miércoles, 23 de abril de 2014

LA VIDA de Esther Morales






Ellas rumiaban ladera arriba, rumiaban que te rumiaban, no paraban; estaban colgadas en la montaña, y su rumiar era un sin parar. Lo necesitaban como la vida misma: era su sustento y el de sus compañeras y descendencia.

Las flores amarillas tenían el alimento indispensable para ellas convertirlo en leche. Las vaquitas seguro que saben que en una semana ya no hay flor amarilla.




1 comentario:

  1. Sabia naturaleza, sí, aunque he de confesarte que con tanto rumiar como el que últimamente nos invade, sospeché que esas ellas podían ser otras

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