jueves, 15 de enero de 2015

LA VENTANA Águeda Hernández



            Cuando abrió la puerta de su vivienda, nada más entrar vio como la ventana del salón estaba abierta.  En ese momento, el aire que entraba hizo volar el papel que estaba sobre la mesa.  Lo recogió y sonrió.  Era de su pequeño.
            Mamá, en vista de que aún no llegas, que sepas que voy a entrenar con los amigos que vinieron a buscarme. ¡Te quiero!.
            Ella cerró la puerta, pasó la llave y con las bolsas de la compra, entró a la cocina.
             Ese día, su exesposo irrumpió por la ventana que había quedado abierta.  Le asestó once puñaladas con un cuchillo de cocina.
            Ella esperaba recuperarse en paz de sus heridas, entre ellas, una que le destruyó la laringe, para poder criar a sus dos hijos.  No ha sido así.
            Su ex se encuentra en la cárcel; se le impuso una condena de veinticinco años, pero desde ella la ha demandado por su derecho a visitas de sus hijos. ¡Qué cruel paradoja!.  

            Ella desearía que para él jamás se abra esa puerta.  Ojalá no hubiera dejado nunca abierta la ventana.


1 comentario:

  1. Una ventana a la esperanza de que pronto desaparezca la violencia de género, es la que deseamos mantener abierta siempre, Águeda. Gracias por tu relato

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