jueves, 28 de junio de 2012

GULA de Maruca Morales




Una tarde, salí a pasear con mi nieta.  Fuimos a ver escaparates, a pasar un rato en el parque y por último, a visitar a una prima.  En todo ese recorrido, mi nieta no paraba de pedirme cosas para comer; parece que tenía hambre.  Yo me paraba en todos los sitios porque también a mi me pasa lo mismo; basta que vea una cosa que me entre por los ojos para abrírseme el apetito.  Ambas somos glotonas; ella es una niña y yo lo parezco.  Esa tarde picamos aquí y allá hasta que el monedero quedó vacío.
Después, cuando llegué a casa me pregunté si no me había excedido.  La gula me había tentado y yo había cedido a la tentación.  Mía es la culpa.


1 comentario:

  1. Ese pecadillo se te perdona, sin duda, porque ¿habrá algo más bonito que las horas compartidas entre una abuela y su nieta?. Estoy segura de que a ella jamás se le olvidarán esas tarde de complicidad.

    ResponderEliminar

Nos gusta saber tu opinión, sea cual sea. Déjanos un comentario. Gracias