No sé, pero he amanecido con el
presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo… Lo noto en
el aire, en el silencio denso que me oscurece el alma. Me he despertado
sobresaltada por recuerdos que creí enterrados hace tiempo -sí, hoy lo he
vuelto a ver-… los años y el whisky han hecho mella en su rostro, pero sus ojos
todavía conservan el brillo del hombre que me enamoró. Ahora siempre bebe…, en
el castigo está la penitencia.
Aquí seguimos, pagando nuestro
pecado de juventud… Él lo ahoga en alcohol y yo, en rabia y rencor. Nunca le
perdonaré; renunció a mí y a nuestro hijo; a cambio, sufragaron sus estudios de
medicina en la Universidad. Sí, nos amamos como solo se ama una vez en la vida,
pero mi padre, un marqués venido a menos, no estaba dispuesto a entregarme a un
mindundi, como él lo llamaba. Me
llevaron a un convento mientras duró mi
embarazo, y me quitaron a mi niño con su primer resuello de vida… De vuelta a
casa, mi progenitor culminó su ambicioso plan. Me vendió, sí, me vendió al
mejor postor. El elegido fue Marcial, mi marido, el Alcalde, dueño y señor de
este maldito pueblo… Educada para ser una perfecta dama, doy gracias por saber
leer y escribir, porque cada día descargo mi atormentado espíritu en este
blanco papel. Tengo la extraña certidumbre de que hoy será la última carta que
escriba; tal vez sea este mi testamento vital.
Me he vuelto agria, y muchos dicen
que altiva…Lo sé; pero qué quieren, cuando a una le cortan las alas en sus
primeros vuelos estando en la inocencia de la vida…, cuando te arrancan de tu
lado a tu hijo recién parido, entonces, te arrancan las entrañas… si te
entregan a un hombre tosco, sin escrúpulos; si por las noches ese hombre,
borracho, te despoja de tus lujosos vestidos de gran señora y te trata como a
una vulgar ramera; entonces, cómo quieren que sea; si ese animal me monta a horcajadas como lo
hacen con su yegua, con la diferencia de que, a ella, la quiere y la respeta:
¿Qué es lo que quieren, me pregunto, que todavía esté agradecida por esta vida
que me tocó en suerte? Muchos lo piensan…¡Qué insensatos! ¡No eres menos
prisionera porque tu jaula sea de oro!.
Sí, soy falsa; cómo no serlo, si
cada día tengo que levantarme y ver su cara, y fingir que soy la mujer que
todos esperan que sea. Es mi obligación, dicen… Soy la señora Alcaldesa y tengo
que representar el papel que me ha tocado. Pero debajo de esta farsa habita una
mujer herida de muerte, tiesa de seca. No es altivez, sino odio…; odio a este
pueblo hipócrita comprado para acallar conciencias y fingir que no saben
nada. Don Hipótilo, el cura, un ser
despreciable, es el único que conoce el paradero de mi hijo. A cambio de su
silencio, mi esposo mira hacia otro lado en esa relación sospechosamente
fraternal que mantiene con ese pobre chico, su monaguillo, una víctima más d
este sádico complot. Luego está la tendera, una insatisfecha que se casó para
cubrir las apariencias de un marido con gustos… digamos “distintos”… A cambio,
este pacto la liberó de la miseria en la que vivía. Casquivana y alcahueta,
nadie está a salvo de su viperina lengua…
Sí, los odio a todos y me odio a mí
misma por no tener el valor de acabar con esta lenta tortura que me mortifica.
Presiento que hoy por fin todo acabará…no sé…hay un olor a azufre en el aire y
esta madrugada volvió a temblar la tierra…¡Ojalá este volcán bajo el que
vivimos explote y acabe con la insidia y
la maldad de este pueblo, arrasándolo con su incandescente magma! Yo hace
tiempo que estoy muerta, y solo pido a la justicia divina, ya que no creo en la
del hombre, que cada uno de ellos pague por sus pecados. Los maldigo en nombre
del hijo que nunca veré…; los maldigo para toda la eternidad…y espero, ahora de
verdad, que al fin pueda descansar en paz…
Magnífico este Presentimiento colectivo que, desde el punto de vista narrativo de la esposa del Alcalde del pueblo, desde el que has contado de forma descarnada, sin paliativos, me ha gustado mucho; cala hondo…
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