jueves, 22 de octubre de 2015

HISTORIA DE MI PELO Águeda Hernández




            Recuerdo a mi madre decir que cuando yo era bebé, sobre mi cabeza sólo había un par de pelusas que, creciendo, se convirtió en pelo amarillo, ¡cómo un pollito, me imagino!. Tanto así que por nombre me llamaban “rubia”, hasta para distinguirme de mi hermana.
            Y lo más curioso, nunca pensé que mi pelo cambiaría de color, ni que algún día sería “una tonta del bote más”, ¡ignorancia la mía!.  Cuando con mis doce o trece primaveras, al oír decir que mi rubia melena, que tanto me gustaba, estaba dando paso a un cuerpo opaco, ¡me estremecí! ¡no me gustaba ese cambio de color en mi pelo!.
            Pero a esa edad siempre parecen surgir más fácil los milagros y así fue. Primera solución, enjuagar el pelo con tisana manzanilla o sea, la flor con unas gotitas de agua oxigenada, te sientas con la posición, la frente sobre las rodillas, con tu pelo suelto de la forma que le dé el sol a todo pulmón, o hasta que el cuerpo aguante ¡remedio santo!: un rubio dorado perfecto.
Y pensando en el ir y venir de los años, recordé la canción “Volver” de Carlos Gardel.
                        Volver…con la frente marchita
                        Las huellas del tiempo blanquearon mi “sien”
                        Que…70 años no es nada, con mis potes de rubio
                        Que llegan a cien.




1 comentario:

Nos gusta saber tu opinión, sea cual sea. Déjanos un comentario. Gracias