miércoles, 19 de noviembre de 2014

FATAL OLVIDO Águeda Hernández



Cuando llegué a este mundo, mi abuelo fue el elegido para ir a registrar mi nombre ya que mi madre y yo vivíamos con los abuelos.  Mi padre estaba ausente; por su trabajo, ni en esos momentos pudo estar presente.  Lo que no pudo ser, no fue. 
Llegó el día de que mi abuelo partiera a la misión que le había sido encomendada; ir al Registro.  Mi madre le recordó mi nombre: se llamara Mayore. En el momento de decirlo, al ser preguntado, mi abuelo se llevó las manos a la cabeza; la estrujaba y por mucho que lo hiciera, de la cabeza no salía ni una gota de su memoria. 
 –Es…, es… –repetía una y otra vez…
De pronto, dijo gritando:
 –¡Mary Cuqui!  
De regreso a casa, se preguntaba qué había hecho, se decía que lo iban a matar, ¡Dios mio!, se le había olvidado.  Luego, les explicó que Mary porque se acordó de una novia que había tenido de joven en Cuba y Cuqui, el nombre de su perrito que tanto quería.
 –¿Sabes? La llamaremos tal como tú la inscribiste –le dijo mi madre– Maricuqui.
Yo quise mucho a mi abuelito. Lo recuerdo sentado en su sillón con Cuqui a sus pies.




1 comentario:

  1. Divertida historia, contada con el habitual tono que te es característico, Águeda. Gracias por regalarnos sonrisas las tardes de los jueves

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