.
         Hala; me voy a poner a trabajar, tengo que sacarme esta mala sensación del cuerpo, si no, me va a resultar imposible atender la tienda hoy y… tengo mucho que hacer. Uy, pues mira que bien, ahí viene Faustina, seguro que me trae chismes fresquitos de su vecina, eso me va a tener distraída un buen rato.
Vaya joyita es la vecinita de la Faustina, se la da de mosquita muerta y todos conocen sus revoloteos. Si el marido se enterara de sus andanzas,  seguro que salía en los periódicos. ¡Ay dios!, ¿será eso lo que va a pasar?.
¡Ay Prudencia, deja ya de darle vueltas a la cabeza, que con eso no solucionas nada!. Pero lo cierto es que en este pueblo pasan tantas cosas, que si salieran a la luz, aquí se forma la tercera guerra. Menos mal que yo no me meto en la vida de nadie; la gente viene a contarme cosas y claro, una, como buena samaritana y buena vecina pues… se preocupa.     
Nada, nada, voy a colocar las verduras para no pensar más en mis corazonadas. Que cada uno se las arregle como bien pueda.
         ¡Ayayay!, que se me acaba de ocurrir, y ¿si lo que va a suceder es que mi Paco se va a enterar de mi aventura con el Alcalde?.
¡Qué vergüenza, qué vergüenza!, qué van a pensar todos en el pueblo… seguro me convierto en la comidilla del momento.
         ¡Si es que aquí, la gente no hace sino meterse en la vida de los demás!





ANALIZAR NUESTRO ADN. Juan Pedro Cabrera





(Primer eslabón).

         Una tarde, allá por el año 1969, un amigo y yo estábamos en casa jugando con el scalextric, cuando comenzó a oírse una canción que un grupo de chicos estaban ensayando en la casa de al lado. Me quedé inmovilizado escuchando aquella pieza y mi amigo, que observaba mi aturdimiento, me preguntó: ¿no conoces el tema? Es de los Beatles; tengo casi todos sus discos. Mi amigo me los prestó y recuerdo que cuando los escuchaba, pensaba extasiado que esa música parecía de otro planeta. Desde entonces la música me acompaña a todas partes, de cualquier género, tanto clásica como jazz, blues, rock, salsa y heavy metal.

(Segundo Eslabón).

         A veces pasan cosas sobre las que no es posible decidir por uno mismo, como en este caso.  En un principio, no quería acudir a aquella cita pero parecía que ciertas fuerzas me obligaron a hacerlo.
         Ella se encontraba allí, sonriente, plácida, sin necesidad de ostentaciones ni poses innecesarias, y yo la contemplaba diciéndome que semejante diosa estaba lejos de mi alcance, yo, un simple mortal que no la merecía. Uno de los invitados, el típico enterado, pensé yo, se dirigió a ella con comentarios haciéndose el gracioso, poco afortunados y mediocres, y entonces yo,  extrayendo de mí un impulso y osadía que ignoraba poseer, acudí de inmediato al rescate de aquella  beldad poniendo en su sitio a aquel impresentable.

         Justo en ese momento fue cuando ella se dignó a prestarme atención, tanto fue así, que sin entrar en más detalles, establecimos una relación de las más significativas de mi vida y que me hizo dar un giro que hizo que mis circunstancias cambiaran para bien, haciéndome incluso mejor persona.



EL ARROZ PODRIDO SOBRE EL PUENTE. Lali Marcelino.





