jueves, 19 de febrero de 2015

HASTÍO Alicia Carmen



Qué fastidio, es siempre lo mismo, los disfraces, las comparsas, los concursos ¡Odio el Carnaval! Me voy con mis amigos a jugar al póker, llegaré tarde, y salió dando un portazo.
Lidia no alcanzó na contestar pero sus ojos se llenaron de lágrimas, se acercó indecisa hasta el armario, sacó un paquete y desenvolvió su disfraz, se lo puso y al mirarse al espejo casi sorprendida, contempló su imagen reflejada y se encontró guapa, atractiva, deseable. Debo salir, pensó y olvidarme de este estado de enamoramiento exagerado que pide exclusividad, de esta dependencia exclusiva, esta pasión incontrolada que choca con la indiferencia, el aburrimiento y posiblemente la decepción que siempre veo plasmada en la cara de mi marido.
Al llegar a la fiesta y provista de un sugestivo antifaz vio en la esquina del bar a un hombre conocido: era su marido, el corazón le empezó a latir con tanta fuerza que debió apoyarse en la pared, el cuerpo le temblaba, pero reponiéndose sacó el coraje suficiente y se atrevió a acercarse y preguntarle con un susurro: Hola, estás solo?. No, si estoy contigo, hermosa mascarita le contestó Marcos.
Esa noche fue magnífica, dulces palabras, tiernas caricias ella se dejó llevar por sus sentimientos más recónditos y tanto tiempo reprimidos.
De madrugada, Lidia decidió retirarse y como pudo desapareció sin siquiera despedirse.
A la mañana siguiente, entró su marido a la cocina y al verla con su eterno delantal y sus zapatillas deshilachadas le espetó: sabes, lucías mejor anoche y con cierto desdén en la voz remató.: Te daré un dato, tu careta no te cubre lo suficiente y…¿Cómo quieres que te lo diga? Cambia ese perfume de una vez!!.




1 comentario:

  1. Nos has traído un clásico: el engañador (en este caso engañadora) engañado. Esta vez el engaño sirvió para vencer al hastío. Muy bien llevado el relato, como es habitual en ti. Excelente trabajo

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