jueves, 19 de noviembre de 2015

NOCHES QUE NO TERMINAN. Perla.




      Allá en la Patagonia argentina en una noche muy oscura se vislumbraba el rancho de la Jacinta, apenas una pequeña luz  de un farol a kerosene; dentro doña Jacinta y su hija  Elvira  una niña de unos 13 años, alta y erguida con una hermosa cabellera negra que siempre lleva muy bien trenzada y con dos hermosos moños.
         ¡Elvira! Llama la madre acomodaste los troncos alrededor del corral para prender las hogueras cuando llegue tu padre?
Sí mamá está todo listo.
         La niña miraba el cielo muy oscuro era una noche apacible y las estrellas brillaban más que nunca.
         Elvira pensó mañana debo ir al colegio, le encantaba porque había aprendido a leer muy bien y la maestra le prestaba algunos libros, soñaba, soñaba mucho, con ir a una verdadera escuela, no es que estuviera desconforme  ¡no! Decía, Válgame Dios! ¡Y la Virgencita! Pero tenía que recorrer 2 leguas a caballo, y debía ir con bombachos y alpargatas ¡era más cómodo ¡ Pero a ella le gustaban las faldas y los zapatos que sólo se los dejaban poner algún domingo que iban al  pueblo.
         Elvira!! Dijo la madre no leas tanto que te vas a quedar ciega. La pobre mujer no sabía ni leer ni escribir.
No! Mamá! Tranquila ya apago la lámpara y así lo hizo –y se durmió-.
         Al buen rato la madre le dijo ¡levanta! ¡levanta Elvira! Tienes que prender las fogatas, ya viene llegando tu padre con el Patrón y el ganado de guanacos.
La niña presurosa se puso su poncho y salió a encender las hogueras alrededor del corral, ya se sentía el trote de los caballos y los guanacos y apresurado fue a abrir la tranquera, pero como siempre se columpió en ella. El patrón ya estaba cerca y le dijo ¡hola Elvirita! No te vayas a caer changuita! No Señor! Respondió ella.
         Las fogatas estaban todas prendidas y se veía bien el corral llegaron todos los peones y ¡arre! ¡arre! Y el silbido de los látigos en los caballos.
         Hola Elvira! Dijo su padre ¡Bájate de ahí! La niña muy obediente lo hizo y cerró la tranquera, ya todo el ganado estaba dentro. Los peones la saludaban Hola chanquita! Las hogueras ya se iban apagando y la niña volvió al rancho con su padre, donde su madre calentaba un chocolate.
         Bien dijo el padre tomaré esto me aseo un poco y a dormir, hemos hecho muchas leguas, estos guanacos estaban muy desparramados.
         La niña volvió a su catre, se quitó el poncho que lo puso de colcha y se acostó. Pero siguió mirando las estrellas que brillaban como nunca, y las últimas chispas de las hogueras, era una noche muy apacible. Y pensó en lo que siempre le decía la maestra. Elvira tú no dejes nunca de pensar que vas a ir a la ciudad y vas a ir a una escuela grande; esa es tu esperanza y la esperanza siempre te mantiene viva y también te empuja a que cumplas con tus sueños.






1 comentario:

  1. Bienvenida con este relato al Taller y al Blog. Ya traes oficio de narradora. Esta prosa fluida tuya nos lo dice. Muy buen trabajo.

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