         Mi historia comienza en un cumpleaños.
         Nadé en una gran piscina climatizada, en compañía de pimientos, tomates, guisantes, aceitunas, zanahorias… ¡Qué divertido lo pasamos!.
         De repente, se secó y todo se llenó de agradable olor y de blanco pasé a amarillo. Daba gusto compartir aquella gran orgía de colores, sabores, olores, con más amigos: las gambas, los mejillones y los berberechos, batían sus alas cuando alguien los removía. El tomillo se empeñaba en salir afuera y el laurel imponía su delgado cuerpo.
         ¡Qué mala suerte tuve! Acabé en el cubo de la basura. Alguien no me quiso y me pregunto, ¿por qué  si soy igual que mis hermanos de raza?.
         Llevo aquí sobre este puente varios días. Me dejaron fuera, porque a quien tiró la basura, se le rompió la bolsa. Rodé y rodé hasta los bajos del contenedor, justamente lejos del alcance de las ruedas de los coches, de los caminantes.
         Me siento fatal; baboso, maloliente, ni siquiera las moscas y las cucarachas me quieren. Me doy asco a mí mismo.
         Por fin, por aquí asoma mi salvación. Un hociquito con bigotitos, ¡me observa, me huele, me chupa! Creo que estoy asistiendo a mis últimos segundos aquí, soleado, soportando la lluvia y el frío y lo que es peor, ¡mi propio olor!.

         ¡Venga, gatita anímate!.



ANALIZAR NUESTRO ADN. Maruca Zamora.





         Analizar nuestro ADN con los eslabones de la cadena de vivencias que conforman lo que hoy soy y que de alguna manera han influido en mi personalidad, esta es la tarea que se me ha encomendado en el taller esta semana.
         Creo que mi cadena de ADN empezó con las personas que me criaron que, con su poca cultura pero mucha sabiduría,  me enseñaron a diferenciar el bien del mal y por cuya enseñanza yo me he guiado y al crecer se ha convertido en el principio de mi ADN.
         Algo que me impactó mucho y siempre lo recuerdo, fue cuando vi mi primera película:  Genoveva de Brabante. Descubrí algo que no lograba entender.  Me preguntaba dónde estaba la gente que salía de la pared  del  casino del pueblo, donde se proyectaba. En aquellos años no existía la televisión, les hablo de   65 años atrás; imagínense el impacto.
         Otro episodio que marcó mi vida fue verme en un gran barco rumbo a otro país, yo sola, fue tal que me hizo crecer de un golpe y hacerme adulta; aunque sólo tenía 13 años  tuve que enfrentarme a lo desconocido.
         Y así la cadena sigue, con altos y bajos que van marcando mi vida. A lo largo del tiempo ha habido también  momentos un poco difíciles por motivos de salud.  En uno de unas amigas me sorprendieron gratamente hasta emocionarme, siempre se los agradeceré. Aquella  vez comprendí lo bonito que es la amistad.
         Todas estas cosas, entre muchas otras cosas, han ido marcando mi vida y la cadena sigue, sorprendiéndome con los cambios que van influyendo en mi forma de ser y personalidad de la cual sale este ADN personal que no deja de crecer…




