jueves, 19 de septiembre de 2013

LA MUJER DE LAS FLORES de Águeda Hernández




Todas las mañanas de aquel verano de hace seis años atrás, viajábamos –aún medio dormidos –en la misma guagua.  Entre nosotros, había una mujer de pelo gris que, cada mañana, se dirigía a un centro de recreo para personas jubiladas.  Encorvada y triste, subía penosamente los escalones de la guagua y se sentaba sola, detrás del conductor.  Nadie reparaba mucho en su presencia.
Así hasta aquel día de julio, cuando saludó al chofer antes de ocupar su asiento, volvió la miope mirada hacia el fondo del vehículo y esbozó una sonrisa.  El conductor respondió con una inclinación de cabeza.  A la mañana siguiente, la mujer subió a la guagua con paso vivaz, sonrió abiertamente y dijo en voz alta: ¡les deseo a todos ustedes un hermoso día!.  Sorprendidos, algunos nos volvimos a mirarla y respondimos con un buenos días.
Una de aquellas mañanas, subió a la guagua con un ramillete de flores silvestres en la mano.  El conductor sonrió y le preguntó: ¿Te has conseguido un novio, Regina?.  La mujer hizo un tímido gesto de asentimiento.  Todos los pasajeros silbaron y aplaudieron.  Desde entonces, todos los días nuestro personaje aparecía con una flor y algunos de los pasajeros más asiduos llegaban con flores para añadirlas a su ramo.
El verano llegó a su fin, dando paso al otoño.   Un lunes, nuestra amiga no se presentó en la parada habitual.  Como tampoco estuvo allí los días que siguieron. El viernes, al parar la guagua en el centro de recreo, uno de los pasajeros le pidió al conductor si esperaba un momento.  Todos contuvimos el aliento, mientras se dirigía a la puerta para preguntar por nuestra amiga.  La señora Regina está bien, informaron, pero no había acudido al centro en los últimos días porque alguien muy querido para ella había fallecido.

El lunes siguiente, tampoco se encontraba en la parada aquella mujer que nunca nos fallaba.  Todos íbamos en la guagua tan callados como si estuviéramos en una iglesia.  Aunque no nos pusimos de acuerdo, todos llevábamos entre las manos un ramo de flores silvestres.



1 comentario:

  1. Bonita historia, muy bien contada. Con el tono y el ritmo precisos y un final agridulce que sin duda emociona.

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