jueves, 11 de febrero de 2016

EL SECRETO Ana Benítez






            El teléfono comenzó a sonar de madrugada. Seis veces sonó hasta que acerté a descolgarlo. Sin tener los ojos abiertos del todo, miré el despertador. Marcaba las 3.  Con las pulsaciones revolucionadas y voz temblorosa oí mi propia voz: ¿sí, dígame?  Diez segundos que se me hicieron eternos tardó mi interlocutor en contestar. Soy tu amigo, ¿por qué has contado nuestro secreto?. A continuación silencio. Esa voz me era conocida. Era Carlos. Mi mejor y único amigo del barrio.
            Pero no podía ser, Carlos había fallecido en aquel fatídico accidente de avión hacía ya 10 años. Un billete que compró inesperadamente porque quería desaparecer por un tiempo. No sabía que ese tiempo iba a ser sin retorno.
            Perplejo y ya más despierto, no sabía qué pensar: ¿había sido real? ¿lo había soñado?. Sentí temor pero impaciencia por si el teléfono volvía a sonar.
            Así permanecí hasta que me dormí.
            Cuando desperté, miré el reloj y las agujas seguían marcando las 3.
            Pensé en Carlos y en nuestro secreto. El sentimiento de culpa empezó a hacer mella en mí y sabía que me iba a durar mucho tiempo.





1 comentario:

  1. Aunque desconozcamos la índole del secreto, no importa, porque el relato de la llamada a horas intempestivas de un amigo ya fallecido, tiene suficiente fuerza como para mantenerse por sí solo. El que lo dejes abierto le imprime más peso al secreto, aunque no sepamos detalles sobre él. Buen trabajo.

    ResponderEliminar

Nos gusta saber tu opinión, sea cual sea. Déjanos un comentario. Gracias