A CORAZÓN ABIERTO. Roberto Escarvajal




         Esta semana, en el taller de narrativa, nos han pedido un trabajo de retrospección en el que debemos hallar algún punto de inflexión desde el cual se haya proyectado la persona en la que me he convertido, pero, sinceramente, no lo he encontrado.
         Desde muy joven, he sido una persona inquieta, y mi gran objetivo vital ha sido el crecimiento interior, huyendo de los convencionalismos, aunque eso suponga ir a contracorriente.  Soy persona de minorías, de “petit comité”. La verdad es que he tenido una vida cuanto menos peculiar y he vivido situaciones y experiencias que han contribuido a consolidar a éste que ustedes conocen en la actualidad pero, tengo que decir, que esas experiencias vitales me han ocurrido porque yo, en su momento, decidí tomar ese camino; pudiendo elegir otro quizás más fácil  para mí.
         Podría decir que uno de esos momentos fue cuando descubrí la danza, pero creo que fue ella quien me descubrió a mí. Tuve que separarme de mi familia con apenas 17 años. Yo quería luchar por mi sueño, necesitaba volar, y no tuve la más mínima duda para tomar ese rumbo. Fue duro, aunque yo era muy feliz. Tuve carencias vitales por las que, cualquier otro, hubiera cogido la maleta y vuelto a casa, a la protección familiar; pero, la necesidad de bailar me retroalimentaba. Con esto quiero decir que, en mi caso, no ha habido alguna experiencia que haya cambiado ni mi forma de ser, ni la visión que yo tenía de la vida; digamos que fue un proceso evolutivo natural en mí.
         Hay personas que, de repente, dicen sentir la llamada de Dios y toman los votos cambiando su forma de ver la vida. Otros, tienen un destino muy predeterminado, como el niño que estudia piano o canto porque tiene claro lo que quiere ser de mayor, o por influencias o imposiciones familiares. A otros les marca, por ejemplo, haber visto en un documental el trabajo del soplado del vidrio y, entonces deciden que es eso y no otra cosa lo que quieren ser en su vida. A veces, el destino nos coloca en situaciones límite, como la pérdida prematura de un ser amado. Esto debería de ser un revulsivo para que nos liberemos de viejos prejuicios y estúpidos convencionalismos, que encorsetan nuestra existencia. Saquemos pues, conclusiones de estas experiencias y aprendamos a valorar los que realmente importa: las pequeñas cosas. Todas estas vivencias nos deben servir para crecer interiormente. Pero esto no es fácil, porque hay que tener el coraje de enfrentarse a uno mismo, a la autocrítica. Tenemos el estigma de una educación sexista  y nuestra espada de Damocles: la todopoderosa, religión; esa invención creada para dominar pueblos que se alimenta de la ignorancia e insulta el intelecto… puesto que todo dogma implica en sí mismo  la incapacitación del raciocinio; algo que se nos ha dado precisamente para poner en duda su más sospechosa objetividad. Por desgracia, no todo el mundo evoluciona en la buena dirección; algunos ni siquiera lo hacen y, hay otros, que hasta involucionan quedándose en una entidad cavernaria. De esas mentes estrechas nace la intolerancia, la xenofobia, el racismo, la homofobia, ... A veces, la envidia y la codicia están detrás de una vida aparentemente exitosa, y las personas se rodean de falsos amigos para engañar esa existencia de teatrillo cuando, en realidad, están huecos, sin sustancia. Es un abismo al que no se asoman porque temen descubrir una ingrata realidad, la soledad vital…
         En fin, todas estas ideas, esta búsqueda interior, fluye continuamente. Es una senda existencial por la que vengo para intentar llegar  a lo que en verdad me importa…: ser cada día mejor persona y, así, ser feliz.
         Como decía el poeta: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.




RECUERDOS. Lali Marcelino.




