domingo, 18 de septiembre de 2016

A CORAZÓN ABIERTO. Roberto Escarvajal




         Esta semana, en el taller de narrativa, nos han pedido un trabajo de retrospección en el que debemos hallar algún punto de inflexión desde el cual se haya proyectado la persona en la que me he convertido, pero, sinceramente, no lo he encontrado.
         Desde muy joven, he sido una persona inquieta, y mi gran objetivo vital ha sido el crecimiento interior, huyendo de los convencionalismos, aunque eso suponga ir a contracorriente.  Soy persona de minorías, de “petit comité”. La verdad es que he tenido una vida cuanto menos peculiar y he vivido situaciones y experiencias que han contribuido a consolidar a éste que ustedes conocen en la actualidad pero, tengo que decir, que esas experiencias vitales me han ocurrido porque yo, en su momento, decidí tomar ese camino; pudiendo elegir otro quizás más fácil  para mí.
         Podría decir que uno de esos momentos fue cuando descubrí la danza, pero creo que fue ella quien me descubrió a mí. Tuve que separarme de mi familia con apenas 17 años. Yo quería luchar por mi sueño, necesitaba volar, y no tuve la más mínima duda para tomar ese rumbo. Fue duro, aunque yo era muy feliz. Tuve carencias vitales por las que, cualquier otro, hubiera cogido la maleta y vuelto a casa, a la protección familiar; pero, la necesidad de bailar me retroalimentaba. Con esto quiero decir que, en mi caso, no ha habido alguna experiencia que haya cambiado ni mi forma de ser, ni la visión que yo tenía de la vida; digamos que fue un proceso evolutivo natural en mí.
         Hay personas que, de repente, dicen sentir la llamada de Dios y toman los votos cambiando su forma de ver la vida. Otros, tienen un destino muy predeterminado, como el niño que estudia piano o canto porque tiene claro lo que quiere ser de mayor, o por influencias o imposiciones familiares. A otros les marca, por ejemplo, haber visto en un documental el trabajo del soplado del vidrio y, entonces deciden que es eso y no otra cosa lo que quieren ser en su vida. A veces, el destino nos coloca en situaciones límite, como la pérdida prematura de un ser amado. Esto debería de ser un revulsivo para que nos liberemos de viejos prejuicios y estúpidos convencionalismos, que encorsetan nuestra existencia. Saquemos pues, conclusiones de estas experiencias y aprendamos a valorar los que realmente importa: las pequeñas cosas. Todas estas vivencias nos deben servir para crecer interiormente. Pero esto no es fácil, porque hay que tener el coraje de enfrentarse a uno mismo, a la autocrítica. Tenemos el estigma de una educación sexista  y nuestra espada de Damocles: la todopoderosa, religión; esa invención creada para dominar pueblos que se alimenta de la ignorancia e insulta el intelecto… puesto que todo dogma implica en sí mismo  la incapacitación del raciocinio; algo que se nos ha dado precisamente para poner en duda su más sospechosa objetividad. Por desgracia, no todo el mundo evoluciona en la buena dirección; algunos ni siquiera lo hacen y, hay otros, que hasta involucionan quedándose en una entidad cavernaria. De esas mentes estrechas nace la intolerancia, la xenofobia, el racismo, la homofobia, ... A veces, la envidia y la codicia están detrás de una vida aparentemente exitosa, y las personas se rodean de falsos amigos para engañar esa existencia de teatrillo cuando, en realidad, están huecos, sin sustancia. Es un abismo al que no se asoman porque temen descubrir una ingrata realidad, la soledad vital…
         En fin, todas estas ideas, esta búsqueda interior, fluye continuamente. Es una senda existencial por la que vengo para intentar llegar  a lo que en verdad me importa…: ser cada día mejor persona y, así, ser feliz.
         Como decía el poeta: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.




1 comentario:

  1. No encuentro qué comentar sobre este corazón abierto que nos muestra lo que ya sabíamos, y en algunos casos intuíamos, sobre tu mundo interior. Gracias por compartirlo y por dibujarlo con palabras lúcidas y certeras para quien te conozca o te lea.

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