jueves, 24 de mayo de 2012

LA TARDE EN QUE CANTARON LAS MARIPOSAS de Ana R. Benítez





Penélope tenía un sueño que se iba cumplir: viajar al mundo vecino de La Tierra, a Felicidadniápolis.  Eran tantas las cosas asombrosas que le habían contado que ahora, por fin, iba a ser testigo de ello.
 No daba crédito a lo que iba descubriendo: había palabras que no existían en su diccionario, palabras como guerra, hambre, despotismo, corrupción, delito, egoísmo, avaricia…; y en cambio, vocablos que la La Tierra habían desaparecido y que allí eran indispensables para sobrevivir, como si del oxígeno se tratara.  Estos eran: el sentido común, acompañado de la honestidad, la humildad, la lealtad, el compromiso, la amistad…  Hacía tanto tiempo que no las oía que Penélope había olvidado su significado.
Todas estas palabras eran declamadas bajo un cielo nítido y puro, desde el que se avistaba una gran llanura llena de amapolas y girasoles de todos los colores del arcoíris.  Con suaves movimientos, giraban de un lado para otro, como si bailaran al son de una melodía que Penélope no sabía de dónde venía.  Esa tarde, en esa llanura, no veía a nadie, sólo una banda de mariposas que revoloteaban alrededor de las flores.  Fue cuando se dio cuenta de que en aquel mundo de paz y sosiego hasta las mariposas podían cantar.

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