jueves, 19 de marzo de 2015

SUEÑO QUE SOY UN SUEÑO. Lali Marcelino.




            Soy un sueño abandonado, pero por suerte ocurrió cuando era muy pequeño. Me adoptó una familia que también estaba en la misma situación y de ellos aprendí muchísimo, todo lo que sé.
            Crecí en un ambiente alegre, culto, liberal, pero sobre todo en aquel hogar abundaba el amor. Cuando ya estuve preparado para volver al trabajo, me resistí a ser un sueño querido para otros. Era muy feliz, pero mi deber era partir. La misión de los sueños es que se consoliden.
            Existía el temor de volver a sentir un nuevo abandono, de ahí mi reticencia a salir de aquel entorno maravilloso.
            Al volver, me encontré con una mente perturbada de la que me costó liberarme y de rebote, porque no dio tiempo al abandono, caí en la de un niño que se encontraba en una habitación muy blanca y casi en penumbra. Siempre estaba acostado y adormilado, rodeado de gente con batas blancas y dos personas que continuamente le cogían las manitas y le hablaban con mucha dulzura.
            Me alojé en él y desde ese momento comenzó a producirse un cambio en Ismael, que así se llamaba. Leía, reía, cantaba, besaba  a sus padres, incluso se mudó de casa y también llegó a correr por el parque, y corriendo por el parque, sonriendo feliz, así un mal día cayó y me fui con él, porque los sueños somos efímeros, caprichosos y antes de sentirnos abandonados, nos vamos con quien más nos quiere.


2 comentarios:

  1. Me ha encantado ese sueño, la personificación que haces de él me resulta del todo creíble. Casi me han dado deseos de adoptar a ese sueño que estará sólo en los corazones de quienes lo quieran. Muy bien.

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  2. Gracias Isabel. Después de pensar, confeccionar, escribir la narración semanal, espero ansiosa tu comentario. Aprendo mucho con él y quizá es cuando realmente me doy cuenta del valor de lo que escribí.

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