miércoles, 21 de enero de 2015

EL SOLITARIO Carmen Garcés


Ayer lo vi.  No era un hombre especialmente apuesto; sin embargo, algo en él llamó mi atención.  Lo observé con detenimiento, intentando pasar desapercibida.  Era un hombre alto, de fuerte contextura, cabello negro, piel blanco –si bien curtida por el sol– y unos ojos marrones tremendamente expresivos.  Fueron esos ojos los que, al cruzar una mirada por un breve instante con los míos, me desvelaron su secreto.
Pasó junto a mí.  Su forma pausada y lánguida de empujar el carro de la compra hacía más patente su apatía.  Observé su contenido y éste me confirmó la inmensa soledad de ese taciturno ser.  Pude adivinar que nadie le esperaría en casa; no habrían risas infantiles para recibirlo, ni un apasionado beso de bienvenida después de un arduo día de trabajo –lo que, por su indumentaria, intuí duros y afanosos –.  Seguramente, sus pensamientos inmersos en esa aflicción, le otorgaban aquella expresión derrotista a su rostro, pensé.
Al cabo de un instante, lo vi alejarse con el mismo abatimiento que mostró todo el tiempo que lo había estado observando y con la única compañía de unas bolsas repletas de soledad en las manos. 



2 comentarios:

  1. Con la única compañía de una bolsa repleta de soledad en sus manos. .....
    Me quedo con ganas de más.
    Pero es que soy insaciable...no me hagas mucho caso.

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  2. Me encanto tu relato y todo sabiendo observar.
    Sandra Mai

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