jueves, 3 de marzo de 2016

PROBAR O NO PROBAR Lali Marcelino



Les cuento que no me solían gustar los aguacates, sin embargo, aquella tarde empecé a verlos de otra manera. Una vecina me regaló dos hermosos ejemplares procedentes de la isla colombina.
-Recién cogiditos del árbol, -según me comentó-, todavía están un pelín verdes. En una semana podrás comértelos.
Sinceramente ella estaba más ilusionada que yo. Por no desairarla, no le comenté que no me gustaban, aunque no sabía por qué, jamás los había probado. Según decía mi abuela “hay que probarlo todo”. Siguiendo sus consejos y por su aspecto y las referencias tan buenas que tenía de su procedencia, me provocaban y decidí hincarles el diente y así comprobar que ese sabor a almendra, que relamiéndose comentaba mi abuela, era cierto.
Todo un ritual alrededor de aquel ovalado cuerpo de color verde brillante. Partido por la mitad sobre la tabla de cocina, una de ellas con un hueco y la otra con una especie de boliche que asomaba. Escogí la del hueco y como había visto a mi querida abuela, espolvoreé un pelín de sal fina y con una cucharita de postre comencé a deleitarme el paladar, con todo el placer que pude…y efectivamente sabía a almendra y no paré hasta que también me comí la otra mitad. No me sacié, y seguí el mismo procedimiento con el otro, que me esperaba en el frutero.
Alergia, empacho, no lo sé. A las tres horas terminé en urgencias y comprobé que hasta que no se me quitara el sabor a almendras de la boca, jamás volvería a comer aguacates…ni almendras.







2 comentarios:

  1. Buena anécdota, muy bien contada, aunque no haya sido una feliz experiencia para su protagonista, si ha sido un gustazo leerla

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  2. Muy simpático, a veces los alimentos nos juegan malas pasadas. Alicia.

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