En el 68 vino un gen a la vida de forma
inesperada, del cual se hizo cargo la abuela paterna, que pasó a ser su madre
en toda regla. Hasta el 2012 no supo la verdad de su hogareña creación… Pero
eso, es otra historia.
Este gen, criado de forma exigente,
pagando muchas veces las descargas ajenas, le preguntaba a la noche, cosas que
la luna, reflejando sus lágrimas, no le daba respuestas, así fue creciendo, con
temor, inseguridad, llantos, risas… ¡Claro, todo eso tiene la vida!...
Van pasando los años y llega el momento
en que uno cambia la perspectiva, la forma de ver las cosas; están ahí de igual
manera, pero el ángulo es diferente.
Cuando el gen 68 se sumó al 80 daba mis
14 años…, la edad en la que quise sacarme la camisa de fuerza que nos ponen los
padres, reclamando mi abstracta independencia… libertad latente.
Comenzó el momento de soñar, crear
amores no correspondidos, escribirle a ojos ciegos y a susurrarle a oídos
sordos, sostener corazones rotos, desear lo inalcanzable…, curar mi joven
corazón solitario, bebiendo la música de esa década, abrazando la madrugada de
inviernos, dentro de un gabán… caminando errante, parando algunas veces en el
oasis de mis lágrimas.
Y aquí estamos, en un presente de
puertas y ventanas abiertas, porque a pesar de todo, lo que desinteresadamente
di… muchas veces las encontré cerradas,
y si bien no leí muchas cosas, acuné lo de un gran escritor… Rubén Darío:
Llueve,
negras nubes cubren el cielo azul
Y ocultan el sol,
la luz que, iluminando y calentando los cuerpos,
calienta e
ilumina las almas.
Vivo soñando, amando, sin rencor.
He de confesar que me ha emocionado leer este escrito; en soledad, fuera de las prisas y la falta de concentración total que a veces es difícil conseguir en el Taller y sin embargo, tan necesaria para adentrarse en las líneas escritas pero también lo que entre líneas uno adivina, que también es relato, que también es historia. Si escribir bien significa mover emociones, lo has conseguido. Me ha encantado, Juan Roberto.
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