lunes, 8 de enero de 2018

LA GRIETA Carlota Sosa Felipe



Esa grieta, abierta por el dolor y la rabia, tenía que haber cicatrizado en perdón y experiencia, pero… ¡no!. Cada vez se rasgaba más profundamente, cada vez se alimentaba  más en las sombras de sus noches.
Ella había amado profundamente. Puso todas sus esperanzas en él y… ¡la defraudó! Sus tierras no fueron bendecidas por un amor correspondido y,  poco a poco, se fueron secando.  Tan solo gritos de impotencia hacían rodar sus piedras ladera abajo.  
    Él,  había sido tocado por fantasmas abismales que no le dejaban tranquilo. Su corazón de volcán derretía pasiones. Quiso experimentar con otras montañas. Poco a poco, sus cenizas le cubrieron y ya no era capaz de arroparla, de quererla, de postrarse a sus pies y pedirle perdón por haberle causado tanto dolor.

    La grieta dividió sus dos laderas. Aguas turbulentas inundaron el Valle. En sus orillas crecían dos árboles, pero fueron inoculados por el odio. De alguna manera, las sombras de sus padres les alcanzaron. Sus pequeñas ramas no dejaban que los pájaros se posaran y solo escuchaban, a los lejos, sus melodías.   Sus cantos no fueron  del todo inútiles. El eco llegaba a sus tiernos brotes y les repetía una y otra vez que debían querer  a las dos montañas. Aunque las  percibían teñidas de rojo,  los dos árboles sabían que, a su modo, ellas fortificaban sus raíces y alimentaban sus flores.

La abuela montaña que tocaba el cielo intentaba bañar con lluvia transparente estas tierras para fructificar sus corazones y proporcionarles aires amigables. Sus esfuerzos no eran suficientes para despertar el amor de antaño en forma de respeto y buenos deseos. En su cima alguien enviaba luz de Sol.  Quería ayudarles, pero respetaba el libre albedrío. Confiaba que, con el tiempo, todo volvería a ser fértil otra vez. Pero, a veces…  lloraba.




1 comentario:

  1. Sensibilidad la tuya, Carlota. Esta grieta metafórica encierra tanta simbología, tanta sutileza… que se desborda para emocionar a quien la lee. Así, sin aspavientos, lleno de ternura a pesar del dolor que se adivina, nos conduces al relato de un desamor, paradójicamente, lleno de él…: de amor a borbotones. Me ha encantado. Un abrazo

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