jueves, 3 de abril de 2014

MARTINA de Roberto.Es




En días como estos: lluviosos, fríos; la melancolía me invade, dejando paso a los recuerdos que, sigilosos, acuden a mi memoria.  Noto su presencia.  Allí, en la alacena, su ajada fotografía me mira, me atrapa.  La tomo entre mis manos y, apoyado en el alféizar de la ventana, tras el lloroso cristal, imagino sus andares; evoco sus últimos días entre nosotros.  En su juventud, poseía una figura elegante, estilizada.  Ahora, es la sombra de lo que fue, con sus pasitos de vieja geisha: pasos pequeños y lentos…, cansados pasos.  Ya la vida le estorba, la arrastra como un pesado fardo del que quisiera deshacerse.  Pero no está sola; su inseparable perro la acompaña en sus últimos días, en sus últimas horas.  Comparte su destino que se extingue…, dejando en rescoldos lo que antes fueron llamas vigorosas.
Toma asiento, está exhausta, abre sus pulmones y los llena de oxígeno…, de vida.  Es otoño, sus ancianos ojos observan el crepúsculo de los árboles.  Sus hojas, ataviadas con dorados, púrpuras y magenta, anuncian el final de su existencia, ya consumida, para devolverlas a la tierra.  Ella, también desea cerrar por fin sus agotados párpados y descansar…, y dormir.
Allí iba cada día; a su querido parque, donde se encontraba bien; rodeada de sus flores, en su banco favorito.  La encontraron una tarde de 1950, con su fiel amigo a sus pies, velándola.  Sus delicadas facciones reflejaban la paz anhelada.  Murió tranquila, como deseaba; con una amable sonrisa dibujada en sus labios…, nos dijo adiós

Había sido feliz; había tenido una vida plena,  dueña de sí misma, de sus actos, decidiendo desde su libre albedrío, adelantada a sus tiempos.  Sí, así era mi madre: independiente y resolutiva.  Siempre nos quisimos, aunque no nos soportábamos.  Yo, Martina, también heredé su individualismo vital.


3 comentarios:

  1. Con el mismo tono melancólico del relato original, pero con una actitud definitivamente más cercana y cómplice con la protagonista, nos haces una magnífica etopeya de las dos Martinas; la que narra y la narrada.

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  2. Preciosa tu narración Roberto , muy humana, te felicito. Alicia.

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  3. Un relato precioso que la tristeza hace aún más bello. Tefelicito

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