         Hay algo muy importante en mi vida que valoro mucho. En mi niñez, en mi adolescencia, en mi madurez, actualmente, sigue vigente ese valor, sigue ahí y es evidente que me ha marcado positiva y negativamente.
         Debo estar agradecida porque es un privilegio gozar y disfrutar de ella, aunque una buena parte ya no está. Bien es cierto que disminuye más que crece.
         Mis recuerdos de aquella época con ella, la mayoría son de felicidad. Vacaciones, navidades, reuniones, cumpleaños, juegos. Es cierto que la mía era una familia muy unida, defensora unos de otros, celosa de los suyos, pero sobre todo conservadora y tradicional, pendiente de los problemas que acuciaban a sus miembros, apoyándose en lo malo y congratulándose de lo bueno.
         Cada año al llegar Navidad, procuro hacer un recordatorio de lo que se hacía, las costumbres, las rutinas, la comida… e intento llevarlas a cabo, porque me gustaba como se sucedían unas tras otra.
         La noche de Reyes y todos los días que antecedían, se vivía de manera especial. Soy la mayor de cuatro hermanas. Mi hermano, ocho años mayor que yo, no participaba de esta fiesta en la misma situación. Esa noche “dormíamos” juntas, más bien no pegábamos ojo. Oíamos todo con cierta ansiedad y a la vez temor. Mi madre y mi tía, ayudadas por mi abuela materna, cosían toda la noche ropita para las muñecas de otros años y uno de mis tíos, la planchaba y la colocaba en una canastilla. Mientras, mi hermano hacía de rey mago, voceando y tocando en las puertas, creando ambiente. Mi padre y otro tío, llegaban de madrugada con churros para las costureras.
         Entre murmullos, repicar de máquinas de coser, toques y voces, risas, ruido de bolsas y papeles, llegaba la hora de salir de la habitación, al aviso de ¡¡ya llegaron, ya llegaron!!. Nerviosas, temblando de emoción,  venían a por nosotras y nos tapaban los ojos. Nos guiaban hasta donde se suponía que Melchor, Gaspar o Baltasar, habían dejado nuestros regalos que, sorprendentemente y para la época, eran abundantes.
         Siempre nos hacían alguna trastada, como sustituir  dentro de la caja de la muñeca más esperada, una desteñida, antigua, incluso rota. Inmediatamente subsanaban “el error”.
         Sigo con esa costumbre y vivo esa noche, preparando la trastada de turno, primero para mis hijos pequeños, que siguió de mayores y actualmente al resto de la familia también. Desde el verano, comienzo a confeccionar los regalos, la mayoría reciclados y hechos con mucho cariño. Esta es una consecuencia de mis vivencias y solamente por ver las caritas de mis nietos, igual que hacía mi madre, mis tíos y abuelos. Todos querían ver nuestras caritas también, todos querían estar presente cuando despertábamos.



PRESENTIMIENTO Maruca Zamora.



         No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo. Veo a los vecinos alterados e inquietos; esperemos que no pase nada.
         Bueno, yo a lo mío, que a río revuelto ganancia de pescadores, voy a averiguar lo que me falta para ir a la ciudad a comprar las telas, botones, encajes, ya van a empezar las fiestas del pueblo y tengo algunos encargos. La primera, la esposa del alcalde que mandó a hacer el diseño del traje a París para que yo se lo haga, así nadie lo lleva igual (tan sencilla que es ella), siempre quiere ser el centro de las fiestas. Luego,  el vestido de la señorita maestra, y qué señorita,  la veo yo muy salida del tiesto.  Bueno,  a mí lo que me importa es que se hagan vestidos, la vida de los vecinos no me preocupa, eso se lo dejo a la ventera o a la del kiosko  que lo averiguan todo, les encanta un chisme, y las otras son unas beatas que van a la iglesia a contarle al señor cura su vida en confesión; no sé yo si el señor cura será de fiar, yo por si acaso no voy a confesarme así nadie sabe mis historias.
         Voy  a ver si el señor alcalde me lleva en su coche a la ciudad ya que probablemente él tenga que ir a hacer alguna diligencia, casualmente al mismo tiempo que yo y así hago varias cosas a la vez y regreso  más contenta que unas pascuas y a seguir con mi rutina.

         Visto lo visto, al parecer aquí no ha pasado nada, todo funciona bien pero este pueblo es un avispero, se lo digo yo.



jueves, 15 de septiembre de 2016

LA AMISTAD. Esther Morales.





            Hace algunos años unas cuantas amigas nos reuníamos para estudiar la cábala. Éramos unas cuantas personas en busca de las verdades de la vida, verdades, inquietudes místicas y esotéricas que la iglesia o mejor dicho el cristianismo no ha sabido responder con claridad.
            De esas reuniones aprendí muchas cosas y sobre todo el arte del diálogo, en contraposición a lo que en ellas sucedía, por allí  sólo existía un monólogo de la anfitriona de la casa, ya que ella era la única que se pasaba dos horas seguidas hablando  sin parar sin permitir que otro interviniera.
            Entre otras cosas me quedó una gran amistad. Amistad que valoro mucho, que ha perdurado con el tiempo  y se ha reafirmado en varias ocasiones.
            Salimos a hacer alguna que otra locura, junto con otra amiga; como ir al Teide de noche a descubrir el rosal o meditar en Mesa Mota o brindar por el año nuevo después de las 12 de la noche, muertos de frío, tomar una copa en el Ábaco y bailar  el paso doble Islas Canarias en su patio Colonial.
            Quiso la vida y nuestro eterno buscar que nos alejáramos unos de otros. Pero  como nuestros deseos se cumplen, uno de los tres se casó, realizándose sus peticiones. En esa boda volvimos a encontrarnos para continuar nuestra amistad. Es un orgullo para mí compartir este taller de Literatura con este gran amigo y su intelecto.
            Gracias Juan Pedro.





