Cortaba la llamada sin haber contestado
una palabra. Una poderosa fuerza interior me decía que no lo hiciera. Todas las
noches me desvelaba el maldito sonido estruendoso, inquietante, impertinente
del teléfono. Unos minutos de tortura…y luego silencio.
Todo
volvía a la normalidad. ¿Todo?.
No recuerdo que hago en esta cama con
un teléfono en la mano. Me observo levitando sobre mí. ¡Esto es absurdo!.
Intento hacer memoria. Me duele la cabeza. Esas malditas luces vienen hacia mí
hasta que las esquivo. Y vuelvo a entrar en un sueño profundo hasta que el
maldito teléfono me vuelva a despertar.
Es inútil, lo he intentado durante
semanas y claudico -dijo con melancolía- la muerte.
Inquietante y, aun así, este relato no deja de tener un tinte socarrón, lo que le da cierta perspectiva al tema de fondo. Una buena fórmula la de poner distancia entre los hechos y la voz narrativa.
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