jueves, 18 de febrero de 2016

JUEGOS DE TRONOS Lilia Martín Abreu


         Frente al tablero se encontraban los cuatro participantes, el más  popular  jugaba con el color azul,  era el   más aventajado en el juego,  por estar   baqueteado  en la materia. El participante  del   color  rojo  era   elegante y sociable.  Un  integrante  muy  moderno eligió  el color  morado   y el color  naranja lo  abanderaba  el  chico  guapo que llegó de  la ciudad. 
         Avanzaba el juego...  El azul estaba delante,  pero cayó  en la casilla de  la corrupción y le explotó la  pólvora  en  pleno juego,  fue  tan grande  la  mascletá  que  ni santa Rita lo  pudo ayudar,   ya que  ella  también  ardía  dentro del  polvorín.   Eso se convirtió  en una pesadilla para el pobre color azul,   que retrocedió  varias casillas y le tocó  esperar  a que jugasen  los demás  contrincantes,  que  le podían  ganar la partida.
         Le tocaba el turno al  color  rojo, mucha elegancia y saber  estar,   pero poca fuerza  y poder,    necesitaba aliados que le ayudasen a mover las  fichas.   Él  trataba  de  aunar fuerzas,  labrando   pactos con  los  compañeros de  juego,  para ver si así  podía obtener  el triunfo.  El  color  morado,  muy  optimista, le dijo, sí  podemos,  con  diversidad  se  juega  mejor,  si tú me das  las  mejores  casillas, haremos  un partido de  progreso y  ganaremos  los  dos.  El  color  naranja  le argumentó que  quizás le podía ayudar,  pero  también  tenían   que  pactar  acuerdos, a lo que el  azul  le  replicó rotundamente,  que si sabía contar, que con él   que  no  contase,  y  ahí estaba,  entrando y saliendo de la casilla del rey pero no avanzaba  en  el  juego.
         Le llegó el turno al color  morado  y salió como un bólido,   y en una casilla perdió  un  monedero, pero eso no  lo amilanó  y  siguió avanzando,  entró en la casilla del rey y salió con cuatro carteras  y de color  morado  de tanto poder,  quedó indigestado  por un  buen  rato,  y dejó de avanzar.
         Movió  ficha el color naranja, paseó  por  la derecha,  retrocedió  por  la izquierda  y tampoco consiguió  nada,  él  sabía  de sobra que no tenía  posibilidades  de  ganar,  y decidió ser  amigo de  todos,   y  apoyar  al  ganador  y  así  impulsar el  juego,  pero eso se convirtió  en  una  telenovela,  tanto en el tiempo, como   en  la  trama:  Jugar en  tiempos  revueltos.
         A  todas  estas,   en  ese  juego la  más perjudicada  era  la Reina, que  se  encontraba  agotada  después de limpiar  el   austero  salón  de  su  casilla,  para  que  su  amante esposo, el  Rey,  diera el mensaje de navidad. Sin  aún  reponerse  de  tal esfuerzo,    los  participantes  entraban  y salían  de la  casilla  del  Rey,  como  San  Juan  por  su  casa,  pisando  lo  fregado y pidiendo  café,  que  ella como buena  anfitriona  les brindaba,  el  cansancio  era  superior  a  sus  fuerzas  y  le replicaba  a su  marido el Rey,  que no  podía  más,   esto  en vez de juego de tronos,  se ha convertido en  la  Historia  interminable



2 comentarios:

  1. Ante este juego de tronos, sólo puedo entonar un ¡bravo!, eres genial retratando la realidad desde un punto de vista crítico, impregnado de buen humor. Eso me habla de tu sagacidad natural para cuestionar con inteligencia lo que sucede a tu alrededor; este país nuestro y sus circunstancias. Excelente.

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  2. Felicidades!! Me ha encantado! Resume muy bien la realidad española!

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