miércoles, 31 de enero de 2018

MI ABUELO Juan Carlos Chávez




    
     Allí estaba, en el desván; entre trastos viejos y olvidados, la silla de mi abuelo. La silla dónde cada tarde veraniega, en el balcón, observaba con detenimiento el transcurrir, unas veces lento y otras veces acelerado, del tiempo, dónde su respirar se hacía más pausado, dónde el sol acariciaba su rostro embellecido de arrugas, y dónde me contaba historias rocambolescas, que mi inocente imaginación se encargaba de darle realidad en mis pensamientos.
     En esas tardes, después de cumplir con desgana mis clases de natación, me apresuraba a colocarme a su lado; ansiaba sentir su voz, su mirada, sus guiños, sus caricias en mi espalda, incluso su tos crónica y sus quejas propiciadas por unas rodillas doloridas que la ocupación laboral maltrató.
      Hasta que un quemar intenso y despiadado lo devoró; descabalgándole de esa silla y arrastrándole a otra ubicada más allá del horizonte, de dónde jamás se levantaría.

     A pesar de los años, cada verano respiro su presencia sentada en su silla en el balcón.


1 comentario:

  1. Me encanta este relato, preñado de poesía y sin embargo, poderoso narrativamente hablando. Bueno en su contenido y en su continente, por un uso efectivo del lenguaje.

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