PRESENTIMIENTO Ana Benítez



No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo en el que estoy; no por propia voluntad sino obligada por el Ministerio de educación, que petrificada quedé ante las listas de destino de los maestros: Alba Martín Torres, destino: Cabaña Quinta (Asturias). Seguramente un pueblo perdido sin apenas habitantes y lo más alejado de la civilización.
Perdía el tiempo si reclamaba. Ya sabía la respuesta: Señorita Alba, como usted está soltera y sin nadie a su cargo no tiene puntos para elegir. Sabía que era la excusa perfecta y también sabía que era incómoda para mis superiores por tener fama de reivindicativa y comprometida con los problemas sociales, que a los que dirigían el país, ni al final de sus prioridades existía.  A mi padre le debo el valor de la paciencia; que sin duda necesitaría; y el silencio en determinados casos.
Después de dos horas por una angosta carretera, llegué a Cabaña Quinta; y esperándome estaba la comitiva de los distintos poderes del pueblo: el cura, el médico, el alcalde y faltaba la maestra para completar los poseedores del conocimiento de un pueblo.
La sensación de desnudez ante la clavada de miradas, me hicieron sentir incómoda. El alcalde, rodeado de sus acólitos; vestía ropa de caza, cuyos botones del chaleco estaban a punto de reventar; acudió a darme la bienvenida. Seguramente le fastidié el día de caza de ciervos, al que dedicaba más tiempo que a las tareas de la alcaldía. A su lado una mujer altiva, bien vestida y con sobradas joyas. Aunque tenía buena presencia, a mí me pareció una alcahueta y manipuladora. Presencié como le guiñaba el ojo al médico y al cura.
El cura, acompañado por sus devotos, se santiguaba repetidas veces; y a su lado el monaguillo, un mozalbete delgaducho y de piel blanca como la leche, con mirada distraída acataba las órdenes del representante de Dios. Éste derrochaba mucha autoridad. Y visto lo visto con el alcalde, creo que en realidad es el cura-alcalde del pueblo. Mi mirada se cruzó con la del monaguillo, ¡pobre chaval!, ¡qué mirada tan abstraída!. El párroco me lo presenta como su tutelado. ¿Qué historia esconde esa mirada?
El médico, de aspecto bonachón y un abultado abdomen delataba su amor por la bebida. Su mirada libidinosa; sin disimulo alguno, derecha a mis pechos me hizo pensar que me encontraba ante un obseso sexual. De los que vas a la consulta porque te duele un ojo y te manda a quitar toda la ropa.
No lo iba a tener fácil. Tenía mucho que indagar. En este pueblo estaba pasando algo terrible. Una carta anónima, fechada dos meses antes de su llegada; dos meses era el tiempo que tardaba el cartero en venir al pueblo; a la Comandancia de la Guardia Civil alarmaba de que algo sobrecogedor iba a suceder. Pedía ayuda y su miedo era evidente.
Y aquí estoy, haciéndome pasar por la nueva maestra; que en realidad lo soy. Pero también soy detective; y me dedico a la investigación colaborando con la Guardia Civil.
 Si me hago amiga de la tendera y de las abuelas que saben mucho, mucho de los aldeanos y que no tienen pelos en la lengua para soltar lo tendría más fácil. Hablan, hablan y hablan…
Creo que mi estancia en Cabaña Quinta será corta…



PRESENTIMIENTO Lali Marcelino.




