jueves, 19 de febrero de 2015

HACIENDO LA PELOTA Carmen Garcés




            En una mañana como tantas otras, un cliente entra en mí pastelería. Presto, se dirige a mí y, sin demasiados preámbulos, me solicita un encargo; uno que, por sus especificaciones, sabía resultaría muy especial. Acepté, mas, sentía  intranquilidad  por su elaboración.
            Él acudía cada día a desayunar, momento que aprovechaba para preguntarme por la evolución de su tan apreciado encargo. Con toda amabilidad, y sin dejar de hacerle la pelota, le respondía que todo marchaba estupendamente.
            Así continué, haciéndole la pelota  durante toda la semana, hasta el momento de la entrega. Ya le cobraría bien por tanta desazón –razonaba–.

            Llegó el día acordado; el cliente se presentó puntual. Con sumo cuidado, saqué del refrigerador aquella enorme tarta que había estado preparando durante tantos días, y  la puse ante él.
            Al ver la expresión de su rostro, me llené de satisfacción y, por qué no decirlo, de vanidad. Sus ojos como platos y su boca abierta de asombro, me confirmaron un trabajo bien hecho.
            –Es la pelota de baseball más grande que he visto nunca. ¡¡Es una tarta fantástica!! –exclamó entusiasmado.

            Después de ese día, para mí, hacer la pelota, ya no exigió tanto esfuerzo.



1 comentario:

  1. ¡Fantástico! Este relato nos hace creer en el sentido figurado de la expresión durante todo su trayecto hasta que, al final, descubrimos que hablaba en estricto sentido literal; justo lo que se pedía en la tarea semanal. Muy bien llevado, de modo que en ningún momento el lector sospecha lo contrario.

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