domingo, 23 de febrero de 2014

VOLVER De Maruca Morales




Una noche, mientras cenábamos, mi madre nos dijo que teníamos que ir al Golfo a traer un cesto de uvas , y de paso, pasar por la huerta a ver si había duraznos y tomates. Nos advirtió que teníamos que madrugar para poder volver en el mismo día. A mí, como la mayor, me tocó ir con mi hermano. Nos levantamos temprano y empezamos nuestro camino hacia el Golfo. En Jinama, yo le pedí a la Virgen que me acompañara, que cuando volviera por la tarde yo le daba algo. Bajamos el risco casi corriendo, aunque la burra nos caminaba poco. Cuando llegamos a la plaza, entramos a tomar agua en la pensión que estaba allí porque sabíamos que allí siempre había un balde. Nos refrescamos y proseguimos la marcha para llegar a Los Llanillos. Ese trayecto se me hacía largo. Al fin llegamos y nos fuimos a llenar el cesto de uvas, y de paso pasar por el huerto a buscar duraznos y tomates, tal como nos habían ordenado.
Llegamos a la casa de El Golfo, después del trabajo y amasamos gofio  que comimos con uvas y queso, y sin descansar mucho, salimos de vuelta para San Andrés antes de que se nos hiciera de noche. Subimos los Corchos y las Vueltas del Pino apurados. Mi hermano me decía que estaba cansado y yo lo iba engañando, le decía, mira ya vamos a llegar a la Cueva Las Pipas y allí descansamos. Al final llegamos al Miradero, desde donde se ve todo el Golfo. Luego, pasamos por el Mocán de la Sombra, y allí, en el tronco de un árbol está la imagen de una virgencita de la Concepción y allí vimos a los pájaros carpinteros que solían hacer sus nidos en el lugar, todos los años. Allí nos sentamos y comimos algo del  gofio y las uvas que nos había sobrado. Después de descansar un poco, volvimos a subir, pasando cerca de una fuente y cuando nos acercamos  a las vueltas de Jinama, nos dimos prisa en  pasar por la Cuesta el Viento porque  allí había un precipicio. ¡Llegamos a Jinama! Allí, yo le di gracias a la Virgen de la Caridad, y como le había ofrecido, le di un racimito de uvas que había guardado y  mi hermano sacó del bolsillo una moneda de cinco céntimos y se la dejó.
Salimos de Jinama antes de que nos oscureciera, y al llegar  a la Cruz del Vino y ver  el pueblo, ya me parecía estar en casa, aunque todavía nos faltaba pasar por la montaña Fosa por el arco y por la montaña San Andrés. Ya se había puesto el Sol, cuando al fin llegamos a casa.


Todos estos recuerdos que durante mucho tiempo me ofrecieron sentimientos encontrados, no se olvidarán nunca por mucho tiempo que pase pero, ahora, lo rememoro con alegría.




2 comentarios:

  1. Como lo por ti relatado me toca tan de cerca, por haber escuchado historias parecidas de voz de mi abuela y mi madre y porque conozco los paisajes que nombras, esta historia me ha llenado de ternura emocionada. El pasado es un lugar donde volver siempre… Gracias, Maruca

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  2. Qué suerte Maruca , tener tan bellos recuerdos de la infancia.Felicidades, Alicia

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