No sé, pero he amanecido con el
presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo; esta noche
he tenido sueños horrendos, me he despertado empapada en un sudor frío y temblando más que un flan, y eso no es
normal en mí. ¡Yo, que duermo como una piedra!.
No puedo explicar la razón de mi
inquietud. ¿Será por lo que averigüé ayer del médico y la mujer del alcalde?;
esta relación adúltera puede traer muchas desgracias a todos en el pueblo; vaya
par están hechos éstos; ¡egoístas, que no piensan más que en su propio placer!.
¿O…, tal vez será por lo que me contó
Patricio, el monaguillo?. Pobre chiquillo. Ahora comprendo por qué siempre anda
tan callado y melancólico, ¡es que por fuerza tiene que estar traumatizado!. Si
no fuera porque le di mi palabra de que no contaría nada, lo gritaba a los
cuatro vientos para que el sinvergüenza del Don Justino, el cura, diera
cuenta a la justicia. El muy cabrón,
siempre predicando amor al prójimo; ¡pues vaya que sí que da… amor!.
¡Sinvergüenza, que es un sinvergüenza!, no sé si voy a poder contenerme al
verlo. Sí, debe ser esto lo que me tiene tan nerviosa; algo así puede destruir
cualquier comunidad.
Hala; me voy a poner a trabajar, tengo
que sacarme esta mala sensación del cuerpo, si no, me va a resultar imposible
atender la tienda hoy y… tengo mucho que hacer. Uy, pues mira que bien, ahí
viene Faustina, seguro que me trae chismes fresquitos de su vecina, eso me va a
tener distraída un buen rato.
Vaya joyita es la vecinita de la
Faustina, se la da de mosquita muerta y todos conocen sus revoloteos. Si el
marido se enterara de sus andanzas,
seguro que salía en los periódicos. ¡Ay dios!, ¿será eso lo que va a
pasar?.
¡Ay Prudencia, deja ya de darle vueltas
a la cabeza, que con eso no solucionas nada!. Pero lo cierto es que en este
pueblo pasan tantas cosas, que si salieran a la luz, aquí se forma la tercera
guerra. Menos mal que yo no me meto en la vida de nadie; la gente viene a
contarme cosas y claro, una, como buena samaritana y buena vecina pues… se
preocupa.
Nada, nada, voy a colocar las verduras para
no pensar más en mis corazonadas. Que cada uno se las arregle como bien pueda.
¡Ayayay!, que se me acaba de ocurrir, y
¿si lo que va a suceder es que mi Paco se va a enterar de mi aventura con el
Alcalde?.
¡Qué vergüenza, qué vergüenza!, qué van
a pensar todos en el pueblo… seguro me convierto en la comidilla del momento.
¡Si
es que aquí, la gente no hace sino meterse en la vida de los demás!
En este pueblo inventado de nuestro PRESENTIMIENTO colectivo, cuyo parecido con la realidad sería pura coincidencia, el punto de vista de Prudencia me ha parecido sencillamente genial, bordado. He disfrutado mucho su lectura!! Muy buen trabajo, Carmen
ResponderEliminar