miércoles, 18 de marzo de 2015

ILUSIÓN Lilia Martín Abreu





Guardaba aquella cajita llena de deseos. Le hacía ilusión destaparla cada mañana y con sus manos torpes y adoloridas por la implacable artritis, la acariciaba con mimo, como si de un bebé se tratara.
            Luego comenzaba su ritual diario, poniendo todo su esfuerzo y esmero en su aseo personal, con arte y maestría peinaba su pelo, de suaves ondas como hilos de plata, se maquillaba con una sombra azul, muy similar al color de sus ojos, los labios en tono rosa, para que combinaran con la blusa de encaje que tanto le gustaba, colocaba un ligero toque de rubor en sus mejillas, y terminaba su ritual con unas gotitas de agua de lavanda.
            Y como era ya costumbre para Manuela, se sentaba en su mecedora detrás del gran ventanal a esperar, con su cajita de deseos en el regazo.

            A Manuela la vida le negó el derecho de ser madre, y ya tiene varios años de viuda, pero Manuela espera cada día, con los ojos repletos de ilusión, viejos sí, y azotados sin piedad por los vientos de la vida, pero no cansados de tanto esperar, pero, ¿A quién espera con tanta ilusión, la dulce Manuela?.



2 comentarios:

  1. Final abierto, tal como se pedía. Me gusta la descripción que haces de Manuela; no me resultó difícil verla retratada, gracias al lenguaje tan visual que usaste.

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  2. La ilusión es lo ultimo que se pierde, relato lleno de ternura y sensibilidad. Pilar.

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