miércoles, 13 de febrero de 2013

LA MUJER QUE COGÍA LA GUAGUA SÓLO LOS LUNES de Ana R. Benítez



                                                                              
Como todos los lunes, y sólo los lunes, a las ocho y media de la mañana, desde hacía más de tres meses, la veía entrar en la guagua con su pequeña maleta de color negro; el mismo color de su vestimenta y su cabello, y sus ojos, despeñados, se dirigían al vacío.
Como siempre, tomaba asiento en el primer lugar que encontraba libre, rehuyendo de la mirada de la gente.  Su presencia me resultaba tan enigmática, que quería saber más de ella.  Había decidido seguirla cuando se bajara en su parada, aunque eso me costara llegar tarde al trabajo.
La seguí durante media hora y ya estaba a punto de desistir, cuando se paró delante de aquel edificio frío, de planta cuadrada, con una torre y rodeado de jardines en los que destacaba sus centenarios cipreses.  Estuvo frente a él, impasible e inmóvil, durante unos minutos, hasta que se dirigió a la monumental puerta en forma de arco.  Antes de traspasarla, se giró y sus ojos se encontraron con los míos.  Esa mirada no era la mirada perdida  que estaba acostumbrada a ver en ella, aquella era una mirada que hablaba y me decía: “Ya sabes algo más de mí”.

El edificio tenia nombre: unas grandes letras que decían: CÁRCEL DE MUJERES.


2 comentarios:

  1. Este micro es estupendo. La forma en que abordas esta historia de guaguas, es muy efectiva. Incluyes esa pizca de lenguaje poético (“sus ojos, despeñados, se dirigían al vacío”) que enriquece el relato, añadiéndole atmósfera e intensidad a la narración. Que el título también cuente, es todo un acierto. El lector intuye un final sorpresivo, pero no saber cuál es hasta la línea final, es un valor añadido. Bravo, Ana.

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  2. Te felicito Ana. Este relato me encanto es realmente bueno, un beso.

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