jueves, 17 de septiembre de 2015

EL SUCESO Esther Morales





Ocurrió ayer, sobre las ocho y media.  Yo estaba feliz, alegre.  Venía el obispo desde Tenerife para confirmarnos, a mí y a unas cuantas niñas más.  Claro, ¡qué ilusión tan grande!

Estábamos en la escuela, preparando el banquete que nos íbamos a dar, cuando se oyó el ruido de un coche en el camino.  ¿Un coche? Aquello no podía perdérmelo.  Fui directa a la ventana y la levanté.  El sistema de apertura era muy antiguo, tenía que ser trabada por los lados con un clavo.  Lo cierto es que mis bracitos de niña pequeña no aguantaron el peso y la ventana cayó sobre mi cabeza, cerrándome la boca de golpe, por lo que.. un trozo de mi lengua cayó en el camino.  Tuve la lengua hinchada y no pude comer nada de aquel banquete.  No quise decirle nada a mi madre para que no me pegara o regañara por estar pendiente de lo que no debía.  Me dolía mucho, quería hablar y no podía, me pasé llorando toda la ceremonia y la celebración.



1 comentario:

  1. La memoria se convierte, en tu caso, en un pozo mágico del que sacar historias diversas, y eso me encanta. Disfruto mucho escuchándolas y transportándome a través de tu voz, por esos paisajes del ayer tan ricos y fecundos en materia prima narrativa.

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