jueves, 13 de febrero de 2014

SUBIR LA CUESTA De Esther Morales



Nada más verla, Esther creyó que no podría subirla… Salió al amanecer, a las siete de la mañana, acompañando a la Virgen de Los Reyes al son de chácaras, pitos y tambores. El reto era el risco de Jinama, 4200 metros de distancia, prácticamente en vertical. La subida Los Corchos, las Vueltas del Pino, cuando llegó a ellas, Esther ya estaba cansada. Pensó que no iba a poder seguir, pero al oír a los bailarines y el ¡Viva la Virgen Viva!, es como si hubiera cogido su energía y sin pensarlo siguió.
Continuó el camino hacia El Mocán de la Sombra y el Mocán Los Cochinos milenarios que, si hubieran podido, le hubieran contado asombrosas historias. La cueva Las Pipas, para echarse un tentempié  y al fin, las vueltas de Jinama y su Cuchillo, desde donde se veía el Golfo en todo su esplendor. En su memoria, las Vueltas no tenían vegetación y para su desconcierto, su vista se recreó en todo su vergel. Y al fin, la ermita de La Caridad que le dió la bienvenida, la brumita y el frescor de la meseta de Jinama y San Andrés.

La alegría de Esther al ver a sus tres hermanas mayores esperándola fue enorme. ¡Que recuerdo y alegría sintió  su corazón, al  lograr cumplir su sueño, su ilusión de subir aquella cuesta!.


1 comentario:

  1. La emoción de una ilusión cumplida. Esa que marca la memoria colectiva, el peso de la tradición arraigada en el corazón.

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