jueves, 17 de septiembre de 2015

VIL Lali Marcelino




En mi barrio, en mi trabajo, entre mis vecinos, en mi propia familia, nadie sabe quién soy realmente, porque si lo supieran, si un día se desvelara mi secreto, podría incluso peligrar sus vidas.
Me resulta muy difícil llevar una existencia paralela y oculta.  Llevo en esta profesión, de la que nadie tiene conocimiento, muchos años.  En mi trabajo tengo estrictamente relaciones laborales, de amistad ninguna. Cuanto menos gente sepa de mis actividades, mucho mejor.

Jamás nadie ha visto mi aspecto real, porque utilizo muchos disfraces, de diferentes nacionalidades y sexo; para ello me sirvo de un apartamento bastante alejado de mi domicilio familiar que tengo a mi disposición.  Puedo ejercer esta profesión secreta, porque mi trabajo encubierta como comercial de productos de peluquería, me permite viajar y tener un horario bastante flexible, sin despertar sospechas.
Mi sueldo, también secreto, lo pago el gobierno de la nación y parte de él lo destino a hacer obras de caridad y ayudar a mis compañeros o a sus viudas, porque generalmente terminamos todos con el cuerpo dañado, dadas las actividades peligrosas que desarrollamos.  Lo que resta va directamente a una cuenta en Suiza para que, cuando yo falte, mi familia esté asegurado de por vida.


1 comentario:

  1. En tu relato, la vileza nos la presenta el personaje narrador a través de los problemas de conciencia que sufre, dada la naturaleza de las actividades secretas que realiza, conflicto interno que intenta resolver haciendo el bien de alguna manera a través de donaciones. Como lectores esto nos es suficiente, entretenidos como quedamos en elucubrar sobre la índole del secreto

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