jueves, 5 de noviembre de 2015

CASTILLO 31 Carmen Garcés






         Me había pasado casi la mitad de mi vida estudiando edificios antiguos, construcciones llenas de historias y leyendas. Cada uno me transmitía su   encanto,   su magia, su misterio…   de   una   forma   especial;   siempre  pensé  que,  de alguna manera,   con eso  me   hacían   parte   de  ellos… hasta  el   día   en que  visité  éste,   el “Castillo 31”; una construcción recia, imponente  tan sólo con mirarla.
         Al atravesar su enorme portón, inmediatamente un escalofrío que recorrió mi columna vertebral,  me paralizó. Incapaz de moverme, no recuerdo cuanto tiempo permanecí así.
         Recobradas mis facultades mentales y físicas –al menos eso deduje en aquel instante –, recorrí sus enormes estancias, sin embargo algo inexplicable seguía abrumándome; cada minuto que pasaba dentro de aquellas paredes hacía que me sintiera más  parte de ellas, era como si siempre hubiera pertenecido a ese viejo edificio; jamás me había sucedido nada igual.
         Mi deambular encaminó mis pasos hacia una gran habitación, desvencijadas antiguallas de madera corroída la amoblaban, dándole un aire aún más austero –si cabe – a la estancia.
 En ese instante lo comprendí todo. Colgado del grueso muro encontré la respuesta a lo que me había estado atormentando todo el día. Un cuadro  de mi viva imagen me daba la bienvenida.
Había regresado a casa, y esta vez ya no podría marcharme.




1 comentario:

  1. Misterioso, enigmático. El final nos invita a recorrer caminos oscuros de múltiples salidas. Me ha gustado. Buen trabajo

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