jueves, 28 de noviembre de 2013

TEMPUS FUGIT de Roberto.es




El tiempo, omnisciente; conocedor de nuestra existencia, de nuestro principio y nuestro final.  Convidado de piedra que nos acompaña en nuestras experiencias vitales.  A través de él, viajamos como  pesado tren –el tren de la vida – por raíles cuyas traviesas marcan el transcurrir de los años, como muescas en un árbol, donde el tempo impone el ritmo de nuestro destino.  No hace valoraciones; solo nos lleva de la mano y testifica las decisiones que tomamos a nuestro libre albedrío.
Es en este destino, donde mi madre –omnipresente –motor del tren de mi existencia y eje central de mi más tierna infancia, genera positivas influencias en mi vida; entre ellas, el amor a la naturaleza, a las plantas, a las flores y de manera especial, a las rosas.
Rememoro la vehemencia con la que cuidaba de sus rosales y cómo, casi pidiéndoles perdón, cortaba con suma delicadeza las hermosas flores de sus ramos para decorar cualquier rincón de la casa.  Las adoraba y mimaba con religiosa devoción.

Aquel recuerdo arraigó en mi ser, y empatizó con ese sublime amor por las rosas, presente a lo largo de toda mi vida.
Cuán lejos quedan esos dulces años de juventud, inocentes y despreocupados, que nos adentran en un mundo de dos, de complicidad compartida, donde nuestro espíritu enamorado galopa con la intensidad de los encuentros clandestinos, de los besos robados, de las caricias furtivas.
La primera rosa que cortaron para mí, echó raíces en la memoria de mi corazón.  Me la entregó mi amor, mi único e inmenso amor, como símbolo de nuestro profundo e intenso afecto, que selló nuestras almas para la eternidad.
Las rosas, presentes a lo largo de mi vida como cordón umbilical de mi destino, trasminando de sus sedosos pétalos el aroma que ha perfumado los acontecimientos más importantes de mi existencia.
Rojas las rosas, como rojo el corazón que bombea este intenso amor que lo abrasa todo, se evapora y se condensa, y vuelve a caer como gotas de  ardiente pasión.  Rojas las rosas, aferradas a mi existencia, siempre estarán vivas en mí.  Sólo el tiempo podrá marchitarlas.



1 comentario:

  1. Este relato impregnado de un profuso lenguaje poético, donde se encadenan símiles y metáforas de variada intensidad, nos habla de uno de los grandes temas de la literatura universal, como el carpe diem o el ubi sunt, o, como en tu caso, el tempus fugit: la fugacidad del tiempo

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