jueves, 6 de marzo de 2014

FUE UN TIEMPO MUERTO De Juani Hernández



Al recuerdo de mi querido esposo Oscar.

Acudí el día señalado; temprano, muy temprano.
Esperé, sentada en mi coche, a que abrieran las puertas del centro.
Había comprado un ramo de rosas rojas en la floristería; las coloqué a mi lado en el asiento delantero, al lado del conductor. Eran las más bonitas que encontré en el expositor de flores. ¡No miré el precio!. Para ti, lo mejor. Quería que fueran como las que tantas veces me regalabas con cualquier pretexto, tú a mí…
Por fin, después de un buen rato, que me pareció interminable, y siempre envuelta en mis reflexiones, se abrieron las puertas del recinto; subí los escalones que me separaban de ella; se me antojaron interminables…fríos…indiferentes; sin  ningún atisbo de compasión para las muchas personas que, como yo, acudían allí, en tan triste acontecimiento.
Un funcionario me la entregó; el día anterior la había dejado en esa oficina…

Deshice el camino y, ya en el coche, la coloqué con mimo junto a las rosas…¡junto a mí!. Despacio, muy despacio, alargando lo más posible el tiempo, emprendimos el camino; ¡eL último!.
Llegamos al lugar elegido para ti... Estaba segura de que tú lo habrías aprobado. Entonces, con toda la ternura de mi alma, te dejé caer al mar, dulcemente, como sé que tú habrías hecho conmigo. Después, fui tirando las rosas, una a una, que te fueron acompañando mar adentro, hasta que una ola hizo que te perdiera de vista. Lo acepté resignada.
Retorné a casa, sola, serena, con la paz que da un trabajo bien hecho, finalizado. Con el alivio de saber, que ya nunca más, estarás encadenado en aquel sepulcro, aunque estuvieras adornado con las más bonitas flores que encontrara.

Me embargaba una dulce tristeza, aunque con la seguridad, eso sí, de que aquello era lo que habrías querido para ti, y yo, para mí. ¡No lo compartí con nadie!. Ese momento, fue tuyo y mío solamente…





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