No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo. Si he de ser sincero, disfrutaré si llega a pasar lo que he estado labrando durante algún tiempo. Por fin voy a poder ejercer mi profesión de salva almas.
Es un aburrimiento todos los días oír las mismas confesiones, las mismas quejas, ver las mismas caras, fingiendo lo que no quieren hacer. Por mi condición de pastor de la iglesia, me entero de todos los secretos que guardan unos y otros, o sea de sus pecados, los cuales pasan a ser también mis “secretos de confesión”. Todos temen la ira de Dios, encarnado en mí y me satisface que así sea, porque temer es necesario en esta sociedad de libertinaje y desenfreno.
Se imaginan la cara del Sr. Alcalde, cuando su mujer le diga que está enterada de con quién se la está pegando o cuando la abuelita tan candorosa e inocente sepa que el monaguillo es su nieto. Su hija se fue a parir fuera del pueblo y se lo entregó a la ventera, su amiga de siempre, para que le guardara el secreto y lo acogiera como su hijo. Al cabo de unos años esta mujer se dio cuenta que el niño tenía su  sexualidad desviada y además su intención era cambiarse de sexo,  por cuyo motivo, el insensato ha estado robando del cepillo de la iglesia para reunir un capital e ir a operarse a  Estados Unidos. Hoy lo voy a poner en conocimiento de la guardia civil, para que lo detengan.
El señor médico también se las trae, aparte de cobrarle abusivamente a estos pueblerinos, les exige a las mujeres, que primero pasen por la camilla, entre ellas la ventera, que lo ha puesto en conocimiento del alcalde, porque claro, a ella le interesa más, favorecer al inquilino del ayuntamiento.
Cuando la verdadera madre del monaguillo, vecina e hija de la abuelita más vieja del pueblo, se enteró de todo lo que estaba pasando con su hijo, se personó de inmediato, después de más de muchos años sin aparecer por el pueblo y le contó una verdad a medias, a su madre. La vieja, le exige que le diga quién es el padre del niño y porqué se lo ha ocultado.
Cuando me enteré que esta mujer estaba en el pueblo, me personé en su casa dónde me enteré quien era la madre del monaguillo y le dije; “o me pagas todo lo que tu hijo ha robado o la iglesia o lo denunciaré”
Sí, pues adelante, denuncia a tu hijo si eres capaz. Ya no te acuerdas cuando impartías los cursos de catequesis y moralidad, lo que nos hacías a las niñas que acudíamos. Yo soy la Bene, de la que te encaprichaste ¿no me recuerdas? Venías a buscarme aquí a esta casa con maniobras maquiavélicas y usando tus dotes de buena persona, engañando a mis padres porque me necesitabas para trabajos administrativos. Yo acudía porque me chantajeabas, me amenazabas  con contarle a todo el pueblo que yo te seducía y por no avergonzar a mis padres, cedí a tus “necesidades fisiológicas”, como tú las llamabas. No voy a negar que en un principio me gustaste, pero con el tiempo me di cuenta que sólo me utilizabas, por lo que cuando me enteré de mi embarazo, huí, pero sólo por  temor a lo que hubieras podido hacerme al enterarte. Cometí un error, no criar a mi hijo, porque creí que era hijo del pecado. Me arrepiento de haber tomado semejante decisión.
En medio de todo éste embrollo, no me di cuenta que en los pueblos las puertas están abiertas, para todo el que quiera pasar. Todos los habitantes del pueblo, llevados por la vuelta de la Bene,  incluida la guardia civil, estaban allí escuchando y viéndolo todo.
El monaguillo también, por supuesto. Se abalanzó contra mí y me asestó una puñalada certera en medio del corazón, sin que nadie pudiera evitarlo. Sólo dijo una frase, que yo no escuché.

-¡No abusarás más de nadie!