jueves, 4 de febrero de 2016

LA MALETA Roberto.es

Caía la tarde cuando Raquel desempolvaba aquella vieja maleta,  único   cordón umbilical que la unía a su pasado, a sus padres.

      Era muy pequeña cuando la llevaron a casa de sus tíos, que la  recibieron como una pesada carga impuesta por la ley. Ninguneada y  sometida por aquella consanguinidad envenenada, tuvo una infancia    triste, siempre sola, sin amigos. Hoy, por fin, se liberaría de  aquella herencia que le dejaron sus progenitores. A partir de ahora se haría cargo de su vida, tendría que tomar decisiones,  equivocándose unas veces y acertando otras pero, eso sí, sería dueña  de su destino.
Solo se llevaba lo imprescindible, quería ir ligera de equipaje. Dejaba en aquel hogar una pesada mochila cargada de amargos recuerdos. Sin hacer apenas ruido, salió de su habitación y se dirigió hacia la entrada. Desde allí pudo ver por última vez a sus tíos que se encontraban en el salón, ahora se le antojaban dos pobres ancianos sin nada que contarse. Sintió una mezcla de rabia y compasión; sentimientos encontrados que habían marcado su desdichada vida. Pero no les guardaba rencor, al fin y al cabo, la  llegada de aquel pequeño ser, desbarató la tranquila existencia  de la peculiar pareja rompiendo en mil pedazos su plan vital en el que nunca tuvieron cabida los niños...
Raquel avanzó hacia el umbral de la puerta y echó un último vistazo a los que habían sido los dominios de su mundo de nunca jamás. Ahora se enfrentaría a la realidad y estaba preparada para al fin, vivir...
Las calles, iluminadas con guirnaldas, le daban la bienvenida en su  trepidante aventura. La ciudad bullía a su alrededor; a través de las ventanas, se escuchaban risas y se entonaban entrañables villancicos.
Era 25 de diciembre. Había comenzado su nueva vida; era Navidad

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