jueves, 31 de marzo de 2016

CRISÁLIDA de Roberto.Es




Bahiya estaba nerviosa. Al día siguiente comenzaría una nueva aventura. Por fin había llegado el momento que tanto esperaba.
Desde pequeña la han preparado para afrontar este desafío vital. Pero está asustada. Por primera vez en su vida, se alejará de su amado pueblo y de su venerado padre Wakusi, Rey de los Okrika. Sus guerreros la llevarán hasta los confines de la aldea. Allí estará sola. Sola con la luna, bajo un capazo de  estrellas que, curiosas, le harán  guiños en la oscuridad; a orillas del rio, de su rio, el que la ha arrullado desde niña con sus manos de agua: sus líquidas manos. En su remanso se siente tranquila.
Mientras, en el poblado, la tribu duerme sus sueños; una melodía irrumpe silenciosamente en la quietud de la noche. Proviene de las profundidades de la selva. Es Bahiya cantándole a los espíritus del agua. Es la dulce pero amarga despedida para aquellos que la han protegido  desde su niñez. Bahiya canta y llora..., llora y canta. Pasan las horas, los días, las noches y Bahiya, extenuada, casi sin fuerzas, continúa con su lamento, su triste melodía, su adiós.
Pronto vendrán a buscarla. Ya no verán a la princesita que marchó inocente y asustada. Porque el rio, tras una mágica metamorfosis, les devolverá a una mujer que ha roto el cordón umbilical que la unía a su pequeño pasado, para renacer en un nuevo presente y afrontar con orgullo su real destino.

Pero Bahiya, Soberana de los Okrika, llevará en su corazón la impronta de un rio que la amará para siempre.

1 comentario:

  1. Me gusta cómo has sabido crear la atmósfera justa que este relato necesitaba. Hay un ritmo acompasado en lo que nos cuentas, que nos recuerda al compás de tambores tribales y al transcurrir del río entre la selva. Me encanta

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