lunes, 13 de junio de 2016

ORGULLO. Esther Morales.





            Era un día de invierno, frío y nebuloso. Mis hijas y yo estábamos de compras en el rastro, buscando y regateando con los tenderos. El mar estaba en calma y muchos barcos anclados en la bahía y sus alrededores.
            Las esperanzas eran que el día levantara y los turistas dejaran mucho dinero en la ciudad, que a los comerciantes les fuera muy bien y vendieran todo lo más posible.
            A pesar del mal tiempo, reinaba la alegría y el bullicio del momento.
            Mis hijas no paraban de probarse todos los trapos que encontraban a su gusto (que eran muchos).
            De pronto, una explosión sacude el suelo, mirando alrededor descubrimos  un barco en llamas y unas personas nadando apuradas para alcanzar la orilla.
            Mi reacción fue llamar al 911 para que vinieran a ayudar. Mientras busco a mis hijas y las distingo junto a otras personas en la bahía socorriendo a los heridos y ayudando a los que nadaban exhaustos, todo en medio de un gran caos y gritos por doquier.
            Sí, no me siento  orgullosa de mi reacción tanto como de la de mis hijas.



1 comentario:

  1. Resolviste muy bien la tarea impuesta con este relato. Buen trabajo, Esther

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