jueves, 5 de noviembre de 2015

30 MONEDAS Lali Marcelino.




         Sí, así fue, me vendió por 30 monedas, me da igual si eran de oro, de plata o de cobre.
         Siempre pensé, y mucho antes de que ocurriera, que todo lo provoqué yo y que a cada uno le tocó representar un papel. Es cierto que me rodeé de proscritos, rebeldes y gente subversiva, que estaba harta de padecer el yugo de la esclavitud y la opresión.
         Me vi envuelto en un percance de tomo y lomo, por decidir ayudar a gente necesitada, que llegaba y sigue llegando a nuestras costas, sin importarles dejar  su vida en medio del mar, pero caí en mi propia trampa. Confié en quien no debía y terminé peor que a los que intentaba salvar.
         Un día terminé en las dependencias policiales, (lugar al que acudía con frecuencia a dar la cara por estos pobres que llegan buscando un futuro mejor) esposado, golpeado y detenido, pero sobre todo decepcionado.
         Lo que no entendí es que fuera él quien me puso en manos de los mismos a los que criticaba y odiaba con todas sus fuerzas, pero así es la vida, te ofrece lo bueno y lo malo para que decidas con qué quedarte.
         30 monedas de traición, ese fue el precio a una amistad llena de vicisitudes, de compromisos, de humanidad, de viajes sin saber si habría retorno. Ojalá hagas buen uso de ellas y te sirvan sobre todo para recapacitar, reflexionar y acordarte de que nuestra amistad se rompió por un mísero lingote de oro.




1 comentario:

  1. Muy bueno. Partiendo de un título de intertextualidad implícita, que todos entendemos como sinónimo de traición y deslealtad (texto bíblico), le has otorgado contemporaneidad, trasladando la idea a nuestros días. Buen trabajo.

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