lunes, 31 de octubre de 2011

ENCUENTROS de Génesis Dávila Padrón

Hace algo más de un año, mientras leía una revista en la estación del metro de la ciudad, vi a una pareja de perros que,  moviéndose al unísono, paseaban tranquilamente por allí.  Justo cuando pretendía tomarles una foto, se acercó un joven que mirándome con una suave sonrisa, se sentó a mi lado. Sentí nerviosismo y curiosidad, a un mismo tiempo, por eso no me fui del asiento y dije adiós a la foto.
No me había olvidado de esa cara y mucho menos de aquella sonrisa,hasta que, curiosamente, esta mañana lo vi de nuevo y en el mismo sitio. Aquello parecía algo irreal, resultaba que ese joven de sonrisa embriagadora se apareció allí a la misma hora y se sentó en la misma silla donde, hacía más de un año, me había cautivado con su mirada. No fue por causalidad,  lo entendí nada más verlo acercarse con aquellos dos perros, de caminar unísono, atados a una cuerda guiada por sus manos.  Hoy sí pude sacar la foto
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sábado, 29 de octubre de 2011

POEMARIO DEL MAGMA de Álvaro Salandy Valdez


            Eloy estaba en casa de su amigo Juan José cuando llegó la guardia civil y les dijo, en apuros evidentes, que debían evacuar la zona porque el volcán estaba escupiendo lava y humo. Tenían que llevar sólo lo más importante, “aquello que les quepa en las manos”. No podían esperar por el lento andar de dos ancianos y se fueron a tocar la puerta en la siguiente casa.
            Con sus pasos cortos, Eloy vio a Juan José bajar la colina detrás de una manada de ciudadanos responsables ante la emergencia, mientras él subía la pequeña cuesta hasta su casa y, al levantar los ojos. miró  hacia la nube de polvo ardiendo en los cielos como el magnesio en combustión; un manto rojo bajaba por la montaña Borondón. Apuró el paso y llegó a su casa.
            Con la urgencia debida, abrió cada cajón  hasta encontrar, en el armario de su habitación,  el viejo cuaderno de su difunta Cristina, la poeta nocturna. Cayó en  cuenta de que nunca había abierto esa bonita libreta de tapas verdeazuladas. Cris no le había dejaba leerlo nunca y él había respetado su decisión   durante los quince años que llevaba muerta. No lo pensó más. Lo abrió y pudo ver que  por sus páginas navegaban letras estilizadas y azules, como el Mar de las Calmas, tan cercano a su casa, con títulos como Él y su jardín, Manos de mi amor  y Curandero. Todo el cuaderno estaba dedicado a él y su extraños pasatiempos: su manera de besar, de hablar, tocar y mirar.  Cuando llegó a la última página leyó el verso:

 hasta el día de mi muerte besaré cada arruga de su rostro.

Sentía el tremor bajo sus pies y pensó en la casa llenándose de magma y vaciándose de la poesía de su mujer. Por eso, saltó de la orilla de la cama y salió por la puerta trasera de la casa donde el calor parecía menor. Un helicóptero de las fuerzas armadas lo recogió y así  es como, ahora, tienen ustedes este Poemario del Magma en sus manos.  

viernes, 28 de octubre de 2011

ESCUCHAR de Mercedes González Molina

Escribir con la mente abierta, cuando cada letra o palabra desnuda el alma.  Leer, cuando cada frase delata nuestras emociones.  Escuchar, haciéndonos eco de todos esos sentimientos.  Escribir, leer, escuchar:  son para mí, grandes virtudes, dones que la naturaleza regala a pocos seres humanos y que no están al alcance de todas las personas, aunque su educación haya sido inmejorable y esmerada.  Se necesita, así lo veo yo, de una gran sensibilidad, serenidad y generosidad.
     A mí, la que más me llena y llega, es escuchar.
     Escuchar a mis compañeras de curso leer sus relatos de viejas historias, de entrañables recuerdos, de anécdotas divertidas, de moralejas y enseñanzas, que ni tan siquiera aparecen en los libros, pero que son dignas a tener en cuenta para educar correctamente a nuestra juventud, es algo que disfruto muchísimo, cada jueves.
     Algunas lecturas me dejan con una sonrisa de añoranza, otras con lágrimas de tristeza o pena, pero, todas, con una gran satisfacción de poder compartir sus narraciones, únicas, aún más sabiendo que quizá son los primeros acercamientos a este complejo pero maravilloso mundo de la literatura.
     Ya quisieran muchos escritores de renombrada fama, tener la creatividad de ellas, para saber plasmar sus vivencias de forma sencilla y espontánea, en cualquier trozo de papel, mientras ponen pucheros al fuego, lavan, planchan o atienden otras labores de la casa.
     Salvo, excepciones, ninguna de nosotras tiene grandes estudios.  Nuestra escuela ha sido los años, la experiencia, la propia vida y nuestras ganas de seguir con ilusión, aprendiendo y compartiendo.
     Me gusta escuchar.

domingo, 23 de octubre de 2011

LA ESPERA de Lilia Martín Abreu


LA ESPERA

De pronto, se enciende la luz y la puerta empieza a subir, lenta pero segura.  En el mismo lugar, unos metros más adentro, dos personas se esconden, con sigilo, detrás de un coche.  Llevan horas esperando, en penumbras,  que llegue este momento, sólo amparados por la tenue luz de un teléfono móvil, para no alertar de su presencia.
La puerta sigue su trayectoria, con el quejido de unos hierros que se enrollan entre sí.  Tras ella, aparecen dos sendos faros que inundan de luz todo el recinto.  En su escondite, ellos permanecen inertes, evitando casi hasta el respirar, para no ser descubiertos.
Un coche cubre, con su presencia, toda la entrada.  Se desplaza lentamente y aparca con precisión.
La puerta vuelve a chirriar, como un lamento, ahora en proceso de descenso.  Se silencia el motor y las luces dejan de alumbrar.  Todo vuelve a quedar sumergido en aquella tiniebla misteriosa.
Del coche se baja su pasajero. Con un movimiento lento y pesado, se dirige a la escalera, sólo que antes, procede a dejar sobre el asfalto del garaje de la comunidad de vecinos, y tras un ronroneo de placer, los restos de una orina ácida y convulsa.
Los escondidos, al amparo de la oscuridad, al fin logran su objetivo y atacan como animales salvajes contra su presa.