jueves, 24 de septiembre de 2015

GOLPE MORTAL Alicia Carmen


Tenía yo muy pocos años, quizá 16 o 17, cuando me invitaron a una fiesta.  Como conocía a los chicos que, se suponía, asistirían, le dije a mi madre que estaba ilusionada con asistir. Sólo si vas con tu amiga Rosana te dejaré ir, ella es buena compañera, además a las nueve me dijiste, bastante tarde, hija.
Así las cosas, elegí un vestido que me encantó.  Tenía estampadas flores en diferentes tonos de azul que parecían mariposas volando sobre un fondo de seda blanco y un fabuloso lazo como cinturón. Y, claro, los zapatos blancos de tacón para conjuntar.
Me aseguré de que mis medias con costura atrás tuvieran la línea bien centrada y que mi liguero las mantuviera en su sitio. De lo único que no estaba segura es de si me había pasado al casi bañarme con el perfume Miss Dior.
Sentía mi autoestima a tope.  Ya el espejo me había reflejado que estaba guapa y lo supe después porque los chicos me dijeron cosas muy bellas por la calle.  Sus piropos siempre me alegraban el día, o sea, siempre estaba alegre. Pues bien, al terminar mis preparativos, toda pizpireta me dispuse a encandilar a cuántos más, mejor.
A la llegada, vi a un guapísimo moreno que me miraba con tal intensidad que trastabillé y por poco me provoco un esguince.  Me sentía en el séptimo cielo.  Mi amiga, que era bastante quisquillosa, quedó cortada al ver que las miraditas no eran con ella.  De repente, me miró con suma seriedad, impropia de nuestra edad, y soltó esta perla:
–Amiga, me obligaste a acompañarme a esta fiesta y ahora yo me siento fatal. ¿Pero, no te has dado cuenta de que pareces un arbolito de Navidad? ¿No sabes que ya los armadores no se usan? ¡Qué falta de glamour! y además, zapatos blancos en una fiesta nocturna!! ¡Se usan negros!.
¿A mí me estaba diciendo aquello? Pero, si yo me sentía la reina, vamos, mejor que Grace Kelly.

De pronto, le agarré tremenda rabia al que había iluminado ese salón con tanta exageración y me pasé toda la noche escondiendo los pies con los benditos zapatos blancos debajo de la mesa.


1 comentario:

  1. El título, engañoso, nos hacía suponer que íbamos a escuchar una historia de tintes más oscuros; por esa razón, ir descubriendo muy poco a poco que el asunto iba por otros derroteros, hizo que el relato tomara su acertada y justa dimensión.

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