jueves, 13 de febrero de 2014

SUBIR LA CUESTA De Roberto ES.





Nada más verla. Tomás creyó que no podría subirla… No era una cuesta más; había dejado muchas atrás a lo largo de su existencia; pero ahora se le antojaba más pendiente y angosta que nunca. Seguramente porque sus fuerzas flaqueaban; y su cuerpo cansado, con los años, se había vuelto perezoso.
Pero había que subir una vez más, levantarse y emprender la marcha hacia la cima. Antes, tenía que estudiarla detenidamente, desde la tranquilidad, sin precipitarse; buscar su parte menos empinada, menos dura, y ascender pausadamente pero con firmeza y decisión, parando cada poco para respirar, y descansar, y meditar, y decidir…,sí,  continuar subiendo dejando atrás un poco más de pasado, de ilusiones perdidas, de besos al aire y caricias al viento; o simplemente pararse, detener su camino, que quizás se dirija a ninguna parte; o tal vez, sea una huida hacia adelante, en busca de aquello que le ha sido negado. No puede más, le falta el aliento, desfallece; pero tiene que seguir la ascensión por la ladera del alma con pasos que estampan profundas huellas y, enraizadas a su piel, abultadas cicatrices cinceladas a través del tiempo como olas que rompen contra los pilares de su ser; una fuerza invisible que le impulse hacia el fin de este camino vital. Y será entonces, cuando corone su meta, donde encontrará por fin la paz que anhela su corazón extenuado.
¿O, acaso habrá otra pendiente…?




2 comentarios:

  1. Duras pendientes las del existir, Roberto. Duras, inclinadas, impredecibles, misteriosas, ah! Y…maravillosas también. Me gustó subir esta cuesta, leyéndote

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  2. Maravilloso su relato,¡como siempre!. Creo que la vida siempre tiene pendientes destinadas para nosotros, esperemos tener la fuerza necesaria para subir todas y cada una de ellas.

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