Viajando en el tranvía, un niño extraño
deja en su asiento una carta, noche atípica, más oscura de lo habitual, el
último turno de la noche… muy raro que por su edad estuviera solo, al bajar
dice… cógela, no preguntes, léela mañana en clases… y eso haré ahora…
En un espacio donde los mares son de
oro y las nubes de diamantes, habitan los mentores, protectores de los
universos, dice una leyenda que son asexuados, pero en su tiempo dieron creación a las hadas, que nos
mantienen informados de lo que hacen los habitantes de los planetas que
componen las galaxias, que también son de su creación, llamados seres humanos.
Dicen algunas escrituras que en un
tiempo, hubieran podido ser ángeles pero decidieron adoptar otra forma de
convivencia… cambiaron la fe, por la duda y hoy destruyen para construir, más
destrucción, aunque no todos…
Recibo sus almas para evaluar su
aprendizaje, si éstas aún vale la pena impulsarlas, volverán en otro cuerpo,
para que progresen, si continúan por el camino del aprendizaje, cuando vuelvan
la décima vez, podrán ascender al cosmos espacio, ya que la tierra es solo un
grano de arena.
El año terrestre no es compatible con la eternidad ya que esta
equivale a un soplo de vida… Queda mucho por hacer aún, como si creyeran o no
quién ha escrito esta carta… Por ahora si las cosas no cambian, recordaré la noche
en el que el día fue perdido…Por haber creado primero al hombre y no la mujer…
Todo por azar, me sobra infinito para seguir probando…
He mandado a alguien para que se los
lea… terrícolas.
Enigmático relato, que invita a distintas interpretaciones. En todo caso, leerlo te lleva de la mano hacia la reflexión, creamos o no…, lo cual siempre es positivo. El título era complicado y tú has logrado salir airoso del reto planteado.
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