jueves, 5 de julio de 2018

GONZALO PINTURERO Lilia Martín Abreu




Gonzalo Pinturero no eligió su apellido, pero sí sus amistades... y todos le apreciábamos y lo llamábamos tío.
El tío Gonzalo Pinturero no tenía sobrinos, ni siquiera tenía hermanos, era huérfano de parientes, pero en el barrio todos le queríamos y lo llamábamos tío, lo que sí tenía era un quiosco donde vendía periódicos, tebeos y golosinas... Allí pasábamos muchos ratos hablando con él.  Siempre nos repetía lo mismo, que él era como una hoja al viento, que no tenía raíces. Su mayor anhelo, era descubrir de donde venía su linaje; el porqué de ese incomprensible apellido que le habían impuesto, PINTURERO un apellido incógnito que en todo el distrito nadie llevaba y todos desconocían de dónde procedía.
Del tío Gonzalo Pinturero solo se sabía que lo habían criado las monjas del Corazón de María. Y por más que él les pidió y suplicó que les contara cuáles eran sus orígenes, no consiguió respuesta alguna; ellas eran como un muro impenetrable.
Sin embargo, corrían leves rumores en el pueblo, por ser muy devoto, que el tío Gonzalo Pinturero era el vivo retrato del señor obispo, que estuvo un tiempo en retiro espiritual en el convento.

1 comentario:

  1. Un inicio impuesto era la tarea de esta semana y lo has sabido resolver muy bien. El sello y la impronta Lilia está presente en este relato; no podía ser de otra manera. Tus lectores te lo agradecemos porque siempre nos invitas a apelar al sentido del humor para hacer más livianos estos tiempos convulsos. Gracias, amiga mía.

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