Con cariño y respeto, se abre el telón. La voz del director exclama con energía:
¡Comienza la función!
Los actores se embullen en sus personajes, desarrollando la
trama que el director urdió para ellos.
Diálogos atrevidos, actitudes humorísticas, eternos amores y desamores,
sentimientos encontrados, traiciones e ingratitudes, carreras, gritos,
desfallecimientos…, todo cabe en el escenario para despertar emociones, sin
olvidar los tempos, los silencios, donde cada uno construye su particular obra,
buscando finales más generosos que los de su propia vida, sin censuras, sin
prejuicios, en libertad…
El director…
Él auténtico e incondicional protagonista, autor y guionista
de la obra, viviendo intensamente cada gesto, cada mueca, observando con los
sentidos alerta, como animal al acecho de su presa, traspasando con su mirada
el alma de los personajes. Ellos saben
que a él no se le escapará nada, por más escondido que sea el lugar de su alma
en el que lo hayan guardado.
Acaba la función…
Alegría, gratitud, aplausos.
Director, actores y público fundidos en una magia inenarrable y…adictiva.
La hora de los sueños pasa y llega el despertar. Se recoge la tramoya –en realidad son cuatro
sillas desvencijadas –. El alambre de equilibrista tendido de un extremo a otro
de la plaza, el improvisado telón hecho con dos mantas raídas que más tarde
arroparán en el frío de la noche. Una
cabra famélica que hizo su número para asombro del público, una descolorida
mesa roja en la que un contorsionista mediocre hizo su espectáculo. Un triste payaso y su perro de raza
indeterminada que pusieron las notas de humor.
Vuelta al comienzo…
Siguiente pueblo, otro barrio, otro público. Ilusiones de obras literarias de grandes
dramaturgos, dramas inspirados en cotidianidades trascendidas. Por unas horas, artistas, director y público
se sentirán importantes, como si de un teatro de renombre se tratara y de un
público entendido que los supiera valorar.
Esa es la ventaja del soñador, del loco artista; que elige un
modo de vida donde cada día, aunque repita la misma obra, se reinventa y se
estrena… sin ataduras.
Gracias a todos ellos que llenan
nuestra vida de sueños…
Y gracias a ti que nos has sabido transmitir con este escrito, la magia que envuelve al maravilloso mundo del teatro, esa fábrica de sueños. ¡Cómo se nota que te mueves en él, artista!!
ResponderEliminarTan tierno como bien escrito, me encantó. Besitosssssssss.
ResponderEliminarQue interesante ese mundo. Me ha impactado esa narración. Alicia
ResponderEliminar!EXTRAORDINARIO¡
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu narración. Describe con mucho acierto, el mundillo artísitco.
ResponderEliminarMª Dolores, de Flores del TEIDE.