jueves, 8 de febrero de 2018

Alicia Carmen UNA HORA EN LA VIDA DE…




         Pues sí, en una hora sucedía todo de lunes a viernes y a las seis de la mañana. Yo me sentía como James Steward y Grace Kelly, en la película “La ventana indiscreta”, “Sólo me faltaban los prismáticos”.
Justo a esa hora se encendía la luz de la cocina del piso que me quedaba enfrente.  Yo sólo necesitaba incorporarme un poco de mi cama y ver el espectáculo. En ese momento ella aparecía con su pelo alborotado, su bata vieja y mal abrochada, sus zapatillas deshilachadas arrastrándose por la cocina. Con desgana comenzaba a preparar el café, a calentar la leche, a tostar el pan. Traía la mermelada, la mantequilla, volvía a abrir la nevera, ahora le tocaba a los huevos, la tocineta. A través de las ventanas entreabiertas me llegaba el aroma, sí, supongo que era buena cocinera.
         Momentos después aparecían los niños, eran tres. La mayor siempre tratando de subirse la falda, enrollándola en la cintura y los más pequeños protestaban, quizás querían panquecas con miel, eso yo no lo oía, o porque la leche estaba demasiado caliente, o la tocineta fría. Ella sin inmutarse, seguía trajinando y soportando los malos humores mañaneros.
De repente aparecía el esposo bien trajeado, siempre con unas elegantes corbatas y el pelo engominado y por sus gestos parece que le exigía a su mujer, que en vez de huevos fritos quería tortilla o que en lugar del café, hoy le apetecía un té.
Por fin todos parecían satisfechos, los hijos agarraban sus mochilas y se despedían con un tímido movimiento de sus manos y el padre le daba un beso fugaz en la mejilla. Todo estaba en calma y ahora ella se sentaba, tomaba un sorbito de su bebida preferida y pensaba en las tareas que seguían a continuación: lavar la ropa, fregar el piso, preparar almuerzo y cena y un largo etcétera. En ese momento empezaba de verdad su día.
        
Se acercaba al tocadiscos y ponía a todo volumen música bailable: mambo, bolero, cha-cha-cha…cuánto más movida mejor. Se descalzaba, se hacía una coleta en el pelo y fuera esa horrible bata…y ¡a bailar! Su cuerpo se volvía un torbellino, movimientos voluptuosos, insinuantes…jamás vi una bailarina profesional moviéndose con ese estilo. Vaya ritmo, todo sensualidad, su cuerpo parecía flotar.
        
Una sola hora en la vida de una mujer dan para mucho.
        


1 comentario:

  1. Este podría ser el comienzo de una novela que compraría ahora mismo, Alicia. Me encanta el ritmo narrativo, la atmósfera creada, lo que cuentas y la historia enorme que se presume detrás de este relato. Maravilloso es el adjetivo que se me ocurre en este momento.

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